Siempre han existido ciertas novelas de temáticas especialmente predecibles como aquellas que tratan de afortunados herederos que se mudan a su nueva casa encantada y a los que por supuesto les va fatal. Casi todos acaban muertos, tienen una apasionante huida por los alrededores de la propiedad y el/la superviviente termina finalmente vendiendo la razón de todos sus males a otros incautos propietarios, prolongando así hasta el infinito el drama. Estas novelas empiezan por regla general de forma previsible, pero con el tiempo terminan cayendo en el error de intentar no serlo para acabar siendo algo indefinido. El resultado es una nueva definición de la famosa frase “sin pena ni gloria” que acaba por exiliar la novela en cuestión al estante más inalcanzable o menos cuidado de nuestra biblioteca. Sin embargo, otras consiguen encontrar la fórmula perfecta.
Eso es lo que me sucedió a mi con El factor sobrenatural de Edgar Cantero. Sí, la novela va de dos chicos que han heredado una casa encantada/maldita, pero en cuanto descubres la forma en la que está escrita, repleta de tantos diálogos que en ocasiones parece más teatro que prosa, por la manera en la que se describen los pensamientos de los protagonistas y la extraña definición que el autor hace de ellos, sabemos que no vamos a leer algo que se encuentre dentro de la ingente morralla que se publica últimamente.
Los protagonistas son algo importante a destacar, aunque el autor opta por describir Axton House, la casa heredada, antes que a estos dos jóvenes herederos europeos. Ella, de nombre Niamh, de melena rebelde y extrañas ropas multicolores, tiene el matiz narrativo de ser muda, por lo que vamos a ser testigos de cómo Cantero es capaz de jugar con el formato de los diálogos y de la propia narración dándole a El factor sobrenatural un je ne sais quoi muy especial. Por su particular forma de interpretar y de comunicarse con lo que la rodea, Niamh es la que lleva el peso del misterio y la intriga a lo largo de toda la historia. El otro personaje principal es A, un chico normal, moreno, de media altura. con pinta de niño rico y del que no sabremos su nombre durante el resto de la novela, otra prueba más de los experimentos especialmente exitosos del autor al demostrarnos que no nos hace falta conocer su talla de calzoncillos, los orígenes de su nacimiento y la relación que tenía con otros niños del colegio —Edgar, te doy encarecidamente las gracias—. En nuestra imaginación podríamos bautizarle con cualquier nombre que empezase con A, pero eso no cambiaría ni el esquema de la narración, ni por supuesto su final.
Junto a estas particularidades, se puede comprobar a su vez que la experiencia de los dos protagonistas con su casa encantada es algo más parecido al show de El mundo de Beakman que no a la película Poltergeist. No les vamos a ver huir sino que por el contrario tratarán de comprender qué está sucediendo en Axton House y cuales pueden ser las causas por las que tanto la familia Wells —sí, yo también pillé la referencia al famoso locutor— como la casa parecen sufrir el ataque de ciertos fenómenos paranormales. Se llega incluso hasta el punto de monitorizar las distintas estancias de la mansión al más puro estilo Cuarto Milenio bebiendo Fanta, comiendo twinkies, mientras se bromea sobre leer demasiado a Lovecraft y Frank Baum, entre otros.
The Supernatural Enhancements, 2014. Edgar Cantero. Traducción de Xavier Morató. Minotauro, 2016, 384 págs. Tapa dura con sobrecubierta, 5,95 €.
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Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.