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Mi espada, mi conjuro.
La puerta. Magia.
La mazmorra. Un troll.
Nos gusta la fantasía

"Sabe, oh príncipe, que entre los años en que los océanos anegaron Atlantis y las resplandecientes ciudades [...] hubo una edad no sonada en la que brillantes reinos ocuparon la tierra como el manto azul entre las estrellas."

LA

en la tinta

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un troll. El mundo. Nos gusta la fantasía.


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¿Dónde están ahora el caballo y el caballero? ¿Dónde está el cuerno que sonaba? ¿Dónde están el yelmo y la coraza, y los luminosos cabellos flotantes? ¿Dónde están la mano en las cuerdas del arpa y el fuego rojo encendido? ¿Dónde están la primavera y la cosecha y la espiga alta que crece? Han pasado como lluvia en la montaña, como un viento en el prado; los días han descendido en el oeste en la sombra de detrás de las colinas. ¿Quién recogerá el humo de la ardiente madera muerta, o verá los años fugitivos que vuelven del mar?

El Señor de los Anillos

Esta es nuestra
Definición

de fantasía

Dícese de tener la espa-
da a mano
y el hechizo aprendido, abrir la puer-
ta a ganzúa, recorrer las mazmorras, enfrentarse al troll, al gnoll y al conjurador de la torre. Encontrar la biblioteca del nigromante y aprender sus antiguos y preciados conjuros escritos en lengua dracónica.
Explorar un universo imaginario...
o quizá no.

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poción de la literatura pero aderezada con un poco de mitos y leyendas. Porque fantasía es tener la espada
a mano y el hechizo aprendido, abrir la puerta a ganzúa, recorrer la mazmorra, enfrentarse al troll , al gnoll
y al conjurador de la torre olvidado por las eras que pasan.
Fantasía es tener la espada a mano
y el hechizo aprendido, abrir la puerta a
ganzúa, recorrer la mazmorra, enfrentarse
al troll, al gnoll y al conjurador de la torre.

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Fantasía es tener la espada a mano
y el hechizo aprendido, abrir la puerta
a ganzúa, recorrer la mazmorra, enfren-
tarse al troll y al conjurador de la torre.

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25 de enero de 2015

Reseña: 'Sueños y sombras', de C. Robert Cargill, un cuento de hadas oscuro

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Qué es fantasía

Es tener la espada a mano y el hechizo aprendido, abrir la puerta a ganzúa, recorrer los oscuros salones del castillo abandonado, deslizarse hasta la mazmorra, enfrentarse al troll, al dragón antiguo y anotar los conjuros del último nigromante de la torre olvidado por las eras que van y vienen.

“—Desleal es aquel que desaparece cuando el camino es oscuro.”

Gandalf

Qué es fantasía

Escuchad: Dícese de tener la espada
a mano y el hechizo aprendido, abrir
la puerta a ganzúa, recorrer los
oscuros salones del castillo abando-
nado, enfrentarse al troll y anotar los conjuros del nigromante hace tiempo olvidado por las eras que van
y vienen.

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El guionista de Sinister debuta con una novela de fantasía sobre el oscuro mundo de las hadas.

La colección Runas de Alianza Editorial, de una forma u otra, siempre sorprende para bien o para mal. En su momento, publicando “Los caballeros bastardos” de Scott Lynch –una de estas series que triunfan en el plano internacional– tiempo después, anunciando que la cancelaba incomprensiblemente, decisión que aún ruego que reconsideren. Mas adelante publicó la “Trilogía de la primera ley”, una de las mejores series de fantasía adulta de los últimos años, y de las más crudas, y los diversos spin-off que la siguieron. Y ahora publica Sueños y sombras, primera novela de C. Robert Cargill que, enmarcada en este catálogo tan privilegiado, parece que venga ya recomendada.

La premisa es atractiva: fantasía urbana en torno al mundo feérico, con dos niños envueltos en uno de esos enredos con las hadas que tan bien saben tratar Neil Gaiman o Raymond E. Feist en su fantástico –y descatalogado– Cuento de hadas, o incluso Terry Pratchett en Lores y damas y Jack Vance en su Trilogía de Lyonesse”. En todos estos casos nuestro mundo choca con el mundo invisible, el olvidado bestiario del folclore popular. Cargill se suma así al barco de los escritores de fantasía urbana que tan en boga está últimamente.

El propio titulo lo dice todo: Sueños y sombras, sueños cuando Cargill está inspirado y logra grandes momentos. La cacería salvaje, en su primera aparición, es de lo mejor que he leído recientemente; tensión, terror y drama. Sombras, cuando el hecho de que esta sea su primera novela se hace notar –y mucho– y lastra la narración.

Tratando con mayor profundidad ambos polos hay mucho que comentar; es realmente en este sentido una novela sumamente polarizada. En el lado positivo tenemos lo dicho: muchos grandes momentos. La cacería es uno de ellos; el concepto y desarrollo de «el tributo» o el primer encuentro de Colby con las hadas. Son escenas bien construidas, que impactan por lo virulento, lo encantador y su carga emocional –por ejemplo los métodos de Knocks para alimentarse, particularmente en su edad adulta–.


En este mismo extremo del espectro tenemos el modo que escoge Cargill para deshumanizar a sus criaturas fantásticas. Este es un punto difícil, ya cuando un escritor de lo fantástico describe razas y culturas no humanas –sean mágicas o alienígenas– uno de los retos a los que se enfrenta es al de hacerlo creíble transmitiendo la sensación de que estamos ante algo «ajeno», lejano a la experiencia humana, regido por otras reglas morales, otros códigos sociales, otros imperativos biológicos, otro trasfondo cultural, etcétera. Jack Vance lo lograba como nadie, pero Cargill no llega ni de lejos a su nivel, pero como escritor novel, lo que consigue no está nada mal.

Pudiendo escoger entre varias sendas para llegar a «lo ajeno», el autor opta por la de la violencia. En ciertos momentos es decididamente gore y extremadamente cruel con sus personajes, a un nivel parecido al de George R. R. Martin. Sus hadas actúan de un modo que en un humano se consideraría sádico y propio de un psicópata, pero en ellas es solo el reflejo de su naturaleza ajena. No son humanas, estas criaturas: sus acciones no pueden ser calificadas bajo estándares humanos. Su brutalidad, mezclada con lo que parece casi inocencia, las hace definitivamente incomprensibles. Los humanos que tratan con ellas salen mal parados; Colby y Ewan, los protagonistas, son un testimonio de ello.

Otro punto fuerte de Sueños y sombras es su tono trágico; aún a riesgo de liar la cosa usando otra metáfora a partir del título, aquí hay mucha más sombra que sueño. Sobre los protagonistas pesa la fatalidad: de principio a fin la muerte y el dolor acompañan cada paso que dan, y Cargill no hace ninguna concesión al lector para aliviarla. El capitulo final, para terminar con lo positivo, es un agradable guiño a Soy leyenda que suaviza un poco la carga dramática.

Sueños y sombras puede gustar a casi todo el mundo que ame la fantasía.”
En el lado negativo, finalmente, hay por desgracia bastante que comentar también. Por una parte, en cuanto a aspectos técnicos, se nota a Cargill poco hábil para construir unos diálogos creíbles, y poco acertado en su elección al dividir en dos bloques, separados por cierta cantidad de años, la narración. A sus protagonistas humanos no los vemos evolucionar: su drama pierde fuerza porque nos los presenta solo en dos estados: como niños y como adultos –en ambos brevemente–. Uno de los dos debería haberse priorizado en detrimento del otro, o si eso era imposible, haberse tratado ambos con mayor profundidad dando como resultado una novela mucho más larga. Unas breves líneas en el inicio del segundo bloque explicando como han vivido su transición de la infancia a la edad adulta no son suficientes para darle al lector algo con lo que creerse su persona adulta: aparecen simplemente como seres distintos. El Colby niño y el Colby adulto parecen dos personas separadas y no se entiende la transición entre ambos estados, y por ello dificulta el empatizar con la versión adulta, mucho más sombría que la infantil. Y lo mismo con Ewan; el Ewan adulto no hay por donde cogerlo, no tiene ningún carisma como personaje; ambos son más accesorios de una tragedia que su elemento principal.


Sin embargo, si a los protagonistas les falta algo no pasa lo mismo con los villanos; su propia condición no requiere explicaciones ni evolución y por ello no se ven perjudicados por lo mismo que merma a los héroes. El problema es que esto nos deja una historia desequilibrada, donde los villanos resultan más creíbles que sus contrapartidas. Mención aparte merece el personaje del Coyote, que a algunos les parecerá de lo mejor del libro y a otros, como a mi, no terminará de convencer: nos lo presentan como el embaucador definitivo, el pícaro por excelencia, pero no acabo de ver que lo que se dice sobre él encaje con sus acciones; a Cargill le gusta el concepto del personaje, pero su capacidad para decirnos que es genial excede su habilidad para demostrarlo.

En segundo lugar, detesto, literalmente, cuando una novela de fantasía urbana trata de justificar la fantasía mediante explicaciones casi científicas. Me suena a los «midiclorianos» como trasfondo de la Fuerza de Star Wars: sumamente innecesario, tristemente banal. Cargill intenta algo así hablando de algo muy manido: la «materia de los sueños» como fuente tanto de los poderes de Colby como de la existencia misma de las hadas, y peor aún, sugiriendo que éstas provienen de la interacción entre los sueños e imaginación humanos y dicha materia. No, gracias. Lo fantástico es mágico y punto. No debería requerir de explicaciones externas a su propia naturaleza sobrenatural.


Estos dos me parecen los dos puntos negativos de mayor peso, aunque alguno más hay: no me ha gustado el inicio del libro, la de la historia de los padres de Ewan. Se narra como una historia de amor perfecta, de manual; un cuento de hadas edulcorado que se estropea cuando choca con el cuento de hadas real. Este choque brutal es interesante visto con distancia, pero como forma de abrir el libro resulta un poco aburrido. También se podría discutir la presencia de criaturas del folclore europeo en tierras norteamericanas como si fueran nativas de allí; esto es algo que Feist resuelve muy bien en Cuento de hadas, o Gaiman en American Gods, pero Cargill lo deja al aire. Finalmente, no acaban de gustarme los fragmentos «extraídos de un ensayo sobre criaturas mágicas» que encontramos intercalados en la narración. Me parecen redactados con demasiado detalle –para hacerlos convenientes a la narración– y en un estilo poco académico que hecha a perder su efecto.

Para terminar, decir que Sueños y sombras me ha parecido una novela interesante, sumamente polarizada, lo que es completamente achacable a su condición de primera obra de un escritor novel. La recomiendo sin duda, pero recomiendo aún más seguir atentamente la carrera de Cargill. Sueños y sombras puede gustar a casi todo el mundo que ame la fantasía, aunque la recomendación no la hago extensiva a los lectores con estómagos delicados: las hadas de Cargill son material para las pesadillas. En este sentido me vienen a la mente las versiones originales de tantos cuentos que con el paso de los años se han ido edulcorando pero que, en sus inicios, eran crueles y escabrosos, véase el original de Caperucita Roja, donde ningún leñador la salva de ser devorada, o el de la Bella Durmiente, donde ésta acaba violada por su príncipe y por ello despierta, no por un beso.

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