Victor Hugo fue un hombre comprometido políticamente. No sólo lo demuestran sus continuos ataques contra el gobierno de Luis Napoleón Bonaparte -que le llevaron a un exilio de casi treinta años-, sino también buena parte de su producción literaria. Principal escritor del Romanticismo francés, cultivó una gran variedad de temas y géneros: narrativa -"Han de Islandia", "Notre-Dame de París", o una de sus novelas más conocidas, "Los miserables"-, teatro -"Cromwell", cuyo prefacio constituye el manifiesto del Romanticismo; "Hernani", adaptada por el libretista Piave para la ópera de Verdi; "Lucrecia Borgia" o "Ruy Blas"-, poesía -"Odas y baladas" o "Las Orientales"-, discursos, sátiras, pequeños relatos y artículos. Muchos de ellos denunciaban la denigrante situación del proletariado francés, las desigualdades sociales, el mal funcionamiento de la justicia o la decadencia de las instituciones de gobierno. "Claude Gueux" y "El último día de un condenado a muerte" están plenamente impregnados de esa crítica social que tanto caracterizó la obra de Victor Hugo.
Como ambos relatos tienen mucho en común -suelen publicarse juntos-, he preferido hablaros de sus características de manera general, sin concretizar demasiado sobre cada uno de ellos. Podríamos afirmar que el verdadero protagonista de estas dos historias es la guillotina: hacia ella se dirigen ambas tramas. La guillotina, aunque no se haga referencia a ella constantemente, está omnipresente en la mente de todos los personajes, pues la acción se desenvuelve en los tétricos pasillos y en las deprimentes celdas de una cárcel de los alrededores de París. Allí, la mayoría de hombres, condenados a muerte, esperan con desesperación el día en que su cabeza rodará, por fin, sobre el entarimado alzado en el centro de alguna plaza; el día en que la "justicia" se tomará su debida venganza. El autor no duda en relatarnos, con una crudeza que hiela la sangre, lo que sienten y cómo sienten aquellos que se ven condenados; aquellos que saben que están viviendo los últimos días de su vida. Porque, sin duda, lo que se siente instantes antes del momento final es espantoso, aterrador, estremecedor. No hay vuelta atrás. Parece imposible describir con palabras el sentimiento de horror y resignación -mezclado con la nostalgia del pasado- del que sabe que va a morir; no obstante, Victor Hugo logra transmitirlo de una manera extraordinaria, excepcional: no hay duda de que el autor parece conocer a la perfección lo que se esconde en la mente de un condenado. Y lo mejor de todo es que su prosa nos llega al corazón, no sólo por la manera en que indaga en la psicología de los personajes -deja a parte su biografía para centrarse más claramente en sus sentimientos-, sino porque en los hechos que se narran está implícita la idea de injusticia. El lector empatiza con ellos al instante porque se da cuenta de que han sido condenados injustamente; porque ve que sus acciones no son reprobables: tan sólo responden a unas necesidades existenciales, indispensables para todo hombre.
Esas necesidades conciernen, entre otras, a los valores de amistad y compañerismo. Se ven muy claramente en Claude Gueux: el protagonista, en un momento determinado, es condenado a muerte por defender la lealtad y el aprecio hacia uno de sus compañeros. Una vez perdida la fe, ya no importa nada; ya no importa el mañana. El lector sólo se das cuenta de que todo ha ocurrido por culpa de la naturaleza corrupta de aquellos que ostentan el poder. Poder y libertad se dan la mano en ambos relatos; porque debe quedar bien claro: a través de la idea de injusticia, Victor Hugo refuerza su mensaje de condenación hacia el gobierno francés del momento. Es el gobierno el causante de la decadencia político-social de Francia; el causante del empleo de una máquina mortífera, la guillotina; el causante del mal funcionamiento del país. Pensándolo detenidamente, podríamos considerar estos dos relatos, por qué no, como una especie de panfleto político, por la crítica que contienen hacia el estamento gubernamental; por tratarse, en aquellos momentos, de un tema de actualidad. Sin duda, el impacto que provocó en Victor Hugo la visión del montaje de una guillotina, un día de octubre de 1828, se refleja intensamente en estos dos magníficos relatos que no sólo nos hacen comprender mejor los hechos de un determinado momento histórico, sino que también nos hacen reflexionar sobre la salvaje conducta humana: "los hombres son buenos por naturaleza, es la sociedad el que los corrompe" -idea muy rousseauniana implícita también en Victor Hugo-.
-Conocer, desde otro punto de vista, el funcionamiento de la sociedad francesa de principios del siglo XIX.
Desventajas:
-Empatizar con los protagonistas y estremecerse al leer sus pensamientos. Victor Hugo trata un tema doloroso que puede no atraer a la mayoría de lectores.
4 comentarios
Estupendo comentario. Habrá que pasar por estas dos historias de Víctor Hugo.
Clásicos de la literatura a los que merece la pena echar un vistazo para asomarnos a una época pasada llena de turbulentos cambios (¿y cuándo no los ha habido?).
Con estos relatos o novelas nos acercamos a un momento de la historia y la literatura de primera mano, que para algo son considerados clásicos.
Muy buena reseña.
Muchas gracias por los comentarios :)
Muy buenas historias, con una crítica social que, desgraciadamente, se puede aplicar también a hoy en día. Nadie como Victor Hugo para plasmar los sentimientos de un condenado de una forma tan profunda. Habrá que leerlos. Gracias por la información, y muy buena reseña!
Saludos feéricos!
Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.