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"Sabe, oh príncipe, que entre los años en que los océanos anegaron Atlantis y las resplandecientes ciudades [...] hubo una edad no sonada en la que brillantes reinos ocuparon la tierra como el manto azul entre las estrellas."

LA

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¿Dónde están ahora el caballo y el caballero? ¿Dónde está el cuerno que sonaba? ¿Dónde están el yelmo y la coraza, y los luminosos cabellos flotantes? ¿Dónde están la mano en las cuerdas del arpa y el fuego rojo encendido? ¿Dónde están la primavera y la cosecha y la espiga alta que crece? Han pasado como lluvia en la montaña, como un viento en el prado; los días han descendido en el oeste en la sombra de detrás de las colinas. ¿Quién recogerá el humo de la ardiente madera muerta, o verá los años fugitivos que vuelven del mar?

El Señor de los Anillos

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Dícese de tener la espa-
da a mano
y el hechizo aprendido, abrir la puer-
ta a ganzúa, recorrer las mazmorras, enfrentarse al troll, al gnoll y al conjurador de la torre. Encontrar la biblioteca del nigromante y aprender sus antiguos y preciados conjuros escritos en lengua dracónica.
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a mano y el hechizo aprendido, abrir la puerta a ganzúa, recorrer la mazmorra, enfrentarse al troll , al gnoll
y al conjurador de la torre olvidado por las eras que pasan.
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a ganzúa, recorrer la mazmorra, enfren-
tarse al troll y al conjurador de la torre.

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16 de septiembre de 2014

Reseña: «Brujas, sapos y aquelarres», de Pilar Pedraza

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Qué es fantasía

Es tener la espada a mano y el hechizo aprendido, abrir la puerta a ganzúa, recorrer los oscuros salones del castillo abandonado, deslizarse hasta la mazmorra, enfrentarse al troll, al dragón antiguo y anotar los conjuros del último nigromante de la torre olvidado por las eras que van y vienen.

“—Desleal es aquel que desaparece cuando el camino es oscuro.”

Gandalf

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Escuchad: Dícese de tener la espada
a mano y el hechizo aprendido, abrir
la puerta a ganzúa, recorrer los
oscuros salones del castillo abando-
nado, enfrentarse al troll y anotar los conjuros del nigromante hace tiempo olvidado por las eras que van
y vienen.

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La bruja, para el gran público, es una imagen más de la tradición terrorífica, al lado del zombi, el vampiro, el hombre lobo o el monstruo de Frankenstein. Es una de las anfitrionas de los cuentos del Guardián de la Cripta, una figura de los cuentos infantiles, un arquetipo del que los niños se disfrazan en Halloween, y del que a veces Hollywood se aprovecha en sus películas; está sumamente arraigada a nuestra cultura, parece que ha estado ahí siempre. Pero como con el vampiro o el hombre lobo, como los demás miembros del panteón del horror, detrás de la bruja hay una larga historia: un trasfondo consistente en parte de hechos reales, relatos mitológicos, manipulación eclesiástica y mucha, mucha literatura.

Pilar Pedraza, la oculta dama del gótico español, uno de esos referentes modernos del género que, como autores de culto, solo conocen los iniciados, se dedica en Brujas, sapos y aquelarres (una de las novedades que Valdemar editó a principios de verano en su colección “Intempestivas”) a desentrañar las raíces del fenómeno de la brujería y de la figura de la bruja.

Doctora en historia y profesora de historia del arte en la universidad de valencia, experta en cine de vanguardia, antigua asesora de la consejería de cultura valenciana, ha cultivado tanto el ensayo como la novela y el relato; podemos encontrar varios de sus trabajos en todos estos campos en el amplio catálogo de Valdemar. En la ficción, Pedraza es especialmente reconocida por su habilidad al recrear convincentes escenarios góticos con el toque de perversidad y la reivindicación de la figura femenina, con un estilo que sugiere que es un alma gemela de la archiconocida Angela Carter. Personalmente, aunque tengo varios libros suyos en las estanterías, la había leído muy poco; algún relato suelto de vez en cuando, ninguna obra extensa. Este ensayo ha sido la primera.


Brujas, sapos y aquelarres llega en un buen momento para el ensayo de temáticas relacionadas con el género fantástico; tales obras proliferan como setas últimamente. Aquí mismo, en La espada en la tinta, hemos reseñado algunos. Y no tiene nada de raro; si acaso, lo extravagante es que hasta ahora nos hubieran llegado tan pocos. La eclosión del género, que vive su segunda juventud, ha llegado a la fase en la que la fascinación inicial evoluciona hacia la necesidad de comprender mejor los engranajes que lo sustentan. En este contexto, un libro como este es idóneo; pero no hay que confundirlo con un simple estudio sobre los aspectos de la bruja como criatura del terror. Pedraza profundiza, y desde el prólogo ya se nos advierte, que estamos a punto de repasar de arriba a abajo un fenómeno, el de la brujería, que nació hace siglos, que es tan viejo como la humanidad.

En el primer capítulo, Pedraza repasa la época clásica; ya entonces volaban las brujas, temidas y respetadas en la literatura grecorromana. Divide a las brujas clásicas en dos grupos: las reales, humanas –Simeta y Canidia– y las míticas. De éstas destaca a tres: Hécate, Circe y Medea. Las dos últimas bien conocidas por su vinculación con algunos de los más grandes mitos clásicos (La odisea y las aventuras de Jason y los argonautas), la primera más enigmática; su nombre se menciona a menudo pero raramente se conoce la historia, el simbolismo que hay detrás. Pedraza repasa los orígenes antropológicos de Hécate, la Reina de las brujas, su posición en la compleja teología griega y su evolución con el paso de los siglos. En el siglo V, por ejemplo, se la representaba a veces con tres caras opuestas o tres cuerpos, para enfatizar su naturaleza triple y su relación con las fases de la luna. De aquí viene la –tristemente– famosa cantinela de la triple diosa “hija, madre y anciana”. Tristemente, puesto que esta imagen, junto con el nombre de Hécate, se ha usado hasta la náusea en series, libros y cómics que poco parecido guardan con el original. Cualquier amante de la mitología –como yo mismo– encontrará sumamente interesantes los párrafos que le dedica la autora, y es que cuando uno repasa los mitos griegos que conoce, éstos suelen referidos a los olímpicos, los dioses relucientes, a la vista.


Un punto muy interesante del segundo capítulo, que se centra en la Edad Media, es el que trata sobre la dificultad de los estudiosos llegar a discernir donde empieza la “realidad” –las prácticas que realmente se pudieran haber efectuado como parte de rituales heredados de otras épocas– de las interpretaciones a conveniencia de los jueces e inquisidores. Me ha parecido interesante el descubrir, por ejemplo, que los primeros “informes” sobre las actividades de las brujas daten del siglo X, a encargo del Obispo de Tréveris. Este texto, para uso disciplinario de los obispos, trata la brujería con desdén racionalista; como San Agustín, considera que las autodenominadas brujas o las que la población consideraba como tales no eran más que mujeres fantasiosas herederas de los antiguos cultos a diosas de la tierra o la fertilidad.

No es hasta el siglo XIII, me descubre Pilar Pedraza, que se empieza a perseguir realmente a la brujería a través de la inquisición; en el siglo XIV, se sustituye el concepto de la bruja como seguidora de deidades paganas por el de adoradora del diablo; en el XV, con la aparición del infame Malleus Maleficarum de Jacob Sprenger y Heinrich Kramer. Es a partir de aquí, en parte gracias a este tomo y a la manipulación eclesiástica que sigue, que la figura de la bruja empieza a relacionarse con los aquelarres, el infanticidio y el canibalismo; el intento de crear un villano, una cabeza de turco para todos los desastres que asolaban el pueblo es evidente, y la opción lógica para la iglesia, en su misoginia, era usar a la mujer; y en particular a la mujer con poder, la bruja. Dedica gran parte del capítulo a analizar detalladamente el Malleus y sus peculiaridades, que vagan entre la misoginia perversa (justificando la inferioridad de la mujer y su afinidad con la depravación) y lo surrealista y risible; más aún si cabe cuando se recuerda que el tratado se usaba realmente como fuente de información “útil y esclarecedora” hasta que, en los siglos XVII y XVIII empezara a ser, por fin, ridiculizado con el fin de la persecución penal de la brujería y la llegada del Siglo de las Luces.

El siguiente capitulo lo dedica a procesos por brujería que por su relevancia han influenciado fuertemente en la imagen que tenemos de las brujas, la brujería o incluso lo contrario; han ayudado a entender más rápidamente, a través de un ejemplo brutal, que al fin y al cabo este tipo de sucesos tenían mucho más que ver con intereses políticos que con ninguna preocupación real por el alma de los feligreses. De entre todos los que menciona destaco el juicio a Juana de Arco, al que dedica la mayor parte del capítulo. De Juana lo único que conocemos más o menos al detalle es su final; sus orígenes, sus motivaciones, el trasfondo de sus campañas y éxitos militares es algo sobre lo que se puede especular sin fin. Se sugiere la existencia de una conspiración tras Juana, de patrocinadores; de manipulación, si, pero más humana que divina. Sigue un exhaustivo análisis del uso del mito de la Doncella de Francia en el arte, de la pintura a varias versiones cinematográficas.


Mas o menos aquí termina la parte que personalmente me ha parecido la más interesante; el análisis de la figura de la bruja a lo largo de la historia antigua y medieval, su evolución, la relación del concepto de la bruja con la Iglesia católica, y como ésta la ha ido construyendo en base a sus intereses. Los capítulos que siguen son un análisis de dos de las “caras” de la bruja; dos caras de Hécate, podríamos decir. En el dedicado a la “bruja vieja” gira en torno a la película Häxan: La brujería a través de los tiempos del danés Hans Christiensen, entre 1919-1922. Pedraza la considera la obra cumbre en relación con la brujería junto con el Malleus Maleficarum, y si a éste le dedicaba la práctica totalidad del segundo capítulo, a ésta le dedica el principio de éste. Poco puedo opinar al respecto de esta película, pero me ha convencido de buscarla. El resto del capítulo se centra en analizar otras películas y obras –de la Celestina a Goya– que siguen explotando este concepto de la bruja anciana, maestra de mil artes cotidianas. El capitulo se entiende mejor contrastado con el que sigue, dedicado a la bruja cortesana. Desde el prólogo mismo, Pedraza nos divide la brujería en tres grandes grupos; para empezar, la divide entre masculina y femenina, siendo la primera percibida como algo más intelectual, más cercano a la alquimia y la medicina, a la astrología, y el contexto donde se enmarcaron los grandes “magos de la corte”, protegidos y consultados frecuentemente por el poder. En la brujería femenina distingue entre la bruja rural o barriobajera, curandera, útil para el pueblo llano a la que dedicaba el capítulo anterior, y la sofisticada “bruja de la corte”, maestra en intrigas, venenos y pociones amorosas. Aquí tenemos a La Voisin (Catherine Monvoisin), que en tiempos de Luis XIV se vio envuelta en un escándalo de envenenamientos y filtros amorosos que llegó a implicar a una de las amantes del rey, Madame de Montespan, y acabó siendo de las últimas personas condenadas a la hoguera por brujería. Quizás ella sirviera de inspiración para La Durand, personaje ficticio –suponemos– del marqués de Sade en Juliette o las prosperidades del vicio, donde la presenta como una mujer absolutamente amoral, y en su amoralidad, sumamente poderosa: cruel y libertina, practica con sus visitantes las más obscenas exhibiciones de sexo, tortura y muerte.

Esta brujería sexualizada fascina y obsesiona a autores como el pintor Félicien Rops y Karl-Joris Huysmans, quienes contribuyen enormemente al mito empezando a definir la figura de la bruja como mujer fatal, arrastrada por pasiones incontrolables; la frase de Pedraza lo define a la perfección: «El hombre es poseído por la mujer, la mujer por el demonio». Así, el mito, mezclado con briznas de realidad y por la idea romántica de lo prohibido, y la imagen romántica que empieza a obtener el propio Lucifer como ángel rebelde castigado por desafiar lo establecido acaba llegando al siglo XX, donde, tal y como explica el penúltimo capitulo, recibe un baño de ecologismo y adquiere una cara nueva bajo la forma de la Wicca y la brujería moderna.

El capítulo que cierra el libro es un recorrido extremadamente útil a la brujería en el cine; aquí poco puedo decir, porque quien más quien menos todos hemos visto El proyecto de la bruja de Blair, Las brujas de Eastwick (basado en un libro de John Updike y editado en España por Tusquets) o Suspiria de Dario Argento. La gracia del capítulo es leer el análisis de la autora a estas películas de culto, y anotar algunas más que uno desconocía. Añado de cosecha propia dos series que triunfaron la temporada pasada, usando la brujería de un modo completamente opuesto. Por una parte Salem, centrada obviamente en los famosos juicios llevados a cabo en la población homónima de Nueva Inglaterra. La trama acaba girando en torno a una vuelta de tuerca bastante original. Las brujas que presenta son de las que me gustan: las “clásicas”, las que ahora veo que son fruto de las manipulación eclesiásticas del siglo XVI. Satánicas, adeptas practicantes de la magia, de una magia ritual que incluye recitación de conjuros y uso de familiares, nigromancia y engaño. Es una serie con un arranque lento, con un presupuesto relativamente bajo, y puede costar engancharse al principio, pero superados los primeros baches, entretiene y, creo, convence.


American Horror Story: Asylum, tercera temporada de la obra magna de Ryan Murphy, es todo lo contrario: el triste ejemplo de derroche de recursos, de una plantilla de actores de primera fila (Lange, Bates, etc.) que quedan completamente desaprovechados, en una serie con un guión flojo y lleno de inconsistencias, totalmente incapaz de crear la mas mínima atmósfera ni de implicarte emocionalmente en las desventuras de sus protagonistas que mas que brujas parecen alumnas de la escuela Charles Xavier para mutantes, con su poder especial innato de cada una. Si Salem es brujería cercana al terror y a la imagen ahora clásica de la bruja, American Horror Story: Asylum queda cerca de Sabrina, en el mal sentido.

Así, con este capítulo cinematográfico, cierra Pedraza su erudito y ameno recorrido; de su honroso papel en la tragedia griega a su demonización en la edad medieval, de la importancia estructural que tiene en el Macbeth de Shakespeare a su representación a veces nefasta en el cine moderno, La bruja es ahora una figura mucho más completa para nosotros. Si como a mi os ha despertado un renovado interés y os insta a leer más de la dama del gótico español, os sugiero su antología (en Valdemar Diógenes) Arcano trece. Yo me pondré con ella ahora mismo.

Ficha técnica
Fecha de publicación: 28 mayo, 2014. Editor: Valdemar. Géneros: Ensayo, Brujería, Literatura, Cine. Traducción: -. Páginas: 312. Precio: 18 €. Electrónico: No. Correlación: Lectura independiente.
Valoración
★★★★☆

6 comentarios

Fantástica reseña Nyarla.
Pero una duda... ¿trata el tema de la brujería en general, desde un punto de vista histórico, social, etc... o también profundiza en lo que eran las distintas prácticas y cultos?
Es que es común encontrar libros que traten la brujeria como algo general, y a nivel social (y desviándose un poco, casi poniendo a las brujas como mujeres inteligentes y oprimidas por el machismo de la época; que por supuesto... pero no era así en todos los casos), y en cambio es más difícil encontrar textos sobre los distintos cultos de brujas, sus "credos", sus prácticas, etc...

No lo digo desde un punto de vista de practicante de la brujería (no lo soy XD), pero me parece eso más interesante...
Que recuerdo una vez que compré un "gran libro" sobre los ninjas, y únicamente se cernía a la visión histórica y algo superficial, y no profundizaba ni en las distintas escuelas, técnicas, formas de espionaje que tenían, entrenamiento, etc... :'(

Aporta un poco de lo que pides, pero seguramente no tanto como te interesaría, por lo que comentas.
Por ejemplo, muchas de las prácticas concretas o credos se nos cuenta que provienen de las visión sesgada del Malleus Maleficarum (éste quizás también te interesaría; la inmensa mayor parte no corresponde a prácticas reales, y consiste mas que nada a los delirios de dos Dominicos, pero como documento histórico de lo que creían es recomendable); en general es lo que dices, busca más explorar la figura de la bruja en el arte y su paso por la historia repasando algunos casos conocidos de Brujería (a parte de Juana de Arco y las brujas clásicas trata, por ejemplo, los casos de Salem)

Sí, ese es el problema de Malleus y la literatura eclesiástica de la época... que es muy "alejada de la realidad" (ya sabemos que la historia la escriben los vencedores).
Y por no "contaminarme" de cosas que no son, prefiero no leer la versión "ultra-ortodoxa".

No obstante, algunas de las "fabulaciones" sobre las brujas sí son ciertas, y no son sólo esa visión de la "mujer inteligente e independiente que era curandera y fue vilipendiada por la eclesiastía de la época" (que por supuesto la mayoría de casos son así).
También hay otros de cultos reales, sincréticos, con auténticos sacrificios y orgías a deidades paganas.... que la versión ultra-ortodoxa se empeña en exagerar y en decir que así era siempre; pero la contraparte ultra-heterodoxa se empeña en decir que todas las brujas fueron sólo "mujeres incomprendidas" (sobre todo en lo relacionado con la magia wicca actual, la brujería, y más si lo escribe una mujer).

Y a mí lo que me interesa es el trasfondo "oscuro" y real de las brujas, pero de las auténticas (y no digo con esto que tuvieran poderes XD), no el de "todas eran curanderas herboristas" ni el de "todas fornicaban con el demonio".
Y como la historia está muy viciada por ambas partes, nunca he encontrado eso...

Pero como ensayo sobre la visión de la mujer-bruja en la historia, tiene buena pinta. Sobre todo si no se ciñe sólo a Salem, sino que va desde la antigüedad :)

Madre mía ya le tenía ganas al libro pero después de leer la reseña creo que me voy a adelantar mis navidades XD

Pues yo también lo tenía apuntado como lectura futurible, y después de este análisis tan completo me has convencido de al menos echarle un vistazo cuando lo vea por ahí. A mí también me interesa más particularmente la visión medieval del concepto de brujería y lo relativo al Malleus Maleficarum.

No conocía este ensayo, pero me has obligado a leerlo con esa fantástica reseña. Me interesan este tipo de ensayos y me va a venir muy bien, la verdad es que los ensayos que he leído de la brujería se centran más en la época medieval, así que me viene genial un ensayo que ahonde en los orígenes antiguos de este fenómeno. De momento está apuntado en la lista de compras literarias.

Un saludo.

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