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Pues bien, esta isla de incorruptible vampirismo romántico que es la obra de Rice pasaba por horas bajas antes de El príncipe Lestat, ya que entre La reina de los condenados (tercer libro de la saga) y éste nada había funcionado particularmente bien. Rice daba vueltas sobre las mismas ideas una y otra vez y presentaba personajes nuevos con historias idénticas a las de personajes antiguos, y sobre éstos antiguos volvía a hablar profundizando en su trasfondo hasta el punto de dedicarles libros enteros. Fue el caso de Armand —quizá el mejor personaje de la saga—, Marius o Pandora. Para quienes alguna vez habían disfrutado con "Crónicas vampíricas", El príncipe Lestat cargaba con la gran responsabilidad de remontar la saga o hundirla definitivamente.
Como si la propia Anne Rice fuera consciente del declive de su principal legado literario, en El príncipe Lestat retoma el tema de la Reina de los Condenados, la Reina vampira de cuya existencia dependen el resto de inmortales. Tras los acontecimientos de La reina de los condenados las cosas han cambiado —nos cuenta Rice— para los hijos de la noche. Es todo puro caos. Cuando la Reina de antaño, Akasha, quemó la mayoría de casas de reunión y mató a tantos de sus descendientes acabó también con un sistema que se había ido cimentando con el paso de los siglos y que funcionaba. En el tiempo que ha pasado, y con una nueva Reina ausente ningún nuevo sistema ha reemplazado al anterior. En otras palabras, Rice admite que todos los volúmenes que ha escrito desde La reina de los condenados no han supuesto el menor progreso en su mundo vampírico.
Por descuido o desinterés de la nueva reina los vampiros lo pasan mal. Tienen —en un ejemplo de metaliteratura— los libros de Anne Rice, supuestamente escritos por Lestat y sus allegados (Entrevista con el vampiro, Lestat el vampiro, etcétera) como guía y fuente de información sobre su pasado y su naturaleza, pero poco más. Claman pidiendo ayuda a los ancianos, a los hijos de los milenios, los vampiros realmente antiguos que podrían apaciguar las aguas y traer el orden, pero estos no responden, y una nueva quema, una nueva ola de destrucción se desata cuando desde Oriente algo o alguien empieza a destruir grupos enteros de vampiros sin explicación alguna. La incertidumbre crece y unos pocos inmortales intentan descubrir qué está pasando y, a la vez, comprender su propia naturaleza, averiguar las razones biológicas de sus cualidades vampíricas y crear de una vez una ciencia propia capaz de tratar con criaturas como ellos.
Esta novela Rice usa un método muy parecido al de George R. R. Martin: dedica sus capítulos a distintos personajes cuyas tramas se van entrelazando. De todos ellos destaca el que da título al libro.
Lestat es príncipe, desde luego, aún cuando ya debería ser rey. Lestat, que fue convertido a los veinte años y cuenta ya con doscientos, ha viajado al lado de la Reina de los Cielos y la Reina de los Condenados, se ha enfrentado al ladrón de cuerpos y ha conocido al diablo Memnoch, y a innumerables vampiros ancianos y neófitos. Pero Lestat sigue siendo un eterno adolescente. Es un Vampiro más insoportable que temible: aún a su edad y con su experiencia, es inmaduro e indeciso, vaga sin rumbo lloriqueando y deseando morir, en una eterna crisis existencial. Quiere amar y quiere ser amado, y a la vez quiere estar solo; quiere vivir entre humanos y quiere la compañía de los vampiros. Se recrea en su notoriedad y al mismo tiempo desea ser ignorado.
La novela está escrita en primera persona y el interno e interminable debate de una edad del pavo queda aún más acentuado e inspira en el lector un deseo muy fuerte de usar este mismo libro que tenemos entre manos para martillear una estaca en el corazón del príncipe y acabar así con tanta tontería. Lestat, simplemente, es el personaje menos interesante de este tomo.
Mucho más interesante me parece Antoine, el músico, el antiquísimo Gregory, Marius y David o la comuna de Armand, Sybille y Benji. Seth y Fareed suponen una oportunidad única: el segundo es un científico de primer orden. Teniendo en cuenta que la sociedad vampírica se remonta a más de seis mil años en el pasado, sus logros en cualquier área del saber son casi inexistentes: es un grave fallo en la lógica interna de “Crónicas vampíricas”. ¿Qué no habría logrado alguna de las grandes mentes que ha visto la humanidad si hubiera dispuesto del tiempo y la eterna juventud de la que gozan los vampiros? Y estos, con sus dones, no hacen nada ni siquiera para entender mejor su naturaleza. Esto se ha acabado con la llegada de Fareed, y ya era hora. Las gemelas Maharet y Mekare y Jayman, coprotagonsitas de La reina de los condenados parece que han sido retocados para encajar en los nuevos planes de Rice. Ahora Jayman (Khaiman en la edición anterior de Ediciones B) nos lo pintan como un pobre tonto desorientado, y a las gemelas como unas irresponsables que no se enteran de nada de lo que pasa ni tienen ningún interés en enterarse. Rhoshamandes y Benedict, la pareja clave, son personajes trágicos, simples herramientas para que progrese la narración hacia su final, completamente intercambiables con cualquier secundario por lo poco que Rice los desarrolla.
El príncipe Lestat padece de los mismos defectos que todos los anteriores: es poco realista cuando pretende dar una visión de la historia, pintándola de color de rosa. Desde la perspectiva de los vampiros, todo (el mundo romano, la edad medieval) es un despliegue de belleza y progreso, sin demasiada crítica. Cualquiera que les oyera pensaría que estos tiempos eran la edad dorada de la humanidad donde todos, señores y siervos, tenían oportunidad de confraternizar y un plato en la mesa cada noche. Es poco original, cuando todos los vampiros, como decía, están cortados por el mismo patrón. Pero sobre todo, está demasiado cargado de autocomplacencia. Anne Rice dice, a través de uno de sus personajes, que su saga “Crónicas vampíricas” es (en un ejercicio metatextual se referencia abundantemente en la novela, supuestamente obra de varios de los vampiros que las protagonizan), y cito textualmente: “[...] las historias de la serie, a decir verdad, la dejaron fascinada; no solo por su complejidad y profundidad, sino por sus oscuros y peculiares giros argumentales, y por la cronología que trazaba del desarrollo moral del principal protagonista [...]”. Poco se puede añadir a una reseña si la propia autora ya te hace el trabajo señalando lo compleja y profunda, oscura y peculiar es su obra (nótese la ironía).
Se le reconoce a Anne Rice que al fin parece decidida a hacer lo que su personaje, Mekare, rechaza y es tomar las riendas de su reino. Ya en el principio de este libro ofrece por primera vez un glosario — innecesario por otra parte; no hay tantos términos específicos ni estos son tan poco autodefinitorios— y por primera vez desde La reina de los condenados más que mirar al pasado o perderse en aventuras vacías de interés parece querer atar el nudo y dar un rumbo coherente a su saga.
Al final de este libro, la sociedad vampírica ha experimentado un cambio: está decidida a progresar hacia algo, quizás hacia una familia bien avenida que caminará hasta la puesta de sol y el final feliz que no veremos porque es un punto y final, o hacia un futuro cargado de más novelas. De momento recomiendo este libro a los fans de la saga porque pese a sus defectos, no se puede negar que es entretenido y que por fin resuelve muchos de los cabos sueltos que quedaban por resolver. Para los neófitos, no hay ningún peligro si se detestan las escenas innecesariamente gore o el terror desatado, porque en este libro no hay ninguno: todo es bello, todo es elegante, todo es inspirador.
Estos depredadores que son los vampiros por naturaleza se dotan a sí mismos ya desde su despertar en la Sangre de un código moral que les lleva a alimentarse de mortales de forma cándida y discreta, sin matar, y si es necesario liquidar a su presa. Procuran que sea un criminal y que nadie les eche de menos. Del mismo inocente modo Rice toma del progreso de la tecnología y la globalización lo que le interesa —algunas nuevas tecnologías— e ignora lo que no le conviene —un control mayor que nunca en la historia sobre el ciudadano y sus operaciones, de su identidad, de cómo y donde gasta el dinero, de donde lo saca y, sobre todo, ignora la omnipresencia de las cámaras que desde cualquier teléfono móvil podrían grabar un vampiro usando "el don del fuego" y colgarlo en YouTube en medio minuto—.
El príncipe Lestat es una visión extremadamente optimista del mito del vampiro y de como la psicología de unos seres semejantes podría evolucionar con el paso del tiempo. Exageradamente optimista acerca de como podrían encajar tales criaturas en la sociedad moderna y seguir pasando desapercibidas. Y la prueba es que otras obras posteriores ya ni lo intentan: Sookie o Anita Blake viven en mundos donde el vampirismo ya ha salido del armario. Rice se aferra a su isla romántica. Para algunos será un encanto, para otros quizás no tanto.
Ediciones B, marzo 2015
Tapa dura con sobrecubierta, 560 págs. 22 €
Electrónico, 9,99 €
Traducción de Santiago Del Rey Farrés
4 comentarios
Muy acertada toda la reseña. Que risa con "inspira en el lector un deseo muy fuerte de usar este mismo libro que tenemos entre manos para martillear una estaca en el corazón del príncipe y acabar así con tanta tontería" no puedo estar más de acuerdo.
La novela la tengo en mi estantería como lectura pendiente pero el genero no es que me llame mucho aunque le puedo dar una oportunidad.¿Me lo recomendáis?.
Me gustó mucho tu reseña y no puedo estar más de acuerdo contigo acerca de este libro. En mi opinión, el libro sigue siendo fiel al estilo de Rice pero también me pareció que hay un exceso de personajes nuevos y, al introducir tantos personajes, muchos de ellos carecen de profundidad. Me parece que el personaje de Viktor fue muy mal aprovechado y que Rose, por ejemplo, está de más y no aporta a la historia. Ahora que está a la vuelta de la esquina un nuevo libro de la serie me pregunto el tratamiento que hará Rice a los nuevos personajes o si solamente quedarán como algo anecdótico en la nueva etapa de las Crónicas. Saludos!
A мι parecer el lιвro тιene υn poco dw тodo conтanтo qυe нay perѕonjeѕ nυevoѕ мιѕтerιoѕo pero cada ѕaga ѕaga тυvo ѕυ eѕтιlo algo nυevo ѕιn paѕar de qυe el prιnce ѕea el мιѕмo тan carιѕмaтιco υnιco qυe A. R. Lo deѕcrιвe a dιғerencιa del perѕonaje Vιcтor qυerιendo aѕeмejarѕe al prιncιpe eѕo мe мoleѕтa pero мe ғaѕcιna leer cada υna de ѕυѕ cronιcaѕ
Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.