La cuarta entrega de la serie de nuestros jóvenes investigadores favoritos nos aleja de Londres y Alessandro Gatti, bajo el seudónimo de Irene Adler, nos lleva hasta Normandía. Sí los vientos veraniegos te traen por primera vez por aquí, te recomiendo que te detengas. Aunque las reseñas de La Espada en la Tinta son siempre libres de spoilers, al ser el cuarto libro de la serie se pueden escapar detalles de los libros anteriores. Así que lo mejor es comenzar por el principio y visitar las reseñas anteriores: El trío de la Dama Negra, El último acto en el Teatro de la Ópera y El misterio de la Rosa Escarlata. Si pese a todo decides continuar, bienvenido seas.
Dicho esto, ¿qué nos vamos a encontrar en La catedral del miedo? El insalubre aire de la Londres victoriana y preindustrial no es bueno para la delicada salud de la madre de Irene, por lo que el señor Adler lo organiza todo para mudarse al campo. Évreux es un coqueto pueblecito situado a mitad camino entre la costa normanda y París, que ha recuperado relativamente la calma tras la guerra franco-prusiana del otoño anterior. Sin más opciones que abandonar la excitante Londres y a sus amigos, Sherlock Holmes y Arsène Lupin, Irene se arma de valor para lo que aparentan ser unos meses primaverales ociosos, aburridos, alejada de sus dos compañeros de fatigas. Sin embargo una serie de misteriosos acontecimientos –oscuras palabras susurradas a la sombra del camposanto del Évereux– ponen sobre aviso a Irene y sus amigos no tardan en reunirse con ella para resolver un enigma que les llevará al corazón de París, su laberíntico subsuelo y a los secretos que escondía el mismísimo Alejandro Dumas.
La narración sigue estando, como en todos los anteriores libros, en primera persona y con la voz de Irene Adler, principal protagonista y cuyos misteriosos orígenes son el hilo conductor de la trama central. Aunque las aventuras de cada libro estás cerradas, el enigmático pasado de Irene y su resoluciones es lo que conduce la serie, dejándonos en cada libro migas de pan para que vayamos reconstruyendo el puzle de su vida y planteándonos aún más misterios.
Sinceramente, creo que lo he dicho todo respecto a esta fantástica serie dirigida por uno de mis autores juveniles favoritos, Pierdomenico Baccalario, y aunque corra el riesgo que repetirme más que el ajo, no puedo dejar de recomendarla. No solo por la sencillez y elegancia de su puesta en escena, de su cuidada narración o de sus preciosas ilustraciones a cargo de Iacopo Bruno, sino también por el aire de camaradería que envuelve a los tres cerebros más privilegiados de la literatura (Irene Adler, Sherlock Holmes y Arsène Lupin) y la fantástica recreación histórica que acompaña, como quien no quiere la cosa, a la aventura principal y que nos lleva por un París asediado, a un Londres en plena fiebre preindustrial o nos hace guiños presentándonos a personajes como Alejandro Dumas hijo dentro de la propia trama. ¿Te habías imaginado alguna vez a Sherlock en La Corte de los Milagros, a la sombra de la imponente Notre Dame? Pues ya no hace falta, puedes leerlo.
En definitiva, y con riesgo de parafrasearme a mí misma, La catedral del miedo es la aventura más oscura a la que tienen que enfrentarse nuestros amigos. Si leístes las entregas anteriores, está os encantará aún más y no importa que el rango lector sea a partir de diez años, para disfrutar de una buena historia no hay edad que valga ni excusas. La literatura infantil y juvenil tiene verdaderas joyas y esta serie es una de ellas. Si no habéis descubierto la colección de “Sherlock, Lupin y yo” de Alessandro Gatti estáis tardando y no me explico cómo aún no habéis cogido vuestra gorra de detective. ¡Id a por ella!
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Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.