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Mi espada, mi conjuro.
La puerta. Magia.
La mazmorra. Un troll.
Nos gusta la fantasía

"Sabe, oh príncipe, que entre los años en que los océanos anegaron Atlantis y las resplandecientes ciudades [...] hubo una edad no sonada en la que brillantes reinos ocuparon la tierra como el manto azul entre las estrellas."

LA

en la tinta

Mi espada, mi conjuro. La puerta, magia, Igni. La mazmorra,
un troll. El mundo. Nos gusta la fantasía.


- La fantasía es la poción mágica de la literatura -

Mi espada, mi conjuro. La puerta, magia, Igni. La mazmorra, un troll. El mundo. Nos gusta la fantasía en todas sus formas.

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16 de mayo de 2019

Valdemar publicará los ‘Cuentos completos’ de H. G. Wells


Si hay que hablar de los pioneros de la ciencia ficción, entre ellos estaría sin duda Herbert George Wells. Este escritor, historiador y filósofo británico estuvo nominado al Premio Nobel de Literatura en varias ocasiones y nos dejó un legado importante del género con obras como La máquina del tiempo, El hombre invisible o La guerra de los mundos, entre otras.

Pero además de novelas, Wells también fue un prolífico autor de relatos, a los que la editorial madrileña Valdemar va a rendir tributo dentro de poco con Cuentos completos. En los cuentos de Wells podemos encontrar una gran variedad de temas, desde el misterio y el terror, pasando por la comedia social, la farsa y la crítica.

El libro, que estará en las librerías el 29 de mayo, se edita en tapa dura, tiene 1264 páginas y un precio de 33 €. La portada es obra de Javier Olivares y se publicará dentro de la colección “Selecta”, donde también han aparecido El padre Brown al completo de G. K. Chesterton y Los Mil y un fantasmas de Alexandre Dumas.

Esto es lo que cuenta la sinopsis:

Pionero de la moderna ciencia ficción, H. G. Wells (1866-1946), a diferencia de Verne y otros autores del género, no se entretiene en ofrecer al lector complejas descripciones científicas o técnicas, sino que se limita a plantearnos una situación imposible: una invasión alienígena, una fórmula para lograr la invisibilidad, o una máquina que nos permite viajar en el tiempo, pero la presenta en un contexto cotidiano -en el salón de casa, en un bar o en el parque del barrio. Una vez que el lector acepta lo imposible, Wells lo arrastra a las más increíbles aventuras con un lenguaje llano y directo, como si allí no estuviera pasando nada fuera de lo normal. A él se deben varias obras maestras que están en el origen del género de la ciencia ficción: La máquina del tiempo (1895), El hombre invisible (1897), La guerra de los mundos (1898) o Los primeros hombres en la luna (1901).

Pero H. G. Wells estaba dotado también de un excepcional talento para la creación de historias cortas. Este volumen reúne los ochenta relatos que publicó, e incluye la novela corta La máquina del tiempo y el relato guionizado para el cine “El nuevo Fausto”. El lector encontrará las historias agrupadas en sus colecciones originales, y una sección final con los relatos aparecidos en revistas y nunca incluidos por Wells en un libro.

Como podemos leer por la descripción del libro, Cuentos completos incluirá entre sus tapas los ochenta relatos que publicó Wells, más aparte la novela corta La máquina del tiempo —la cual, según apunta la editorial, no incluye The Complete Stories of H. G. Wells de John Hammond—, así como un relato guionizado —“El nuevo Fausto”, escrito en 1936 y nunca convertido en película — y un puñado de relatos publicados en revistas que por diversas razones no se incluyeron en ninguna antología.

Entre los relatos incluidos encontramos piezas como “El devoto del arte”, “Walcote”, “La presencia junto al fuego”, “La cosa del núm. 7”, “Un artista incomprendido”, “El tesoro del rajá” o “Un perfecto caballero sobre ruedas”, entre otros.

mayo 16, 2019y

26 de marzo de 2019

Valdemar recopilará en un único volumen cinco colecciones de relatos de Lord Dunsany


Por raro que parezca, en el catálogo de Valdemar todavía no había nada de Edward John Moreton Drax Plunkett —aka Lord Dunsany—, así que ni cortos ni perezosos la editorial madrileña, cuya devoción por los clásicos es legendaria, ha decidido publicar una antología de más de quinientas páginas con relatos de este escritor británico, autor de la emblemática novela de fantasía La hija del rey del país de los elfos (1924).

El título de la antología se titulará Cuentos de un soñador, y otras fantasías, y llegará a las librerías a principios de mayo. El libro se publicará en tapa dura dentro de la colección “Gótica” de Valdemar, el número 116 de la colección.

Cuentos de un soñador recogerá entre sus tapas un total de cinco antologías, a saber: Los dioses de Pegāna (1905), El tiempo y los dioses (1906), Cuentos de un soñador (1910), El libro de las maravillas (1912) y El postrer libro de las maravillas (1916), antologías que ya habían sido publicadas en castellano pero ahora se recogen en un solo volumen y con nueva traducción.

Este es el índice que ha dado la editorial sobre los relatos que incluirá el libro, una selección bastante generosa hay que añadir:

Los dioses de Pegāna     17
El tiempo y los dioses
Prefacio    67
El tiempo y los dioses    69
La llegada del mar    73
La leyenda del alba    79
La venganza de los hombres    87
Cuando los dioses dormían    91
El rey que no lo fue    99
La cueva de Kai    103
La pesadumbre de la búsqueda    109
Los hombres de Yarnith    117
Por el honor de los dioses    123
La noche y la mañana    127
Usura    131
Mlideen    135
El secreto de los dioses    137
El viento del sur    141
En el país del tiempo    145
La compasión de Sardinac    153
La broma de los dioses    159
Los sueños del profeta    161
El viaje del rey    165

Cuentos de un soñador
Prefacio    201
Poltarness, la que mira al océano    203
Blagdaross    215
La locura de Andelsprutz    221
Donde suben y bajan las mareas    225
Bethmoora    231
Días de ocio en el Yann    237
La espada y el ídolo    255
La ciudad ociosa    261
El hombre del hachís    267
El bueno de Bill    273
Los mendigos    279
Carcasona    283
En Zaccarath    297
El campo    301
Día de elecciones    305
El cuerpo desdichado    309

El libro de las maravillas
Prefacio    315
La novia del hombre-caballo    317
La angustiosa historia de Thangobrind el oyero, y el funesto destino que le aconteció    323
La casa de la esfinge    327
La probable aventura de los tres hombres de letras    331
Las imprudentes plegarias de Pombo el Idólatra    337
El botín de  Bombasharna    341
Miss Cubbidge y el dragón del romance    347
La demanda de las lágrimas de la reina    351
El tesoro de los gibelinos    357
De cómo Nuth habría practicado su arte contra los gnoles    363
De cómo llegó uno, como se había predicho a la Ciudad de Jamás    369
La coronación de Mr. Thomas Shap    375
Chu-bu y Sheemish    381
La ventana maravillosa    387
Epílogo    393

El postrer libro de las maravillas
Prefacio a la edición inglesa    397
Prefacio a la edición americana    399
Un cuento de Londres    401
Trece a la mesa    405
La ciudad en el páramo de Mallington    415
Por qué se estremece el lechero cuando ve amanecer    423
La vieja malvada vestida de negro    427
El pájaro del ojo difícil    431
Un día en el confín del mundo    435
El bureau d’Échange de Maux    441
Una historia de mar y tierra    445
El botín de Loma    471
Erlathdronion    475
Librarse por los pelos    479
La torre vigía    483
El secreto del mar    487
De cómo llegó Plash-Goo al país que nadie desea    493
El gambito de los tres marineros    497
De cómo llegó Alí al País Negro    505
El club de los exiliados    511
Los tres chistes infernales    517


marzo 26, 2019y

12 de enero de 2017

Valdemar publica una antología de relatos sobre sabios locos

El libro incluye relatos de Ambrose Bierce, H. P. Lovecraft, Clark Ashton Smith y E. T. A. Hoffmann.



El sello editorial madrileño del macho cabrío acaba de incorporar a su catálogo una de sus tradicionales antologías temáticas que recopilan relatos clásicos de autores indispensables de la literatura de terror y ciencia ficción. En esta ocasión la temática escogida es la de los sabios locos, un arquetipo de personaje que junto al fantasma, el hombre lobo, el asesino en serie o el vampiro ha fascinado a los escritores durante generaciones, desde Robert Louis Stevenson y El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde hasta H. G. Wells y La isla del Dr. Moreau. 

El libro se titula El gabinete de los delirios: Antología de relatos sobre Sabios Locos y acaba de llegar a las librerías en tapa dura dentro de la colección El Club Diógenes, con 528 páginas y un precio de 15 doblones. "El «sabio loco» acaba degenerando en un villano megalómano y convirtiéndose en un peligro para la humanidad", señala la editorial.

El gabinete de los delirios hace un recorrido de un siglo en torno al tema del científico loco, con autores emblemáticos como E. T. A. Hoffmann, Ambrose Bierce, Edgar Allan Poe, Clark Ashton Smith o Arthur Machen, entre otros.

Entre sus páginas vamos a encontrar hasta un total de diecisiete piezas, a saber: El magnetizador de E. T. A. Hoffmann, La marca de nacimiento de Nathaniel Hawthorne, Los hechos en el caso del señor Valdemar de Edgar Allan Poe, Las tres almas de Erckmann-Chatrian, El secreto del cadalso de Villiers de L'Isle Adam, El gran experimento de Keinplatz de Arthur Conan Doyle, El maestro de Moxon de Ambrose Bierce, La novela del Sello Negro de Arthur Machen, El fabricante de monstruos de William Chambers Morrow, El nuevo acelerador de H. G. Wells, El testamento de Magdalen Blair de Aleister Crowley, Eloi, Eloi, Lama Sabachthani de William Hope Hodgson, La ventana abierta de Cinvent Starrett, Herbert West, reanimador de H. p. Lovecraft, El retorno del brujo de Clark Ashton Smith, Huesos de Donald A. Wollheim y La mosca de George Langelaan.

enero 12, 2017y

7 de diciembre de 2016

Valdemar estrena las navidades con dos macabras novedades

Una antología de relatos clásicos de vampiras y una novela inusual en la bibliografía de Julio Verne es lo que ha preparado la editorial para el periodo navideño.



El sello madrileño Valdemar apuesta fuerte para que nuestras lecturas navideñas sean lo más sangrientas (y placenteras) posible. La editorial del macho cabrío arranca el mes con dos propuestas de literatura clásica en uno de sus sellos de más reciente creación: la colección Grangaznate, de gran formato e ilustrado. En dicha colección ya han publicado a G. K. Chesterton, Edgar Allan Poe y Carlo Collodi, también encontraremos a partir de ahora a Julio Verne y otros autores clásicos del terror.

En Carmilla y otros relatos de mujeres vampiro hallaremos cinco relatos clásicos protagonizados por vampiras, a saber: Berenice de Edgar Allan Poe, La muerta enamorada de Théophile Gautier, Carmilla de Joseph Sheridan le Fanu, Pues la sangre es vida de Francis Marion Crawford y Cuando había luz de luna de Manly Wade Wellman, todos ellos con las ilustraciones de Alejandro Colucci.

Como bien argumenta la editorial:

"Bajo la mirada cómplice de la luna, «las damas de la noche» abandonan sus fríos sepulcros, sus estériles aposentos en la nada, y su cuerpo incorrupto, mortalmente bello y subyugante, se yergue en la Vida y se instala de nuevo en la naturaleza... «La mujer vampiro» subsiste gracias a la fuerza de los que todavía no han muerto, una fuerza que absorbe a través de su sangre, porque la sangre es vida. Debe succionar el aliento de aquellos que viven, o no podrá respirar. Debe beber su sangre, o morirá de hambre... Vaga en la noche alimentándose incesantemente de los vivos, reclutando nuevos miembros con que engrosar las horrendas filas de su estirpe maldita..."

En cuanto a la segunda novedad, El castillo de los Cárpatos es una novela que se publicó por primera vez en 1892 en la revista juvenil Magasin d’Education et de Récréation, y que se aleja de los cánones habituales del autor de Viaje al centro de la Tierra y Veinte mil leguas de viaje submarino. Aquí nos trasladamos hasta las montañas de Transilvania, a una aldea remota que lidia con un castillo medieval abandonado desde la que un día se avista una columna de humo, lo cual da pie a una expedición, formada por un doctor y un guardabosques, hasta la fortaleza para investigar lo que sucede.

El castillo de los Cárpatos está ilustrado por Santiago Caruso (El monje y la hija del verdugo, La condesa sangrientaEl rey de amarillo).

Sendas novedades acaban de llegar a las librerías en sus respectivas ediciones son en tapa dura y a un precio de 29 doblones cada una, con 216 y 232 páginas respectivamente.

diciembre 07, 2016y

11 de octubre de 2016

Valdemar publicará la versión íntegra de 'El reino de la noche' de William Hope Hodgson

La editorial madrileña publicará la edición sin censurar, sin recortar y con partes políticamente incorrectas incluidas del clásico de horror cósmico.


Valdemar, la editorial del macho cabrío y recopiladora de literaturas prohibidas y en ocasiones olvidadas, se ha propuesto incorporar a su catálogo todo lo que haya surgido de la mente de William Hope Hodgson, el gran influenciador de H. P. Lovecraft.

Hace unos días que sabemos que la editorial madrileña tiene intención de publicar El reino de la noche, una de esas obras que junto a Los botes del Glen Carrig (1907), La casa en el confín de la tierra (1908) y Los piratas fantasmas (1909) componen una de las pocas novelas que escribió el autor independientemente de su cuentos de terror en el mar (recopilados en Los mares grises sueñan con mi muerte).

El reino de la noche, publicada originalmente en 1912 —recordemos que el autor moriría seis años más tarde, en 1918—, versa, al igual que La casa sobre el confín de la tierra, sobre la relación del ser humano con el horror cósmico y lo sobrenatural, "la gran obra épica de un mundo sitiado por la noche eterna y por la garra de la oscuridad", de la que Clark Ashton Smith dijo que "sólo un gran poeta podría haber concebido y creado esta historia."

La novela se publicará en la colección Gótica de Valdemar, y por fin será una edición completa —y definitiva—, como mandan los cánones y de acuerdo al manuscrito original del autor, porque como aseguran en la editorial: "esta edición SÍ que es completa: con las partes políticamente incorrectas, sin censuras y sin recortes."

Recordemos que El reino de la noche se publicó por primera vez en España de la mano de Francisco Arellano en 1978, a la que siguió una edición de Forum en dos volúmenes, una inefable edición de Pulp Ediciones (también dividida en dos entregas) y una última de Hermida en su colección La Caja de Pandora.

La edición Gótica El reino de la noche estará en las librerías a mediados de noviembre.

Aquí la prueba del delito:


Estos son todos los libros de Hodgson que ha publicado Valdemar: Carnacki, el cazador de fantasmas, La casa en el confín de la tierra, La nave abandonada y otros relatos de horror en el mar, Los botes del «Glen Carrig», Los mares grises sueñan con mi muerte, Los piratas fantasmas, Trilogía del Abismo —compuesta por Los botes del «Glen Carrig», La casa en el confín de la tierra y Los piratas fantasmas— y Un horror tropical.

octubre 11, 2016y

19 de febrero de 2016

La colección más gótica de Valdemar cumple cien títulos

Gótica alcanza la centena con los cantos poéticos de Lautréamont.


Se ha hecho de rogar, pero tras pasar por una serie de problemas que Valdemar ha remediado a la mayor brevedad, tan sólo queda por fin un par de semanas para tener en nuestras manos la centésima entrega de su reverenciada colección Gótica, que no es otra que Los cantos de Maldoror del autor uruguayo Isidore Ducasse (1840-1870).

Los cantos de Maldoror es una antología de cantos poéticos que el autor, también conocido como Conde de Lautréamont, empezó a publicar en 1868 y que fue tildada poco más tarde de obsceno, blasfemo y otras lindezas propias de la época. Es decir, el título que encaja a la perfección para celebrar los cien títulos de Gótica, porque como bien dice Valdemar en una de sus redes sociales, "es una obra que nos apetecía editar casi desde el principio de la fundación de Valdemar, habría sido un número 1 perfecto de una colección de "malditos" o "una biblioteca del Infierno" que nunca llegamos a hacer."

La edición de Los cantos de Maldoror, con todos los cantos completos de Lautréamont, se complementa con una buena remesa de notas de Mauro Armiño, los poemas y cartas del autor, y para adornarla, cuenta con las ilustraciones de Santiago Caruso, cuyos trabajos hemos visto en títulos como El Rey de Amarillo de Robert W. Chambers, El horror de Dunwich de H. P. Lovecraft y La condesa sangrienta de Alejandra Pizarnik (todos ellos editados por Libros del Zorro Rojo).


El libro estará en las librerías a principios de marzo. Mientras tanto, podemos recrearnos en otros títulos de la editorial que recientemente han llegado a las estanterías como El testamento de Magdalen Blair de Aleister Crowley o la reedición de El Club de los Incomprendidos de G. K. Chesterton.


Además, para un futuro más cercano que lejano preparan El rebelde Josey Wales de Forrest Carter, nueva incorporación a la colección Frontera dedicada al western e igualmente ya se sabe que el volumen que seguirá a Los cantos de Maldoror, y por tanto el número 101, será Teatro Grottesco de Thomas Ligotti.

febrero 19, 2016y

13 de enero de 2016

Valdemar publicará una completa antología de cuentos de Aleister Crowley


Conocido como "La Gran Bestia", el inglés Aleister Crowley (1875-1947) no fue solo mago, alquimista, ocultista y un esotérico del copón, sino que entre sus muchas facetas mágicas y religiosas también estaba la de narrador de ficción y poesía.

Según ha comunicado la editorial madrileña Valdemar a sus fieles lectores mediante su muro de Facebook, publicarán El testamento de Magdalen Blair y otros cuentos extraños e inquietantes, según la editorial la mayor antología de relatos de Aleister Crowley que hasta la fecha se ha publicado en España. El libro ha sido hoy mismo enviado a imprenta, por lo que no tardaremos en verlo en la sección más oscura de las librerías.

El libro, que recopilará un total de veintidós cuentos, se publicará en la colección "El Club Diógenes", aún por confirmar si será en tapa dura o en formato rústica.

Ha habido otras ediciones de los relatos de Crowley, como que publicó Siruela en 1992 en su mítica colección "El Ojo sin Párpado", El testamento de Magdalen Blair, y que incluía precisamente el cuento homónimo así como La estratagema y Su pecado secreto, también presentes en la edición de Valdemar.

El índice del libro indica que traerá los siguientes relatos: La droga, En la bifurcación del camino, El sueño de Circe, El violinista, La zorra, Su pecado secreto, El leñador, El profesor Zircon, La lanzadora de Vitriolo, El testameto de Magdalen Blair, Ercildoune, La estratagema, La caída, Cara, La enfermedad misteriosa, El calvo, Negro y plata, El humor de Pauline Pepper, Todas las precauciones, ¡Descansen! y La escapatoria, más una presentación de casi treinta páginas.

Foto: Getty Images

enero 13, 2016y

13 de septiembre de 2015

'Grimscribe. Vidas y obras' de Thomas Ligotti

Thomas Ligotti, autor de culto extremadamente prolífico con una base de adoradores internacional, creciente a medida que su trabajo va dándose a conocer en España, donde era repetidamente ignorado por el mundo editorial. Esto último ha cambiado en gran parte gracias a Valdemar, que editaba no hace mucho una antología suya, Noctuario —con una gran acogida— y que ahora nos sorprende con Grimscribe. Vidas y obras.

Ligotti es un autor inclasificable: su obra labra un camino propio que a veces se acerca a la de Lovecraft, pero más a menudo a la filosofía existencialista y al nihilismo más decadente. La prosa de Ligotti es refinada, densa e intelectual, rica en referentes cultos, recursos literarios y experimentos narrativos. Con algunos de sus relatos se impone la relectura, ya que no es extraño perderse entre sus metáforas y juegos estéticos. No hay —probablemente— autor en el panorama del género de terror actual que esté a su altura en sofisticación. Pasemos a ver por qué analizando un poco los relatos que contiene esta antología.

En primer lugar, encontramos aquellos relatos que por su temática y estilo resultan algo más convencionales y sin duda más asequibles, aunque no por ello menos interesantes. Tenemos por ejemplo "La última fiesta de Arlequín", relato que abre la antología. En él Ligotti nos describe la investigación de un antropólogo en la ciudad de Mirocaw. Mirocaw, que se alza sobre las colinas en un estado del medio oeste, ofrece desde la distancia un efecto óptico entre la parte alta y el suburbio. La primera, a mayor altura, parece superponerse sobre la segunda como si de una máscara se tratara. ¿Cual es la verdadera cara de Mirocaw? Dado que cerca del solsticio de invierno la ciudad celebra un inusual festival que implica la presencia de payasos (precisamente el campo de estudio y pasión personal del antropólogo) éste decide quedarse e investigarlo, y con más interés aún cuando descubre los vínculos de la celebración con antiguos rituales del paganismo europeo y cierta secta siria. Al llegar encuentra la ciudad sumida en el verdor. En el frío del invierno una primavera artificial se ha instalado en las calles con la obsesiva dedicación de la ciudadanía a llenarlo todo de guirnaldas, plantas artificiales, banderines y luces todas verdes: parece como si quisieran inundarlo todo con este recordatorio de la vida ante el memento mori que supone el cambio estacional, o como si se intentara sobrecompensar un trasfondo mórbido. "La última fiesta de Arlequín" está dedicado a Lovecraft y junto con "Nethescurial" es el más cercano a las ideas del ermitaño de Providence.

En cuanto a "Nethescurial", se trata de una joya de las más destacables en este volumen. Arranca con un alarde de metaliteratura. El narrador nos resume a los lectores el relato que él mismo acaba de leer tras encontrarlo en un fajo de antiguas cartas: una historia de terror sobre una secta panteísta adoradora de una entidad pavorosa cuyo culto se centra en un ídolo de piedra oscura. Cuando el culto se escinde, los rebeldes destrozan el ídolo y reparten sus fragmentos en una miríada de islas alrededor del mundo. El hallazgo de uno de estos fragmentos —en una isla llamada Nethescurial— es el punto de donde arranca este relato dentro del relato. El narrador se nos muestra escéptico ante lo que acaba de leer, y sigue escéptico hasta que el poder, la verdad oculta tras su lectura, le alcanza y le empieza a mostrar, de un modo ineludible, lo que se oculta tras todas las cosas, el horror subyacente a la realidad al que adoraban los sectarios. Este horror pasa de un relato al narrador, y de éste a nosotros.


La metáfora es un modo por el cual el observador da forma a la realidad de acuerdo a sus pensamientos e impresiones subjetivos
Otro relato bebe, en menor medida, de las fuentes lovecraftianas. Se trata de "Los sueños de Nortown", donde otro joven estudiante de antropología es testigo de la degradación psicológica a la que va sumiéndose su compañero de piso, también estudiante, a medida que se adentra en los arcanos de una escuela mística secreta. Sus experimentos le llevan a soñar con cosas ajenas a nuestra percepción, y a la vez, le exponen a los sueños de las entidades que puedan residir en estas dimensiones. Poco a poco, el clima psíquico del piso que comparten se va enrareciendo y el joven antropólogo empieza a compartir los mismos sueños. Espoleado por el deseo de atestiguar la resolución del proyecto de su amigo, le sigue una noche en sus correrías nocturnas. El contactar con otras realidades mediante el sueño, el atraer con ello una atención indeseada es uno de los temas lovecraftianos, pero a la vez este relato sirve de puente para el gran tema de esta antología: la naturaleza de la realidad, la forma como la percibimos, qué efectos, dimensiones o engaños puede ocultarnos la percepción tal y como la tenemos programada y como puede distorsionarse la realidad cambiando esta programación.

En este sentido la metáfora, este recurso literario del que Ligotti a veces parece que abuse, cobra un nuevo significado. Podríamos decir que la metáfora es un modo por el cual el observador da forma a la realidad de acuerdo a sus pensamientos e impresiones subjetivos, por ejemplo «estas butacas son unas lápidas», «la luz morada con la tonalidad de un corazón abierto». Y Ligotti, quien en la mayor parte de estos relatos discute la cualidad física e imperturbable de la realidad sometiéndola a la percepción, usa de un modo extremadamente hábil, y muy recurrente, la metáfora, siempre relativa a imágenes mórbidas, para construir un subtexto que refuerza de forma subliminal el mensaje del relato: la verdad está en el ojo del observador.

Y así nos lo presenta en relatos como "Los anteojos de la caja", "Los místicos de Muelenburg" o "A la sombra de otro mundo". En "Los anteojos de la caja" un cínico coleccionista de rarezas, aburrido del proceso por lo cual lo extraño y misterioso de cada nuevo descubrimiento acaba volviéndose mundano una vez el misterio se desentraña, engaña a un sugestionable amigo, hastiado de su entusiasmo soñador. Aprovechando una de sus visitas, le obsequia con unos sencillos anteojos que, dice —mediante un ampuloso e hipnótico discurso—, son un maravilloso artilugio capaz de mostrar otras realidades al portador. En "Los místicos de Muelenburg" tenemos un escenario similar —que se sigue repitiendo en muchos de los relatos— en el que un pupilo aparece ante un maestro, un místico, y le escucha pontificar sobre la naturaleza de las cosas. Klaus Klingman, que aquí juega el papel del maestro, explica que las cosas no son lo que parecen ser, y que optamos por ignorar esta verdad para salvaguardar nuestra cordura. La realidad es la percepción, luego, ¿qué existe más allá de nuestros sentidos? ¿Pueden esos sentidos ser entrenados para ver más allá? Klingman logra dominar la técnica y gracias a ello vive en un estado superior. Ve sin restricciones, ninguna, ni las que impone la muerte: así puede contactar con aquellos que ya llevan tiempo muertos y a través de ellos saber del curioso caso de Muelenburg. De cuando sus habitantes, en la oscuridad del siglo XIV, se perdieron un día sin razón aparente al margen de la realidad, atrapados en un crepúsculo permanente donde todo cambia de forma según las expectativas de su observador.


En "A la sombra de otro mundo" el tema es similar: realidad y percepción. Percepción, una vez más, de otros mundos superpuestos al nuestro, o de los que el nuestro es una proyección defectuosa. La casa que visita el protagonista perteneció a otro de estos místicos que exploran el velo de la realidad; la equipó con unos cristales especiales (obra de una ciencia perdida o de la magia) en todas las ventanas —especialmente en las del alto torreón octogonal que corona el edificio— que, cual lentes de unos anteojos, permiten al mirar a través ver  otros mundos que los sentidos nos ocultan; el problema es que a través de una ventana tanto se puede observar como ser observado.
Estos relatos forman el núcleo temático puro de Grimscribe. Si bien todos, algunos más que otros, tratan estos temas, estos tres lo hacen de forma más específica y casi obsesiva.

Cuando, mucho después de su muerte, se escriba sobre la historia del terror en algún medio del siglo XXII, se nombrará a Ligotti entre los más grandes
El resto de relatos los agrupo en un tercer conjunto sin etiquetar. En "Las flores del abismo" el narrador, profesor de un pueblo pequeño, se lamenta de la suerte que ha corrido al aceptar el encargo de la población e ir a investigar las intenciones de un ermitaño que se ha instalado en la casa donde no hace mucho murió la familia Van Livenn. El asceta le recibe cordialmente y le expone su proyecto vital; es un estudioso de la locura de las cosas. A menudo ha mirado en el abismo y ha vuelto, y allí, en aquella casa, está un objeto que resulta digno de su estudio. En "Los capullos" un doctor despierta a un paciente a medianoche para pedirle que le acompañe a ver a otro paciente al que dejó de tratar hace un tiempo. El psiquiatra parece convencido que del encuentro entre ambos pacientes surgirá algo positivo para las patologías de ambos. "El Glamour" es la historia de un amante de los paseos nocturnos que se aventura por primera vez en un barrio desconocido. Allí se siente poderosamente atraído por sus calles iluminadas y sus escaparates, por el reflejo de las luces y la vibración especial de la vida nocturna, y se siente embargado de una gran felicidad. Como llevado por una inspiración descubre una entrada lateral a un cine abandonado y entra a ver la proyección; telarañas finas como cabellos cubren todo, butacas y espectadores incluidos. Recordemos que "Glamour" es la magia de atracción y encantamiento que atrapa la mente y distorsiona la realidad, propia según el folclore de hadas y elfos. Si es que un ser mágico de este tipo puede existir en un relato de Ligotti, podemos estar seguros de que sus métodos e intenciones distan de los inocentes juegos de los seres de los cuentos infantiles.

En "La escuela nocturna" acompañamos a un alumno con una crisis existencial a la clase que imparte por las noches un excéntrico profesor portugués en un edificio abandonado, sucio y enfermo, en medio de un parque de árboles esqueléticos. Al recorrer la escuela a oscuras, preguntándose acerca del profesor y de la nueva tarea que pueda haberles preparado, el chico encuentra a otros alumnos — vagabundos y alucinados harapientos la mayoría— que le guían a la nueva aula donde se impartirá la clase y él podrá ver resuelto su dilema vital. En este relato, igual que en "La biblioteca de Bizancio" —que narra el extraño encuentro entre un niño poseedor de capacidades clarividentes y un interés artístico por el horror y un sacerdote devoto a la contemplación del sufrimiento como forma de alcanzar la iluminación— se percibe un toque de humor negro muy refrescante en un tomo con relatos tan densos.

Cierran Grimscribe. Vidas y obras dos relatos inclasificables: "La señorita Plarr" sigue la extraña relación entre un niño y la nueva ama de llaves que se ocupará del hogar durante la ausencia del padre y la enfermedad materna. en "La sombra en el fondo del mundo" una antigua fuerza despierta en una localidad rural con el fin del verano. Su poder subterráneo impone una estación antinatural de extraña calidez a la región e inspira sueños de putrefacción y oscuridad a los habitantes del pueblo. Como un antiguo dios pagano, lo que ha despertado escoge su sacerdote. Y como con una de aquellas deidades, puede necesitarse sangre para aplacarlo.

Es innegable que Ligotti no es autor para todos los gustos: no es un autor de masas y nunca lo será. Su estatus es el de autor de culto, ignorado por la mayoría, riéndose desde las tinieblas de los que se autoproclaman reyes del terror. Cuando, mucho después de su muerte, se escriba sobre la historia del terror en algún medio del siglo XXII, se nombrará a Ligotti entre los más grandes. Lo único que podemos hacer nosotros ahora es participar de las visiones que quiera seguir compartiendo y esperar que Valdemar nos las siga facilitando a buen ritmo.

Valdemar, 27 mayo 2015
Tapa dura, 256 págs. 21 €
Traducción de Marta Lila Murillo

septiembre 13, 2015y

12 de junio de 2015

'Kwaidan y otras leyendas y cuentos fantásticos de Japón' de Lafcadio Hearn

Kwaidan y otras leyendas y cuentos fantásticos de Japón es la mejor antología disponible sobre las obras del autor que explora el Japón sobrenatural.


Ante todo hay que decir que Lafcadio Hearn fue uno de los pioneros de la fascinación occidental por Japón y todo lo japonés, una realidad que en España se manifiesta sobre todo a través de los otakus (seguidores de manga y anime). A partir de esta afición surge en nuestro país un interés inmenso por el país asiático, sus costumbres, sus paisajes, su historia y cultura. El viajar allí acaba convirtiéndose en una meca, un camino que Hearn recorrió hace más de un siglo.

La cultura nipona es ahora bastante conocida: nos llegan constantes referencias en forma de manga, cine y videojuegos, forma parte de una cultura global. ¿Pero cuánto sabemos en realidad de Japón? No de su realidad mainstream, sino de su alma, por decirlo de algún modo. De la forma de ser, de su folclore. De cómo piensa su gente y porqué. Japón es un caso de estudio extraordinario para los amantes de la historia y del estudio del choque cultural: hasta mediados del siglo XIX era un país prácticamente feudal, con una economía y tecnología militar a grandes rasgos equiparables a las del medievo europeo. En unas pocas décadas, y tras la intervención del Comodoro Perry y el tratado de comercio que impuso a la fuerza obligando al país a abrirse a occidente, el país cambió radicalmente. Fue el fin del Shogunato y el inicio de la era Meiji, que empezó a modernizar (u occidentalizar) Japón a tal velocidad que a mediados del siglo XX ya se había convertido en una potencia mundial. En este choque entre la occidentalización y los tradicionalistas se han ambientado miles de manga, novelas, películas y juegos. Como fenómeno antropológico no tiene igual.

Pues bien, fue a este Japón convulso donde llegó Lafcadio Hearn, dejando atrás una vida aún más convulsa de matrimonios interraciales en el contexto de los estados segregados de América, una familia disfuncional dividida entre anglosajones y mediterráneos, y dividida una vez más entre católicos, protestantes y ortodoxos. No es de extrañar que de todo este caos emergiera un hombre profundamente ateo, escéptico para con todo lo sobrenatural. Dedicado intelectual y laureado periodista, Hearn al autoexiliarse al lejano Oriente buscaría quizás un paraíso perdido donde, como suele decirse, encontrarse a sí mismo lejos del hastío de la sociedad occidental masificada, materialista y cargada de perjuicios.


Y contra todo pronóstico, Hearn se integró perfectamente en Japón —basta con mirar la foto de arriba—, aunque no a efectos prácticos, porque como nos cuenta Jesús Palacios en su extensísimo prólogo, nunca llegó a dominar el japonés. Tanto para hablar con sus nuevos compatriotas como con su mujer, descendiente de una familia de samuráis venida a menos, necesitaba intérprete. Su condición de extranjero era a la vez un reclamo y una carga: aún algo exótico —y útil para un gobierno que quería entablar relaciones con occidente —y a la vez extraño en sus costumbres para la mayor parte de la población. No, Hearn se integró a un nivel distinto: sintonizó con esta alma que comentábamos, este espíritu de lo japonés del que quedó completamente prendado y al que dedicaría los últimos años de su vida. 

A esta dedicación debemos mucho: sigue siendo —hoy en día, cuanto tanto se ha escrito sobre el tema— una de las principales fuentes para quienes estamos interesados en la cultura nipona. Fue de los primeros en divulgarla en un mundo anglosajón que desconocía todo al respecto. Y para hacerlo escogió el género victoriano por excelencia: el relato de fantasmas. A través del relato, mostró al público occidental una forma de pensar distinta, una realidad cultural fascinante, y la registró para la posteridad.

Entre el relato victoriano, anglosajón, y el japonés, hay una perspectiva muy diferente. En "Un karma pasional", por ejemplo, el narrador y un amigo discuten acerca del protagonista del cuento de fantasmas que nos acaban de relatar, y ambos están de acuerdo en que es un cobarde. Esta discusión me parece muy interesante. En parte de la literatura europea de fantasmas al amante muerto que vuelve de la tumba se le recibe con los brazos abiertos: es otra oportunidad de disfrutar de su compañía. La muerte es algo menor ante el amor, el que se comparta con un espectro es un detalle poco importante, pero en los relatos de Kwaidan no es así. En este terror japonés se respeta y se teme a la muerte como en cualquier parte, pero aunque el amor no muera con la muerte del amado, el retorno de éste de entre las tumbas se recibe con rechazo. El vivo puede amar a su consorte difunto, pero no por ello se mostrará dispuesto a morir en sus brazos cadavéricos. Esto le parece criticable a Hearn, como narrador: desde su punto de vista occidental le parece reprochable que el joven superviviente de algún modo traicione a su amada que ha vuelto de la tumba para estar con él.


Seguramente esta diferencia filosófica se deba a las creencias budistas de los protagonistas: morir en esta vida para, llevados por el karma, reencontrarse en una vida futura, de nuevo vivos los dos. Luego, en la vida presente, parece lógico rechazar al amante si se trata de un cadáver animado o una emanación ectoplásmica. En la tradición de las religiones abrahámicas solo hay una vida terrenal y la promesa de una existencia eterna en el paraíso. Condicionada, eso sí, a haber seguido fielmente los dogmas de la iglesia. Entre el amante vivo y su pareja muerta había solo una posibilidad de disfrutar del amor en la tierra: la muerte la ha estropeado. Puesto que el reencontrarse en la vida celestial no es siquiera seguro (existe la posibilidad de verse condenado al infierno), ¿cómo no abrazar la posibilidad del reencuentro aunque implique abrazar a un no muerto?

En algo sí comparten mucho el relato japonés y el victoriano: en ambos encontramos a personajes tan extremadamente sensibles que mueren (uno tras de otro) a la más mínima perturbación emocional. ¿Que sienten un amor no correspondido? Mueren de pena. ¿Que su amo acaba de morir? El criado muere acto seguido, tan fiel era que no puede seguir viviendo. En muchos de estos relatos el terror, más que en lo psicológico (intelectual) o físico (gore) se basa en lo puramente emocional: en lo que siente alguien ante una situación, más que en como trata de racionalizarla. Es frecuente en estos relatos que ante un problema de índole sobrenatural el protagonista no se plantee para nada la naturaleza de lo que está viviendo ni decida afrontarlo solo, sino que de inmediato acepta que se encuentra ante algo sobrenatural y consulta con un especialista (un sacerdote, un teólogo de algún tipo) para que le diga lo que hacer. Otra gran diferencia con el terror occidental, donde el protagonista suele enfrentarse a lo que ve, negándose a aceptarlo a menudo con consecuencias trágicas.

Muchos de los relatos de Kwaidan ponen el foco en el amor y la fascinación por la belleza. En "La compasión de Benten" el protagonista se enamora perdidamente de alguien bello que ha visto brevemente. En este estilo fijado tan japonés en la predestinación el chico es correspondido de inmediato: ambos sienten que están hechos para amarse. Su fijación es tal que lo sobrenatural surge de esta fuerza de atracción y acaba por juntarles, sea lo que sea lo que les separe. Este tipo de relatos son completamente opuestos a los que, como comentaba más arriba, aceptan que la relación acaba tras la muerte. Quizás sea porque en el primer caso se trata de relaciones que por pasionales que fueran en su momento, tuvieron ya su apogeo y se marchitaron; y en el segundo se trata de amores que acaban de nacer y es en este momento que las barreras no importan. Es una visión muy realista de las cosas.


El destino y el karma son otro gran tema: aparecen sabios maestros que pueden saber con exactitud lo que les depara el porvenir, basándose en el karma de existencias pasadas. Se trata de figuras casi mitológicas, con atribuciones superiores a las del simple humano, y por ello comparables a criaturas del folclore. De éstas encontraremos también en las páginas de Kwaidan. En "La gratitud del Samebito" o "Historia de un Tengu" la estructura es la clásica del cuento japonés. Los protagonistas, humanos compasivos, salvan de la muerte a una criatura que resulta ser un poderoso ente sobrenatural, quien luego les recompensa. La criatura que se nos presenta en "Jikininki" es de una naturaleza completamente distinta.

En "La doncella del cuadro" tenemos un pigmalión oriental. El joven se enamora de la chica representada en un cuadro, pintada con maestría. Quizás porque al pintarla el autor atrapó algo del alma del modelo o porque la devoción del chico es tan fuerte como para dotarla de existencia, la chica pintada cobra vida para él.

Lo grotesco y mórbido también tienen cabida. De hecho es una de las grandes especialidades del terror japonés como puede constatar cualquier fan actual, y parece ser que ya viene de antiguo; montar a la esposa muerta cual caballo para librarse de su venganza sobrenatural o, precisamente, vengarse de la inocente amante de un marido fundiendo, como último acto antes de morir, sus manos cadavéricas en sus pechos es una muestra de lo que podemos encontrar por aquí en sendos relatos.

Para terminar, decir que la de Valdemar es la mejor edición disponible de las obras de Lafcadio Hearn que exploran el Japón sobrenatural. Y aparte de lo exquisito de los relatos y de la narración, que a menudo recurre a herramientas periodísticas, es un documento de valor antropológico: pocas veces encontraréis tantas anotaciones a pie de página de mano del propio autor clarificando o añadiendo información, hasta el punto que incluso los más devotos japonófilos se sorprenderán de cuanto les queda aún por descubrir. En lo que a mi respeta, lo más interesante ha sido el explorar el budismo japonés a través de sus mitos y cuentos populares: un tema que me era completamente desconocido, acostumbrado como estoy —y creo que no soy el único— en pensar en "sintoísmo" al asociar Japón y religión.
KWAIDAN Y OTRAS LEYENDAS Y CUENTOS FANTÁSTICOS DE JAPÓN
Fecha de lanzamiento — 10 de abril de 2015.
Editor — Valdemar.

Edición — Tapa dura, 368 págs.
Precio — 25,50 €.
Traducción — Marian Bango Amorín.
Serie — Independiente.

Este volumen reúne por vez primera en nuestro país el grueso de los relatos japoneses de fantasía y terror de Lafcadio Hearn, escogidos cuidadosamente de entre sus principales obras del periodo japonés: En el Japón fantasmal (1899), Sombras (1900), Miscelánea japonesa (1901), Kotto (1902) y Kwaidan (1903). El lector encontrará en esta amplia antología desde relatos clásicos del kabuki más terrorífico, como Un karma pasional, hasta pesadillas macabras como El jinete de cadáveres; venganzas sobrenaturales implacables como De una promesa rota, digresiones oníricas como El devorador de sueños, apuntes de genuino horror cósmico como el alucinante Fragmento, o La historia de Mimi Naishi Hoichi, una de sus más famosas narraciones espectrales.

junio 12, 2015y

22 de mayo de 2015

Reseña: 'El libro de Lovecraft' de Richard A. Lupoff, reescribiendo el 'Mein Kampf'


El libro de Lovecraft
Género: Ficción histórica; Editor: Valdemar; Edición: Rústica, 416 páginas, 11,60 €; Traducción: Elías Sarhan

Howard Philips Lovecraft, además de uno de los mayores nombres de la literatura de terror, era un xenofobo convencido. Esto es un hecho innegable: cualquiera que sepa algo de su vida puede constatarlo —el famoso episodio de su visita a Nueva York, donde la visión de inmigrantes de variadas nacionalidades le asqueó profundamente— e incluso resulta evidente en su obra, donde a menudo insiste en temas de raza y mestizaje.

Siendo un autor importante y con una obra extensa y muy querida, no le han faltado defensores. Se suele decir que era simplemente “un hombre de su tiempo”, y que en aquel entonces estos temas estaban poco evolucionados, que se crió en un entorno conservador donde pensar de aquel modo era lo habitual e incluso que su prejuicio era únicamente intelectual, implicando que en el trato personal nunca habría cometido la descortesía de insultar o apalear a alguien que no fuera anglosajón. Gran consuelo.

Richard A. Lupoff

Pero el hecho es que “su tiempo” son los años treinta, su tiempo es el siglo XX. No estamos hablando de un burgués nacido en una plantación del sur profundo a mediados del XIX. La gran depresión aún coleaba en los estados unidos, se presionaba para que el poco trabajo disponible fuera para los blancos, había segregación en escuelas y sitios públicos. Pero Lovecraft no trabajaba más que para la ocasional revista de relatos Weird Tales o para algún patrón para quien ejercía de negro literario, y raramente salía de su Providence natal. Difícilmente se podría haber encontrado en alguna situación desfavorable que pudiera atribuir, al retorcido modo de los racistas, a una mala distribución de los recursos entre “locales” y “extranjeros”.

Una actitud tan xenófoba en aquel contexto se podría haber llegado a comprender mejor en alguien iletrado, pero Lovecraft, aunque careciera de estudios superiores, era un estudioso autodidacta, lector consumado, un hombre muy ilustrado. Resumiendo: no se puede excusar a Lovecraft. Sus ideas respecto a estos temas eran tan repugnantes como lo son sus descripciones de las distintas etnias con que se iba cruzando. Lovecraft solo era “un hombre de su tiempo” entendiéndolo de forma completamente literal: “su” tiempo. Un tiempo que nunca existió, una especie de arcadia feliz que había montado a partir de fragmentos de costumbres victorianas, de la era georgiana, de actitud caballeresca, de nociones sobre la supremacía anglosajona derivada directamente de los peores delirios de grandeza del Imperio Británico, todo mezclado con una personalidad antisocial e introvertida y la influencia de una familia cuanto menos disfuncional.

Como personaje, Lovecraft es fascinante: su biografía —la de L. Sprague de Camp, por ejemplo, también la publicó Valdemar y recomiendo su lectura— es muy interesante. De sus neurosis supo sacar mucho jugo, y de su personalidad Lupoff saca una excelente novela histórica.

Lovecraft, los nazis y la reescritura del Mein Kampf

El libro de Lovecraft, de Richard A. Lupoff (Brooklyn, 1935), reeditado recientemente en la colección Diógenes de Valdemar, es una novela histórica de ficción, pero soberbiamente ambientada. No hay elemento sobrenatural alguno, ni se intenta construir una historia de terror. Dicho queda como advertencia, porque podría llevar a engaño el nombre de Lovecraft en el título.


Antes de entrar a comentar la premisa, decir que Lupoff se documentó a conciencia para escribir esta novela. Y se nota. Es vívido el retrato que pinta de aquellos años tan convulsos en los que Mussolini acababa de tomar el poder en Italia, Alemania seguía arrastrando las consecuencias del tratado de Versalles que facilitarían el ascenso de Hitler y la revolución Rusa, que al estallar había mandado un mensaje de alarma por todo el mundo, estaba en un momento decisivo con la lucha por el poder entre Stalin y Trotsky.

Todos estos problemas, lejos de quedarse en Europa, ya habían cruzado el Atlántico y estaban muy presentes en las calles de Estados Unidos. Camisas negras, defendiendo el fascismo, los rojos, el comunismo, el Ku Klux Klan radicalizándose. Sumemos los fanáticos religiosos, el desempleo y un miedo generalizado al conflicto que efectivamente acabaría llegando y convirtiéndose en la Segunda Guerra Mundial y tendremos una situación de extrema tensión.

Solo por esto ya merece la pena leer este libro. Dejando de lado la trama, los personajes, el fondo es muy interesante y creo que poco conocido: la siniestra excentricidad del KKK y el submundo de los ultraderechistas.

La trama en sí es interesante. Como decía, las ideologías extremistas gestadas en Europa estaban penetrando en América: una América con las defensas bajas tras la crisis. Pero para ciertos individuos afines al nacionalsocialismo esta penetración era demasiado lenta: se requería de algún golpe de efecto. Y cuando el editor George Sylvester Viereck, con conexiones con el anterior régimen alemán y con el nuevo régimen germánico en gestación descubre a Lovecraft, cree haber encontrado el modo de lograr este golpe.


La ideología Nazi tenía que difundirse, pero no llegaría al gran público si lo hacía de la mano de un inmigrante alemán, de un extranjero. Siendo Lovecraft un Americano de pura cepa, descendiente de Ppuritanos de la vieja Providence, el impacto sería mucho mayor. Un estadounidense con pedigrí para escribir el remake americano del Mein Kampf.

Y, como reza el prólogo, Lovecraft realmente se lo plantea; en este tal Hitler ve paralelismos que le inspiran. El que HPL se condene definitivamente a ojos de la historia o esquive la bala dependerá únicamente de un grupo de amigos legendarios por derecho propio: Robert E. Howard, Clark Ashton Smith, Frank Belknap Long... y su esposa, la olvidada Sonia Lovecraft. Y Hardeen, hermano de Houdini. Todos personajes reales y muy bien caracterizados: a Howard lo vemos paranoide y de gatillo facil en su papel de Bob Dos Pistolas; Ashton Smith, bohémio y discreto; en Sonia Lovecraft recaerá el papel trágico, enamorada de un hombre tan peculiar para quien ella apenas existe, y Hardeen es el héroe con más recursos de los previsibles.

Naturalmente, Lupoff inventa la mayor parte de la trama, pero adornada con suficientes elementos de verdad como para hacerla creíble; el unterwasserprojekt es tan fantástico como verosímil y el modo como Lupoff lo conecta con la gestación de la más conocida de las obras de HPL, La llamada de Cthulhu, es un detalle memorable.

El propio autor busca formas de redimir a su personaje principal, Lovecraft. Tenemos que reconocerlo, era un hombre que no vivía en la realidad. Varias veces se le recuerda a lo largo de esta novela que una cosa son las ideas y otra el efecto que estas puedan tener sobre la gente, y aquí es donde el hermitaño de Providence falla. Él existe en su arcadia mental anglosajona y pergeña teorías cuya injusticia —y trágicas consecuencias— no le preocupan porque no llega a vincularlas con seres humanos reales. Dicho lo cual, que quede claro: es mi opinión y normalmente (hay excepciones, y uno no es perfecto) es conveniente separar a un autor de su obra. La ideología del primero no tiene por qué inspirarnos rechazo por la segunda.  

mayo 22, 2015y

13 de abril de 2015

Reseña: 'Una temporada en Carcosa', una antología de Joseph S. Pulver sobre el Rey de amarillo

Cuando hablamos de primigenios, últimamente suena más el nombre del Rey de amarillo que el del propio Cthulhu. Lo debemos en gran parte a la memorable True Detective que la temporada pasada asombró a telespectadores de todo el mundo. Allí se hacía referencia a la olvidada ciudad de Carcosa y al Rey de Amarillo, despertando el interés en aquellos temas arcanos.

Aunque se le incluyera en los mitos posteriormente, el Rey precede a la obra de Lovecraft: se remonta a 1895 con la colección de relatos de Robert Chambers El rey de amarillo. Éste, a su vez, había usado elementos de la obra de Ambrose Bierce de 1881 Un habitante de Carcosa para enriquecer el mito.

Después de Chambers, Lovecraft mencionó al Rey en su ciclo de Cthulhu —asociándolo a Hastur—, y autores posteriores siguieron en esta línea. En la actualidad el canon de los mitos, derivado de sus apariciones en varias obras o en el juego de rol La llamada de Cthulhu el Rey es un avatar del primigenio Hastur, un ser por tanto de una naturaleza similar a la de Cthulhu, Nyarlathotep o Yog-Sothoth.

Sin embargo, todo esto es una construcción posterior: la evolución de un mito a partir de muchos referentes. Es mitología tomando forma ante nuestros ojos. Algo similar debió ocurrir cuando se configuraron —hace miles de años— los mitos griegos, aunando personajes y sucesos históricos con creencias religiosas de otros pueblos y la imaginación de los escritores. En su origen el Rey de Amarillo y Carcosa eran algo muy distinto. Del mismo modo que la máscara de la muerte roja llevaba un sangriento fin al baile, el Rey de Amarillo trae la locura y su mascarada era más sutil y siniestra. Los relatos de Chambers están cargados de simbolismo y a veces es difícil seguirles el ritmo, y en esta antología que nos trae Valdemar, Una temporada en Carcosa, experimentaremos una sensación similar.

Estamos ante una muy buena antología y ante una de esas raras ocasiones en las que sí se puede juzgar el libro por su portada, gracias a la alucinante ilustración de Samuel Araya. El amarillo es el color de la enfermedad, de la demencia, de las personas y de los lugares cuando estos pierden su objetivo original y agotados por el paso del tiempo presentan una misma cara descolorida e ictérica —haciendo uso de uno de los adjetivos más repetidos en los relatos que nos ocupan—. En Una temporada en Carcosa la mayoría de los relatos giran en torno a estos conceptos. En el mismo ambiente que se respiraba en El diablo a todas horas de Donald Ray Pollock o en la propia True Detective: decadencia y desesperación, agotamiento. Suciedad en las costuras de la sociedad, entre los marginados.

Como la mayoría de antologías, esta tiene una virtud y un defecto. La virtud de ser una embajada de autores desconocidos para el lector. El defecto es ser irregular. Algunos relatos me han parecido excelentes, auténticas joyas. Otros han pasado sin pena ni gloria.  Unos pocos me han parecido si no malos, por lo menos no de mi gusto. Es algo inevitable, en gran medida subjetivo, y para cada lector será una experiencia distinta.

A mi por ejemplo uno de los primeros relatos, “Más allá de las orillas del Sena” de Simon Strantzas, me ha dejado frío. Nos presenta la historia de un músico fallido, harto del fracaso, que se embarca en la realización de un último proyecto que, espera, supondrá su éxito definitivo. El narrador es su amigo, un virtuoso megalómano que parece sentir la necesidad de ridiculizarle constantemente e interpretarlo como amistad. El tema de fondo no es otro que la muy manida historia de pacto fáustico donde el violinista —aquí compositor— pacta con el diablo a cambio de un talento inhumano. Cambiemos Paganini por Henri y Satán por el Rey de Amarillo y tendremos “Más allá de las orillas del Sena”, un relato que además tampoco destaca por la caracterización de los personajes ni por ningún gran momento de horror o inquietud.


Algo mejor es el que abre el libro, “Mi voz está muerta” de Joel Lane, donde un hipócrita católico se agarra al clavo ardiente de una secta inspirada en Carcosa como último recurso ante el cáncer terminal que le devora. Creo que es una buena elección para empezar la antología; más que marcar un hito de terror deja una sensación de ambiente malsano entre lo que explica y lo que deja a la imaginación que pone al lector en el humor adecuado para enfrentar el resto de la lectura.

“Noche de cine en casa de Phil” de Don Webb me llama inmediatamente la atención: el argumento es muy similar al de uno de los mejores episodios de la serie Masters of Horror. En “Cigarette Burns” de John Carpenter, octavo episodio de la serie, un cinéfilo encarga la búsqueda de una película maldita que tras una sola reproducción en el festival de cine de Sitges fue retirada de circulación. Todos los espectadores enloquecieron y se produjo al final un festival de automutilación. El concepto de película maldita lo toma Don Webb y como hiciera Carpenter lo adereza con referentes de verdad; atribuye a Roger Corman la autoría de una película en su ciclo de E. A. Poe llamada El Rey de amarillo, con Vincent Price entre el elenco. Ni Corman rodó tal película en su célebre ciclo ni Price formó parte de nada similar, ni por supuesto Poe tiene nada que ver con el Rey de Amarillo (aunque haya cierto parecido entre éste y “La máscara de la muerte roja”), pero suena verosímil. Phil, padre de familia cinéfilo, compra en ebay una copia de esta película para reproducirla en casa, en un paso más para estrechar lazos con su hijo. El resultado es interesante.  

En “Mensaje encontrado en una habitación de hotel de chicago” de Daniel Mills las mezclas entre personas reales y ficticias vuelven a usarse libremente, y en “Me ve cuando no estoy mirando”, “Gran final, segundo acto” o “El teatro y su doble” se intenta una técnica similar a la de Lovecraft hablando del Necronomicón. La del Rey de Amarillo es una obra literaria real, independiente de Chambers, que lleva a la locura y a la desviación a quien la lea. Este tema se repite continuamente, hasta el punto en que valoro más los relatos que aún bebiendo de la misma fuente que el resto, buscan la forma de presentar algo más original. “El teatro y su doble” por ejemplo es un texto largo, mareante, un devaneo del artista bohemio con la mente deteriorada por la droga que se aproxima al monólogo interno, el equivalente literario a un lienzo surrealista: lo mismo pasa con “No hay suficiente esperanza” de Joseph S. Pulver. Es como un intento infructuoso de ser Burroughs y es la obra que más me ha costado terminar de las aquí incluidas.


En “Brillantes huesos negros y tenues estrellas negras” Gemma Files ofrece esta visión moderna del mito que está de moda desde que Richard Matheson escribió La casa infernal: añade algo de ciencia a la magia a la que estamos acostumbrados. La protagonista es una antropóloga forense que viaja a una Carcosa real, una isla cerca de Indonesia donde se ha descubierto una práctica aberrante por la cual desde hace siglos se ofrecen sacrificios humanos por quien sabe qué motivo. Los habitantes de la isla son a Hastur lo que los de Insmouth a Cthulhu y Dagon: parecen criaturas híbridas entre humano y esta especie de Slenderman que es el Rey de Amarillo.

Con “Aquellos cuyos corazones son de oro puro” de Kristin Prevallet superamos ya el punto de no retorno; de momento nada nos ha impresionado especialmente y hemos leído mas o menos la mitad del libro —salvamos sobre todo el relato de Don Webb y “El himno de las híades”, una historia muy bien llevada de Richard Gavin sobre un niño que descubre muy a su pesar lo que pasa cuando recoge de las aguas del río helado cerca de us casa una de estas estrellas negras que a estas alturas ya nos son tan familiares—. Es ahora o nunca cuando tiene que llegar este relato que nos marque: y aquí lo tenemos. Kristin Prevallet nos introduce de lleno en la mente de una chica enterrada en vida bajo las obsesiones de su madre. Nunca ha salido, no ha conocido a gente, no ha vivido: es como una Carrie espantada del mundo y acostumbrada a seguir las instrucciones de su tiránica progenitora. Cuando la madre parte de viaje y la deja al cargo de la casa, las cosas empezarán a cambiar. Como inocente acto de rebeldía o de reclamación de una libertad hasta ahora desconocida la chica empieza a actuar de modo completamente aleatorio; nada más que pequeñas acciones ilógicas que, a partir del momento en que encuentra una vieja joya de ónice negro con un símbolo amarillo grabado empiezan a escalar hacia lo sociopático. Su mente desconecta de la realidad: su mundo es solo un campo para experimentar nuevas emociones, pura voluntad sin freno moral ni sentido de autoconservación.


Y si con Kristin Prevallet encontramos una auténtica joya de relato, la buena racha sigue y a partir de aquí la antología no solo se recupera sino que mantiene un ritmo excelente. En “El amanecer de abril” de Richard A. Lupoff se produce otra de estas afortunadas combinaciones entre un ingénuo inocente (John O'leary) empleado como asistente por un astuto investigador (Abraham ben Zaccheus) —en este caso investigador de lo oculto— que tras encontrarse con el propio Robert Chambers asisten a una representación en vivo de la adaptación a la ópera de El Rey de amarillo. Otra vez el teatro: pero tan bien escrito, con un sentido del humor fino y unos personajes tan atractivos que me hacen olvidar completamente las reticencias que mencionaba anteriormente y maldecir este horrible momento en que uno se da cuenta de lo mucho que le gusta un escritor y de lo poco que se ha traducido al castellano de su extensa bibliografía. “Rey Wolf” y “Sweetums” son de estos relatos que aguantan tantas relecturas como uno quiera darle, y “D T” del gran Laird Barron es la introducción perfecta para los que aún dudábais si comprar su novela El rito que Valdemar publicó bajo en el sello “Insomnia”.

Y dejo para el final el que para mi es el mejor relato de todos: “El pozo de los deseos” de Cody Goodfellow. Adoro la idea de la serie juvenil ambientada en una clase donde todos los niños tienen que llevar una máscara y reciben enseñanzas a veces absurdas, a veces crueles. Uno de estos niños, años después, intenta recuperarse de la experiencia que supuso participar de aquel proyecto; la adicción a toda clase de alucinógenos, al tabaco, el paso por decenas de consultas psiquiátricas no le ha servido para rehacer su vida. Ellos aún le persiguen. ¿Y quienes son Ellos? ¿Los otros niños, la siniestra profesora Iris, Cassilda o los otros visitantes que ocasionalmente aparecían en el show? ¿O los productores de la serie? ¿Hay una secta detrás de todo o solo la imaginación desbocada de una mente deteriorada? Esta vida arruinada encontrará sus respuestas en su isla de paz particular, en un pequeño bosque rodeado por la autopista. Este relato me recuerda un poco una película que he disfrutado mucho recientemente y que también aprovecho para recomendar: Starry Eyes.

Para los amantes de la literatura experimental, para los que prefieren los relatos clásicos o el revisitar temas clásicos bajo óptica moderna: hay para todos en este libro. Una temporada en Carcosa es una lectura ideal tras haber terminado El Rey de amarillo de Chambers, también publicado por Valdemar. Leed el original, leed luego este, un homenaje a su legado: entre ambos hay un siglo de distancia pero El Rey de amarillo está más de actualidad que nunca.

Valdemar. Tapa dura, 416 páginas, 27,50 €.

abril 13, 2015y

18 de febrero de 2015

Reseña: 'Hiperbórea y otros mundos perdidos' de Clark Ashton Smith, fantasía de alto nivel

Habiendo editado las obras completas de Lovecraft y buena parte de la producción de Robert Howard, en el catálogo de Valdemar Gótica había un vacío obvio que no hace mucho se ha empezado a rellenar: faltaba el tercer grande de la Weird Tales, Clark Ashton Smith. El poeta olvidado, para mi gusto el mejor escritor de los tres.

Valdemar Gótica empezó editando su antología mejor valorada, Zothique, el último continente, que supone la más sublime de las creaciones de Smith. Este que tenemos entre manos, Hiperbórea y otros mundos perdidos es el segundo de sus tres grandes ciclos narrativos –es de esperar que el tercero, "Averoigne", situado en una comarca imaginaria de la Francia medieval, Valdemar lo publique pronto –cuanto más mejor, por favor–. Si Zothique nos llevaba a un continente decadente y crepuscular, en un futuro tan distante que cualquier referencia a nuestro presente había quedado borrada y olvidada por el paso de las eras –en el que Jack Vance se inspiraría, probablemente, para su obra maestra "La tierra moribunda" – en “Hiperbórea” el escenario es igualmente decadente y crepuscular, aunque situado en el extremo opuesto de la historia humana: en sus inicios, en la prehistoria.

Por aquel entonces, según el imaginario de Smith, el continente de Hiperbórea lo compartían los mortales con los dioses alienígenas y deformes y los semihumanos de costumbres aberrantes. Smith pinta Hiperbórea, esta especie de Atlántida antediluviana, como un paraíso de civilización floreciente, exuberante; una fantasía de reinos, príncipes, magos y ladrones, héroes y monstruos, sobre los que pende la amenaza del hielo que va acercándose lentamente desde el norte. Es el ocaso de una civilización anterior a la historia conocida que desaparecerá con el inicio de la era glacial. Incluso cuando Smith escribe fantasía picaresca, como lo es “Hiperbórea”, le da un toque de fatalidad: el humor de estas historias  –negro ya de por sí– se oscurece aún más cuando consideramos el modo en que en todo momento nos habla del destino, la muerte, el fin que se acerca. Todos estos reinos caerán, todos los héroes morirán, las joyas se perderán entre las ruinas devoradas por el hielo. Esto es patente relato tras relato: lo que en los primeros cuentos es un reino próspero y poderoso, en relatos posteriores ya es historia, leyenda: ya ha caído y empieza a olvidarse su misma existencia. De este modo poco a poco Hiperbórea desaparece bajo el hielo y solo ahora –tras una edición anterior de Edaf– reaparece en nuestras estanterías.


Como los relatos que componen el resto de ciclos de Smith, los de "Hiperbórea" se publicaron en la revista Weird Tales y solo fueron recopilados como antología mucho más tarde. El primero de ellos, "La historia de Satampra Zeiros" (1931) fue un éxito y como tal marcó el camino que Smith seguiría, visitando Hiperbórea varias veces más a lo largo de los años. La intención o motivación por la que Smith – igual que Lovecraft o Howard – escribían estos relatos es materia sobre la que intentaré indagar un poco más en un futuro artículo. De momento digamos que fuera cual fuera, no era una empresa planificada y ordenada. Los relatos que componen la antología no se escribieron ni se publicaron en orden cronológico: como "Zothique", fueron recopilados posteriormente, y fueron los antólogos de estas primeras ediciones quienes ordenaron los cuentos de estos ciclos basándose en las pistas que se pueden encontrar en cada uno de ellos.

Es por ello por lo que aunque "El relato de Satampra Zeiros" fue el primero de los cuentos ambientados en Hiperbórea en ser escrito, es "Los siete Geases" el que abre el volumen, siendo el primero cronológicamente. Y qué gran relato para abrir una antología fantástica. Ralibar Vooz, magistrado de Commorión –muchas veces oiremos hablar de este reino en los relatos posteriores– parte de cacería: busca las presas más exóticas lejos de la capital. Tras una serie de infortunios, acaba mezclado en un enredo con el primigenio Tsathoggua –creación de Smith que se acabaría incorporando al panteón de los mitos– y un viaje a las profundidades de la tierra donde va visitando niveles subterráneos a cada cual más delirante. Me gusta este tipo de fantasía: su estructura es simple –un aventurero atrapado en un viaje extraño donde debe seguir adelante sin ver un final claro– pero muy satisfactoria y de gran valor estético. El interés reside en las escenas y conceptos que el autor va presentando.


“Fantasía de reinos, príncipes, magos y ladrones, héroes y monstruos.”
En un primer momento, la ambición es el detonante de las aventuras –o desgracias– que vive el protagonista: es un tema que se repite a lo largo de estos relatos. En "El sino de Avoosl Wuthoqquan", Avoosl, el prestamista, le niega una dádiva a un mendigo, quien según otra antigua tradición acaba siendo algún tipo de mago o profeta que le augura un futuro oscuro. Cuando a Avoosl se le presenta lo que parece una oportunidad de oro para enriquecerse aún más, cae en la tentación y esta le lleva a la perdición. Exactamente lo mismo que sucede con "La historia de Satampra Zeiros". Aquí es un pícaro el que, llevado por la avaricia, perturba escenarios de antiguos dramas que debería haber dejado en paz, puesto que en ellos duermen estas criaturas que pueden yacer eternamente sin morir.

El personaje pícaro –sea un ladrón o un mercader oportunista, o un mago celoso de los talentos de un colega– es algo recurrente en "Hiperbórea" y en toda la prosa de Smith. Se diferencia aquí, y mucho, de las creaciones de Howard y, sobre todo, de las de Lovecraft. Ni rudos matones ni débiles intelectuales, los personajes de Smith son vividores que recurren al ingenio más que a la fuerza. Buen ejemplo de ello son el sacerdote Morghi y el mago Eibon que en "La puerta a Saturno" no dudan en lanzarse de cabeza por una puerta dimensional a éste planeta –que los dioses oscuros llaman Cykranosh–, donde protagonizan una especie de persecución cargada de divertidos malentendidos y situaciones completamente absurdas. O el propio Satampra Zeiros, que vuelve a protagonizar un relato: "El robo de los treinta y nueve cinturones", el cual cierra el ciclo de Hiperbórea. Satampra, ya anciano, recuerda uno de sus mejores momentos cuando con la antigua acólita Vixeela se propuso robar los cinturones de las treinta y nueve vírgenes consagradas al dios de la luna Leniqua en el templo de Uzuldaroum.

Otro relato remarcable es "El gusano blanco"; el hielo, que se acerca ominoso, esta vez no llega solo. Las escenas en las que el frío invaden el poblado me recuerdan un poco a la muy posterior "El sol de medianoche" de Ramsey Campbell, obra maestra de este autor. El pueblo queda arrasado y solo el hechicero Evagh sobrevive para verse convertido en esclavo de la entidad que vive en el hielo. Sus observaciones y resolución hacen de este cuento uno de los mejores del libro.


No pocos relatos conectan con el universo de los mitos de Cthulhu, que recordemos, en estos momentos aún estaba en estado embrionario. "Ubbo-Sathla" es un ejemplo: por la propia criatura que da nombre al relato, tan monstruosa y extravagante como el resto de primigenios, o por el modo como el protagonista, un hombre moderno, llega a enterarse de su existencia a través de un cristal hipnótico que le hace revivir sus encarnaciones pasadas hasta el mismo origen de la vida en la tierra. O Eibon, el mago que protagoniza "La puerta a Saturno", que no es otro que el autor del famoso "El libro de Eibon", uno de los grandes libros malditos del imaginario lovecraftiano.

Finalmente, Valdemar incluye –y es muy de agradecer, dado que de otro modo habrían quedado colgados al no encajar demasiado en ninguno de los tres grandes ciclos ni ser suficientes para formar uno propio– relatos pertenecientes a lo que se ha considerado el cuarto ciclo, menor que los otros, menos conocido; el de Xiccarph, con elementos que lo acercan más a la ciencia ficción que a la fantasía o el terror, y sin embargo, sin prescindir de ambos.

Recomiendo de estos relatos los dos últimos, "El laberinto de Maal Dweb" y "Las mujeres flor", por ser un despliegue impresionante de todo el talento de Smith y me hacen desear que se hubiera recreado más en este escenario.

En resumen, vale la pena reivindicar a Smith. De todos los muchos herederos de Lord Dunsany que vio la primera mitad del siglo XX, Smith fue quizás el más dotado. Sus obras no han llegado al estatus de culto del que gozan las de sus compañeros Howard y Lovecraft; quizás el que su vida no acabara en muerte trágica como la de ellos tiene algo que ver, quizás es simplemente mala suerte. Ahora que Valdemar parece interesada en rescatar sus relatos del olvido, ¿quien podrá negarse a dejarse llevar por su oscuro y decadente atractivo?

febrero 18, 2015y


 

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