Una de mis series favoritas actuales de fantasía en cómic, no podía dejar de seguir comentando poco a poco lo que me parecen sus entregas en formato rústica (TPB americanos:
trade paperback). Con
Hijos del Imperio nos acercamos un poco más a lo que será el clímax final del primer arco argumental de la serie, que llega hasta
La Gran Guerra, aunque la serie ha llegado más allá, rebasando el número 100, siendo una de las más longevas del sello americano Vertigo. Pero
Bill Willingham, su creador, no ha sabido explotar todo el potencial que se merecía esta serie, que recordemos para los que aún no la conocen (¿queda alguien?), aúna los cuentos tradicionales en una trama para adultos, desviándose de lo tradicional para ofrecer frescura e imaginación. Ahí está el asunto, que Billingham, siendo un buen escritor, comenzó fuerte la serie en sus inicios pero se ha ido desgastando con el tiempo, dejando interesantes tramas al principio, pero plantando algunos puntos vacíos que sólo quedan a la imaginación del lector, dejando que se planteen sus propios "What If?". Un quiero y no puedo (o un quiero y no me sale). Afortunadamente,
Hijos del Imperio no es un mal volumen, de transición, eso sí, que nos prepara para lo que está por llegar. Sigo prefiriendo la redondez de volúmenes anteriores como
Una Historia de Amor o
La Marcha de los Soldados de Madera.
El tomo en la edición española (idéntica a la americana),
recoge los números 52 a 59 del original
Fables. Como siempre, intercalados con los episodios de la trama central hay números de relleno que amplían ligeramente el conocimiento que tenemos de algunos personajes totalmente menores o secundarios ya aparecidos en forma de páginas de viñetas humorísticas (agradables, eso sí). Pero lo que es la trama principal, me sabe a poco, porque las más de doscientas páginas de
Hijos del Imperio no están dedicadas a ella. Es un problema común en este tipo de series, pudiéndose aprovechar esa gran cantidad de páginas de relleno para extender la trama principal, que es la que realmente nos interesa. Pero sabemos que la industria del cómic es eso, una industria, destinada a enganchar a los lectores que mes a mes acuden al kiosco a por su ración habitual de grapas (por eso los TPB quedan luego algo dispersos en su contenido).
La variedad de dibujantes, aunque me gustaría que todo el foco central fuera de
Mark Buckingham, consiguen imprimir algo de personalidad al tomo, que no es que sea malo, pero resulta demasiado disperso, porque entre el episodio navideño (de agradecer, no está mal esa parte), y el recordatorio de que Jack sigue ahí, con su propia serie independiente, nos lo ventilamos en un santiamén y pronto necesitamos coger el siguiente. De todas maneras,
Hijos del Imperio, aunque una lectura de transición, es de obligatorio visionado si queremos disfrutar plenamente de "Fábulas".
El arte interior, las portadas, la presentación, todo es destacable en el volumen, que una vez más se encamina a la batalla final entre las Fábulas y el Adversario. La portada, del siempre genial James Jean, indica a las claras que este volumen nos va a hablar del enemigo, los chicos malos del Imperio (con una especial atención a la época más fría del año). La pega que le pongo es que me hubiera gustado que todo el planning que hacen los malotes de la historia, esto es, el Adversario (que aún a estas alturas no pienso decir quién es en una reseña), la Reina de las Nieves, Sir Rodney, o el director de la seguridad imperial, hubiera sido real, es decir, no un supuesto de cómo van a ir las cosas en la Tierra gracias a su astuto, directo y violento plan (sobre todo violento). Pero como se trata en realidad de una suposición del futuro de la guerra, debemos tratarlo como tal, y me ha parecido realmente bueno, aunque breve. Eso sí, muy oportuna e interesante la aparición de un clasicazo de los cuentos, en un rol que le viene ni que pintado. En resumen, fantasía en cómic, que para los aficionados a este tipo de entretenimientos (como yo) les vendrá de perlas entre lecturas literarias más complejas y sin dibujos.
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Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.