Por motivo de alguna excusa inexplicable, la redacción del octavo capítulo de la segunda temporada de la serie se ha ido retrasando, tanto es así que se halla próxima la emisión del décimo, pero como bien se dice por ahí, "nunca es tarde si la dicha es buena". Así que aquí tenemos el análisis. Pero ante todo, no me olvido de comentar tampoco la Gala de los Premios TP de Oro 2009. Cómo no, era de esperar que "Águila Roja" se llevara al menos uno de ellos, y así ha sido. Resultó ganadora en la categoría de Mejor serie nacional, un puesto merecido en mi opinión. Ah, también se dieron a conocer los ganadores del concurso de "miaguilaroja" (videojuego online de la serie), quienes visitaron el plató donde se confeccionan las aventuras. Y ahora vamos con el comentario del capítulo, que como siempre, contiene SPOILERS.
En este capítulo se habla de los moriscos y su posición en la sociedad, gente que lo único que provoca es rencor, iras y desprecios en cuantos les rodean, viejas heridas aún abiertas desde tiempos en que los musulmanes ocupaban la península. Pero a este hecho debemos sumarle la accidental muerte al inicio del capítulo de un hombre santo y muy querido en la villa, causada por un morisco que busca algo o a alguien, y que ávido de urgentes respuestas propicia la caída del hombre por sobre una barandilla. Sin dudarlo un momento, el morisco es condenado a muerte de inmediato, todas las culpas del accidente recaen sobre él, mientras el pueblo se ceba descargando sus frustraciones en el pobre hombre (incluso más tarde llegan a apedrear a una mujer de su raza). Morisco que además no actuaba solo, ya que varios de sus congéneres le acompañaban, como se puede comprobar en la escena del monasterio, donde todo un grupo de ellos reclama a los niños que hace mucho tiempo dejaron atrás, antes de que el grupo fuera expulsado de tierras españolas. En ese momento aparece Águila Roja (podría tratarse de oportuna, pues uno de los amigos de su hijo estaba casualmente allí, salvándolo después). Todo termina en un baño de sangre cuando la guardia hace acto de presencia, quien no tiene miramiento con nada ni para con nadie.
Pero lo más sorprendente de todo es que el mismo Satur esté relacionado con los moriscos, como puede comprobarse más avanzado el capítulo. Se nos cuenta una historia bastante relevante sobre su pasado, profundizando aún más en este personaje que encierra muchas sorpresas tras esa fachada de hombre pequeño y servil escudero de Águila Roja. Una historia profunda y llena de sentimiento y melancolía, de ahí que diga que este capítulo debe ser de los más emotivos hasta el momento, pues el grupo de moriscos son su familia adoptiva, de cuando fue abandonado siendo bebé, hasta que finalmente se alistó en la guerra, engañando después al destino poniendo su insignia en el cadáver de un chico y fingiendo así su muerte, desapareciendo sin dejar rastro. Acción que de seguro destroza el corazón de una madre, como ocurrió con la mujer que le adoptó siendo niño.
En otro aspecto y dejando de lado el tema de los moriscos, este capítulo trata también sobre el machismo imperante en la época. Gracias a los tejemanejes del rey (quién es un villano pasivo que provoca bastantes daños cada vez que mueve un dedo), a la Marquesa se le asigna un marido. Un marido para una mujer que ha pasado mucho tiempo sola y quien da rienda suelta a la lujuria cada vez que lo desea. Una viuda cuyo marido falleció en misteriosas circunstancias y que además tiene un hijo, quien no verá con buenos ojos esta futura relación, más teniendo en cuenta que para dicho niño el Comisario es como un padre como él y esperaba una futura unión entre ambos.
Este nuevo personaje que entra en escena se nos presenta como una persona amable y dirigente, de buenas maneras y gran porte, ya que es el valido del rey. Pero conforme pasa el tiempo nos vamos dando cuenta que todo eso no es más que una fachada tras las que se oculta el más terrible de los monstruos. Acciones deleznables las suyas por maltratar a la Marquesa Lucrecia y humillarla de esa manera (entre las que se incluye el obligarla a vestir como él quiere), haciendo que lamente el casarse con el hombre, ocasionando así las penas de su hijo por verla en ese estado, pues tiene moretones y cardenales por todo el cuerpo. Valiente decisión la de acudir al Comisario, ya que el niño sabe que el señor de la guardia no podrá estarse quieto ante las vejaciones hacia la Marquesa.
Y hacia aquí se dirige este artículo, hacia la exaltación de los valores y la condición de los personajes. Ahí tenemos a:
- Satur, dedicado a una vida de servidumbre y de estar con los que ahora son sus amigos, personaje que encierra un pasado singular, la mayoría triste y trágico, quien no está dispuesto a que se le haga daño a ninguno de los moricos que se ocultan a las afueras de la villa, ya que son su familia adoptiva (y el que propició el accidente al principio es su tío). Por ello es incluso capaz de plantarle cara verbalmente a Gonzalo.
- Por otro lado, la Marquesa, que pese a su posición en la nobleza, es mujer y sabe las consecuencias de serlo. Poco puede hacer ante las decisiones de un rey que provoca y realiza lo que le place (a su valido lo casa con la Marquesa para tenerlo cerca y vigilado, pues se inmiscuía cada vez más en las relaciones con Francia). Lo único que puede hacer es soportar lo que le echen encima de por vida, aunque llegado a cierto punto de la historia le planta cara con un arma al mismísimo valido de rey, en respuesta a una agresión hacia su hijo. Una mujer de armas tomar si se le diera la ocasión, que conoce su lugar, pero que al mismo tiempo es rebelde cuando debe serlo.
- Y finalmente, tenemos al Comisario, en realidad el villano de la serie (hermano del protagonista además), pero que cada vez más se hace patente su personalidad y sus condiciones de héroe. En este caso es impagable la escena de su visita al palacio de la Marquesa para liberarla de las garras del monstruo (simbólicamente hablando), en la que todos los guardias del valido del rey le hacen frente y le propinan tal paliza que tiene que volver a su refugio para lamerse las heridas. Pero la cosa no termina ahí, ya que era de esperar que durante la cacería a la que acuden el valido y la Marquesa sucediera algo perjudicial para el primero. Por supuesto, el Comisario acude a la escena, disparando sobre él, librando así a la Marquesa de las garras de su opresor para desaparecer poco después, realzando así su figura y amor desinteresado hacia Lucrecia. En definitiva, realzando sus condiciones de héroe, pues hasta los villanos se comportan a veces como tales.
Claro está, continúa la búsqueda del medallón al completo, y el Cardenal Mendoza hace esfuerzos por recuperar la segunda mitad que le falta de manos del orfebre que Águila roja liberó del manicomio en el episodio anterior. Si el orfebre cree que puede jugar con el Cardenal está equivocado, pues aquel es un hombre de armas tomar y no está dispuesto a jugar a nada ni dejar que le chantajeen.
La próxima, más...
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Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.