Los seres que acechaban en las profundidades.
En las obras de Wyndham luces extrañas en el cielo marcan el principio del fin, como antaño lo pronosticaban los cometas. En El día de los trífidos era una lluvia de meteoritos verdes que cegaron a todos cuantos los vieron; en El Kraken despierta luces rojas (quizá aerólitos o astronaves) que empiezan a caer en las zonas abisales del océano. Como en aquella primera novela, en El Kraken despierta una voraz inteligencia despierta para disputar a la humanidad el dominio del planeta. Aquí terminan por desgracia las similitudes. Quizás si Wyndham hubiera copiado más a conciencia su primer trabajo el resultado habría sido mejor, ya que El Kraken despierta puede resumirse con una palabra: tediosa.
Wyndham teoriza con la idea de que no es posible que en un mismo ecosistema sobrevivan y prosperen dos especies inteligentes, que su enfrentamiento es inevitable. Esta teoría se ha explotado varias veces y desde enfoques muy diversos en la ciencia ficción, e incluso se ha explorado entre la comunidad científica, en debates bajo la hipótesis de la naturaleza, hostil o no, que tendría un primer contacto.
Y el error, insisto, son los protagonistas. Ellos son periodistas: la mayor parte del libro lo dedican a escribir documentales sobre los extraños sucesos que ocurren en otras partes. Documentan que tal o cual barco ha desaparecido sin dejar rastro. Que una población ha sido arrasada y todos sus habitantes han desaparecido. Hablan con científicos (a los que se refieren en todo momento como "cerebritos"), escuchando lo que estos tengan que decir, pero sin poder aportar nada propio.
Son, en el fondo, personas corrientes. Pero también lo eran los protagonistas de El día de los trífidos o de Los cuclillos de Midwich, incluso los de Las crisálidas. El punto de vista del hombre de la calle puede ser valioso, entretenido y sumamente efectivo para presentarnos un relato de este tipo, y en estas otras novelas Wyndham lo demostró. En El Kraken despierta no es así. Cuando llega finalmente el escenario en que Wyndham se siente verdaderamente cómodo, el derrumbe de la sociedad, el entorno postapocalíptico, ya han transcurrido dos terceras partes del libro. Los periodistas, ahora supervivientes, ya han aburrido tanto el lector que no siente demasiada empatía por sus azares y de todos modos tampoco queda tiempo por desarrollarlos, porque termina el libro. Y lo hace con una especie de deus ex machina que recuerda el final de otro gran clásico —este sí, digno de su estatus—: La guerra de los mundos de H. G. Wells.
Si no me parece que el enfoque de la historia sea el correcto, tampoco me parece que lo sea el desarrollo. Si dejamos de lado a la pareja protagonista, aún quedaría la posibilidad de dar valor al libro gracias a narrar las cosas de un modo interesante: de pintarnos un cuadro (a través de estos reportajes que ambos escriben) que resulte por lo menos atractivo. También en esto falla el autor. Lo que nos explica es cómo reacciona la bolsa ante el peligro que de pronto supone viajar por mar: nos muestra una sociedad que tan pronto está horrorizada ante hechos inexplicables como aborregada por intereses materiales. Explora —y esto podría haber sido interesante si lo hubiera tratado con más seriedad y en profundidad— la manipulación de la información por parte de la prensa, y el como se podría usar en una crisis de esta naturaleza. En un párrafo se pone a defender el derecho del ciudadano de pie a ir armado en su día a día. En resumen, divaga, va a la deriva sin aferrarse a nada y cuando se pone serio acaba copiando elementos de su anterior obra maestra o recurriendo a tópicos tales como el personaje del científico denostado por ser el primero —y el único, aparentemente— que se da cuenta de lo que realmente está pasando.
La visión que tiene de la tensión entre superpotencias propia de la Guerra Fría es una parodia, que resume en un intercambio pueril entre EUA y la URSS que cae en todos los estereotipos posibles. De hecho, no entiendo si todo este fijarse en como la sucesión de hechos inexplicables y agresiones afecta al mercado global es Wyndham intentando ofrecer un relato realista de lo que pasaría si nos atacaran los alienígenas, o un Wyndham llevando la situación al absurdo para criticar el sistema. Si se trata de lo primero, fracasa estrepitosamente aunque sea solo por pura ingenuidad. Para muestra, el modo con que pinta a sus altos cargos del ejército, siempre dispuestos a escudarse con el "secreto oficial", pero que no tienen ningún problema en invitar a un par de reporteros a participar (como testigos) de misiones de alto riesgo y aún mayor secretismo, para después invitarles a cenar y revelarles toda clase de información importante "de forma extraoficial".
Quizás parte del motivo por el cual soy tan crítico con esta novela es por lo mucho que significa para mí El día de los trífidos: fue la primera obra de ciencia ficción que leí hace casi veinte años. Wyndham me parece uno de los autores a reivindicar, a recordar de vez en cuando, y creo que cualquiera que se aproxime por primera vez a su trabajo desde El Kraken despierta no va a entender de donde viene su fama.
comentarios
Bastante flojo
Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.