La primera obra de Nina Allan traducida al español, donde nos habla con pasión de esos complejos mecanismos que son los relojes.
El viaje en el tiempo, clásico tema de la ciencia ficción. Los autores amantes de la historia mandan a sus personajes al pasado, normalmente solo como observadores de hechos trascendentes (con la gran advertencia «¡no toques nada!» pesando siempre sobre ellos). Si se busca un efecto de inquietud, incluso de terror, se puede recurrir a visitar futuros distópicos, con un tono admonitorio; o peor aún, a castigar al insensato que recorre la línea temporal a contracorriente con la visión de lo que su injerencia ha provocado, presentar un escenario terrible en el clímax –y desenlace– del relato. Desde obras maestras fundacionales como La máquina del tiempo de Wells, Un yanqui en la corte del rey Arturo de Twain y clásicos modernos como El libro del día del juicio final de Connie Willis, El fin de la eternidad de Asimov o El ruido de un trueno de Bradbury a intentos mediocres como la reciente 22/11/63 de Stephen King o Rescate en el tiempo (1999-1357) de Michael Crichton, el subgénero del turismo temporal nos ha acompañado siempre; como novela juvenil (Cruzada en jeans de Thea Beckman es un buen ejemplo) o reflexiva ciencia ficción hard, nunca ha dejado de estar en boga.
Como muchos de los grandes temas, al final ya no queda nada original por decir; todas las posibilidades, todas las interpretaciones, todas, se han tratado previamente, con mayor o menor acierto. A veces el viaje en sí y sus aspectos técnicos es el centro de la trama; otras, una mera excusa para disfrutar de épocas pasadas o futuras desde la perspectiva actual.
El cambiar el pasado es un peligro a evitar o un método seguro de crear un futuro mejor, el viaje es obra de un genio solitario o la labor supervisada de una agencia secreta atemporal. La gracia consiste en buscar un enfoque, una revisión y renovación de los clásicos que tenga la suficiente personalidad propia como para sustentarse por si misma. Esto no lo consiguió un autor de tanto renombre como King con su libro sobre Kennedy, que era tópico, previsible y lleno de contradicciones y situaciones poco creíbles. Nina Allan es, en Maquinas del tiempo, más ambiciosa y mucho más talentosa: el suyo es un libro que parece moverse entre el viaje temporal introspectivo a lo Magdalena de Proust, la distopía clásica y la maquina temporal de Wells: su objetivo, su mirada original, se centra en los personajes y su vida interior, y quien se desplaza en el tiempo y el espacio es el lector.
La editorial Nevsky, que ofrece un catálogo extremadamente cuidado que se mueve entre lo clásico (El Maestro y margarita de Bulgakov) y lo moderno (Una edad difícil de Anna Starobinets) nos descubre ahora una autora que, como Starobinets, dará mucho que hablar.
Maquinas del tiempo se estructura en capítulos autoconclusivos. Cada uno es un relato independiente que comparte con los demás ciertos temas: la pérdida, el paso del tiempo, el amor y distintos desarrollos de unos mismos personajes, Martin Newland y su hermana, sus padres, sus amigos, el misterioso relojero Owen Andrews. Y los relojes.
Nina Allan habla con pasión de los relojes, maquinas del tiempo cotidianas. A mi también me han fascinado siempre, los mecánicos “vintage” de bolsillo en particular. Sostener uno en la mano, darle cuerda y verlo funcionar puntualmente mediante unos engranajes tan precisos me transmite una idea de progreso, de logro, complejidad y al final de satisfacción, que otros aparatos modernos técnicamente más avanzados no me producen en absoluto; es como si estos relojes tuvieran una personalidad de la que sus descendientes carecen. Quizás es el tipo de encanto que favorece el auge del steampunk. En Maquinas del tiempo esta personalidad es tal que hasta cierto punto comparten protagonismo con los personajes: de unos, descubrimos los entresijos sentimentales, emocionales, lo que impulsa sus vidas. De los otros, los engranajes, las complicaciones, las genialidades de las que relojeros como Breguet les dotaron. Ambos se combinan en un gran mecanismo, piezas cumpliendo su función en la maquinaria imposiblemente compleja del tiempo y el espacio que a Nina Allan le sirve para someter a sus criaturas a distintas influencias, experiencias a veces traumáticas y ver como cambian de una versión a otra.
El tema también es la memoria: cómo cambiamos ante sucesos impactantes, ante la muerte o el amor, y como el recuerdo de estos hechos moldea nuestra vida entera. Como puede evolucionar un mismo individuo sometido a experiencias algo distintas; cuanto hay en su vida de “natural”, genético, impreso en su mismo ser, y cuanto de adquirido. Para responder a estas incógnitas, Nina Allan recurre a la idea del multiverso, compuesto por infinitas variaciones de la realidad que conocemos, adelante o atrás, o en paralelo, en la corriente temporal. En este sentido esta novela es un libro costumbrista. El viaje es sutil; el objetivo, explorar la naturaleza humana. Es un viaje del tiempo introspectivo. Aún así, el contenido de ciencia ficción tampoco está ausente: Allan describe la idea del viaje temporal aportando ideas muy interesantes, que desliza a lo largo de toda la narración (y desarrolla en algunos puntos con mayor atención). Usando el recurso que tan bien le funcionara a Lovecraft o a Caitlin McKiernan, Allan mejora la sensación de realismo de su historia haciendo referencia a autores y a obras inexistentes con tal convicción que uno acaba buscando en Google, y y de paso refuerza la inmersión en la historia.
En resumen, Maquinas del tiempo no es una novela de ciencia ficción al uso, es una obra sensible, tranquila, con una narración bien llevada de las que apetece seguir una tarde otoñal. Muy recomendable, y más cuando uno encuentra tan buen equilibrio entre una edición cuidada y estéticamente atractiva y un precio razonable.
Fecha de publicación: 26 mayo, 2014. Editor: Nevsky Prospects. Géneros: Ciencia ficción.
Traducción: Carmen Torres y Laura Naranjo. Páginas: 208. Precio: 19 €. Electrónico: Sí. Correlación: Lectura independiente.
comentarios
Me parece una novela (si es que es novela) magnífica. ¡Buena reseña!
Hace mucho tiempo que no oyes el suave sonido de la pluma rasgando el pergamino, así que busca en la estantería más cercana y recita los versos apropiados, pero sé cuidadoso o terminarás en la sección prohibida. ¡Por Crom! Los dioses del acero te lo agradecerán.