} -->

Mi espada, mi conjuro.
La puerta. Magia.
La mazmorra. Un troll.
Nos gusta la fantasía

"Sabe, oh príncipe, que entre los años en que los océanos anegaron Atlantis y las resplandecientes ciudades [...] hubo una edad no sonada en la que brillantes reinos ocuparon la tierra como el manto azul entre las estrellas."

LA

en la tinta

Mi espada, mi conjuro. La puerta, magia, Igni. La mazmorra,
un troll. El mundo. Nos gusta la fantasía.


- La fantasía es la poción mágica de la literatura -

Mi espada, mi conjuro. La puerta, magia, Igni. La mazmorra, un troll. El mundo. Nos gusta la fantasía en todas sus formas.

Publicación independiente de fantasía, por y
para lectores de espadas y conjuros. La
fantasía es la poción mágica de la literatura.

Cultura fantástica
La fantasía es
la poción mágica
de la literatura.
Has descubierto un camino
lateral y entrado en un sitio
de La Espada en la Tinta. Pulsa
aquí para volver al principio
#Aquí hay fantasía

Publihechizo

8 de enero de 2016

La Factoría de Ideas cierra sus puertas


El cierre de una editorial siempre es una mala noticia porque muchas sagas quedan incompletas y los títulos ya publicados quedan en una especie de limbo editorial que, salvo casos muy puntuales que merezcan la pena rescatar. El resto se evapora en el aire.

En el caso de la editorial madrileña La Factoría de Ideas parecía una muerte anunciada, ya que a las nulas noticias sobre continuaciones de sagas de fantasía como Harry Dresden o Malaz, la poca dedicación de su servicio de prensa en los últimos meses (sin respuestas, ni envíos promocionales ni algo paraecido) se une la nula actividad en sus redes sociales. El haber cancelado además su colaboración con Debolsillo, impidiendo que siguieran saliendo, precisamente, más títulos en formato más económico de Harry Dresden y los libros de Steven Erikson, no han hecho más que agravar la sensación de que algo pasaba con La Factoría de Ideas.

Y aunque sonaban trompetas lejanas de temas económicos y trabajadores insatisfechos, todavía no era algo seguro al cien por cien, pero una empresa que empieza a mostrar tales carencias está claro que no va por buen camino. Ahora ya puede confirmarse del todo: La Factoría de Ideas, S. L. queda oficialmente disuelta, según dicta el BOE pertinente con fecha del 18 de diciembre y que puede comprobarse in situ.

La editorial, en estos momentos, ha entrado en concurso de acreedores y ha abierto su fase de liquidación.

El futuro de Harry Dresden y Malaz, en lo que respecta al catálogo de La Factoría de Ideas, es negro como el espacio sideral, y salvo que otra editorial tome el difícil testigo, de momento quedan canceladas.

Imagen: Gardens of the Moon, de Chris Moore

enero 08, 2016y

13 de enero de 2015

Reseña: «La tempestad del segador» (Malaz 7), de Steven Erikson

La séptima entrega de Malaz está llena de subtramas.

Título original: Reaper's Gale.
Edición: La Factoría de Ideas. 888 págs. 29,95 €.
Traducción: Marta García Martínez.
En La tempestad del segador, séptima entrega de "Malaz: El libro de los caídos", Erikson nos lleva de vuelta al continente de Lether, donde los Edur ya se han establecido como casta dominante del recién conquistado Imperio Letherii. Su líder, el Emperador de las mil muertes, es un ser atormentado por el dolor y la culpa que lentamente va hundiéndose más y más en la locura: los campeones que trae de todo el mundo para que lo maten en duelo y le den el reposo que tanto ansía fracasan uno tras otro. Esta vez, sin embargo, quizás haya una oportunidad: a la ciudad de Lether llegan ni mas ni menos que Karsa Orlong, nuestro bárbaro filósofo favorito, e Icarium, el mayor misterio de toda la saga. Si hay la más mínima posibilidad de destruir al Emperador, sin duda vendrá de la mano de alguno de los dos. El destino de Icarium, y su pasado, empiezan a desvelarse poco a poco en esta trama.

Paralelamente, multitud de subtramas al más puro estilo malazano compiten por la atención del lector. Silchas Ruina, el Cuervo Blanco, liberado de su milenario confinamiento en la moribunda casa de Azath, viaja hacia el norte con un variopinto grupo de compañeros persiguiendo una venganza –o de hacer justícia–; de sus acciones aprenderemos que Anomander Rake, su hermano, no es el más cruel de la familia. Y qué familia, pues sus primas –las tres hermanas Soletaken– conspiran para destruirle. Al este del Imperio se concreta aún otra amenaza; Mascararroja, antiguo paria de su tribu, ha vuelto para guiar a los suyos, para unirles y convertirles en un ejército capaz de desafiar a los Letherii que se establecen –al estilo de los colonos americanos en tierras Indias– sin ningún pudor ni respeto en sus territorios ancestrales, corrompiendo o asesinando a las tribus. Y al oeste, ni más ni menos que una legión entera de malazanos desembarca en el continente para ajustar las cuentas a estos escurridizos Edur que en entregas anteriores habían atacado las costas de Malaz.

¿Pueden complicarse aún más las cosas? Pues parece que sí, porque el propio Imperio Letherii se desangra por dos conflictos internos cuya resolución determinará su destino. Por una parte, están los Patriotas y la Consigna Libertad; los primeros, cual Inquisición, tienen sometida a la población a un reino de terror persiguiendo a traidores reales o imaginarios y acumulando poder en el proceso; los segundos, grandes comerciantes, ejercen el poder de un lobby, y libran una guerra económica contra un adversario oculto que busca hundir al Imperio en la peor crisis imaginable.


Como he dicho más arriba, La tempestad del segador tiene una gran cantidad de subtramas, tantas y tan interesantes, que es difícil escoger una como la principal. Sin embargo, hay una que me resulta más fácil descartarla por ser la más insubstancial y desconcertante en ocasiones: Mascararroja y su guerra tribal. Este es, para mi, es uno de los puntos débiles de la novela. Se trata de un planteamiento –el choque entre la civilización colonizadora y la indígena– del que Erikson abusa. Ya lo vimos con los Seti, o con los Wickanos: tribus orgullosas que se niegan a disolverse entre las hordas invasoras e intentan un último esfuerzo heroico para defender sus tierras y su identidad. La trama de Mascararroja peca pues de repetitiva; y el que su resolución sea polémica empeora el pronóstico. Me sobra completamente.

“Erikson es un tejedor sin igual”
El resto es, por el contrario, excelente: casi todas las demás tramas aportan información interesante, y leer sobre personajes tan carismáticos como Silchas, Karsa, Icarium o Ben el rápido es un placer. Las complejidades de la sociedad Letherii son el otro gran punto fuerte, ya que aquí quedan expuestas con gran crudeza; se trata de toda una declaración de principios del autor acerca de la ambición, la corrupción, lo bueno y lo malo del capitalismo. Una historia trágica y, según como se mire, incluso profética.

A priori, puede parecer que estamos ante una entrega cuyos eventos están aislados de lo que podríamos llamar la trama principal de la saga, el conflicto latente con el Dios Tullido, y esta podría ser la mayor crítica de La tempestad del segador. Sin embargo, Erikson es un tejedor sin igual y nada escapa de su plan maestro: los sucesos en Lether también están relacionados con el conflicto final con el Tullido.

Recomiendo por tanto sin reparos este séptimo volumen de "Malaz: El libro de los caídos". No creo que pueda decepcionar a nadie que haya avanzado hasta este punto de la saga. Cualquiera que haya llegado hasta aquí ya se habrá acostumbrado al estilo a menudo críptico del autor, y a su afición a racionar la verdad con pequeñas dosis. Lo que toca es sentarse y disfrutar con el libro, y después de terminarlo seguir disfrutando al tratar de conectarlo con las lecturas previas e hilvanar teorías acerca de las lecturas futuras, porque todavía queda Malaz para rato.

enero 13, 2015y

29 de junio de 2014

Reseña: «Empuñapiedras» (Malaz: El Imperio 3), de Ian C. Esslemont

Parece que cuando Esslemont escribió este libro no estaba muy inspirado; el primero de su saga particular, La noche de los cuchillos, no era exactamente extraordinario, aunque sí muy entretenido. Remontó su currículum con El regreso de la Guardia Carmesí, permitiéndonos suponer que Empuñapiedras merecería casi tanto la pena como uno de los títulos de su compañero Erikson, verdadero maestro del universo Malaz (recordemos que la saga principal de Malaz corre a cargo de Erikson, y la de Esslemont, "Malaz: El Imperio" es paralela y complementaria a aquella). Pero no ha sido así. Por primera vez me he aburrido leyendo pasajes de un libro de Malaz; no durante toda la lectura, ya que ésta remonta mas o menos hacia medio libro, pero la primera parte es de un nivel bastante bajo, y por muchos motivos, que comentaré más adelante. El conjunto me parece que podría ser muy mejorable si se prescindiera de ciertos segmentos y se redujera drásticamente el número de páginas.

Antes de comentar lo que yo veo como errores –y soy completamente subjetivo al respecto, por supuesto– repasemos antes el argumento. En algún momento cronológicamente indeterminado después de los eventos que sacudían la cúpula imperial en los anteriores tomos de las dos sagas, el Imperio de Malaz decide renovar su dominio sobre parte de las tierras del subcontinente de Korelri (famoso sobre todo por la imponente muralla de las tormentas, que cierra su costa norte a la invasión de los jinetes sobrenaturales que pueblan el estrecho de las tormentas entre isla Malaz y el subcontinente). Para encabezar la expedición malazana, cuentan con Melena Grís, antiguo Puño Supremo, considerado hasta entonces un traidor. Este irá acompañado de Kyle, anteriormente soldado de la Guardia Carmesí que conocíamos en el segundo libro de Esslemont.

En otro frente, Kiska, guardaespaldas del mago supremo imperial Tayschrenn, pacta con la Encantadora para encontrar a su maestro perdido en el vórtice que se lo tragara en El regreso de la guardia carmesí, y le asigna un compañero que también resultará familiar a los lectores. Ambos ingresan en la senda de sombra para seguir el rastro a la anomalía caótica. Mientras tanto, en las tierras del subcontinente, varios grupos se van organizando lentamente en oposición a la hasta entonces hegemónica fe a “La Señora”, una entidad aparentemente divina que milenios atrás inspiró la creación de la muralla. Algo tras su culto monoteísta pinta muy mal: su dominio sobre el subcontinente ha alienado a sus gentes del resto del mundo de Malaz.


“Esslemont repite una fórmula que quizás ya va tocando cambiar”
Este es pues el planteamiento, muy ambicioso, como suele suceder con los libros malazanos. Muchos hilos abiertos, muchos puntos de vista, varios de ellos narrados simultáneamente desde la óptica de participantes en el conflicto en bandos opuestos. Esto añade verosimilitud a la historia; es una virtud no de Esslemont en concreto, sino de Malaz en general: sirve para dar a todos los implicados cierta aura de ambigüedad, logrando que no se pueda establecer claramente un bando “maligno” y uno “benigno”, como suele pasar con la fantasía épica tradicional. En Empuñapiedras Esslemont pone, al fin, algunas piezas más al puzzle malazano: presenta finalmente el subcontinente de Korelri y lo pinta de un modo atractivo. Los enredos de politiqueo, de lealtades ambiguas y conflictos entre divinidades, las maniobras de ejércitos invasores, los avances de una muchacha estúpida por el Reino de Sombra hacen que uno lea rápido y con ganas. Y el clímax, cuando finalmente llega, es apoteósico. Todo esto es positivo, pero como decía, este tomo en concreto adolece también de varios errores, que hacen que todo esto, de entrada tan atractivo, llegue a resultar en algún punto cansino.

En primer lugar, Esslemont repite una fórmula que, aunque ha funcionado en el resto de la saga hasta ahora, quizás ya va tocando cambiar. Empiezo a leer y no consigo que me importe lo más mínimo el destino o personalidad del enésimo regimiento de soldados rasos que veo pasar ante mi. ¿Suth? ¿Lerdo? ¿Yana? Nuevos nombres, nuevos soldados rasos, como tantos ha habido anteriormente. Focalizar en ellos parte de la narración a estas alturas ya es un error: aunque parte de la gracia de Malaz consista en introducir nuevos personajes constantemente, la saga ha llegado a un punto en el que el lector espera seguramente cierto rumbo hacia unas conclusiones donde estos soldados no parece que puedan aportar nada. El tono en los libros precedentes –tanto en los de la saga principal como en los de esta saga paralela– había ido volviéndose más oscuro, sugiriendo que finalmente habíamos llegado al final de una larga introducción. A mi modo de ver, estos personajes no contribuyen a ello, y lo que es mucho peor, tampoco construyen una trama paralela interesante; francamente, me sobran. Los largos párrafos dedicados a sus andanzas me cansan muchísimo. Y si como personajes no me cautivan, mucho menos lo hace el personaje más pesado de la saga entera creación de Esslemont: Kiska la joven irritante que por alguna extraña razón se convirtió en guardaespaldas del mago supremo imperial y que hace aquí su reaparición tras exasperarnos en El regreso de la guardia carmesí, dispuesta a hacernos perder la paciencia de nuevo vagando por la senda de Sombra desorientada, como siempre, y sin enterarse de nada.


Con este plantel de personajes –y algunos nuevos más– no es de extrañar que toda la esperanza y el interés recaigan en Melenagrís y Kyle, también viejos conocidos, y en mayor medida, en el sargento Barras de Hierro que, en su errático rumbo, ha acabado por servir en la defensa de la muralla de las Tormentas. Son también viejos conocidos, fruto quizás de una época más fértil para Esslemont, y sus andanzas resultan algo más interesantes.

En segundo lugar, el libro peca de falta de originalidad en algunos escenarios, y eso es algo que también me resulta nuevo tratándose de Malaz. En concreto, me refiero a cierta muralla que, alzada ante la costa korelri, la protege de los fríos jinetes de las Tormentas. Muralla ahora en peligro por falta de fondos y por los escasos reclusos –hechos guardianes a la fuerza– que quedan para defenderla, y los reinos del interior de korelri no mandan suficientes tropas. ¿Suena familiar?

Otros ejemplos de falta de originalidad son el uso de ciertos clichés, situaciones extremadamente tópicas como el que el imperio decida recurrir a un puño (general) retirado, quien ante la zanahoria adecuada acepta dejar su vida de tranquilo retiro para volver a la acción; o el sacerdote antisistema con discurso espiritualista partidario de la lucha pacífica; o el personaje cómico, paródico, y a la vez imbatible tan propio de los libros malazanos; o el funcionario abnegado que sigue su propio camino por mucho y su idea de la justicia aunque implique cerrarse cualquier posibilidad de ascenso. Son todos tópicos, arquetipos ya usados en otros tomos de la saga. Al final, parece que para conseguir un plantel de personajes de un libro malazano sea necesario reunir todos estos arquetipos representados por personas nuevas cada vez; el saboteador enloquecido, el gigante, la guerrera hosca, el sabio despistado e invariablemente certero, la bruja barriobajera, el individuo aparentemente insignificante que oculta un gran poder, etcétera.

Finalmente, Empuñapiedras es menos Malaz que cualquiera de los precedentes: contribuye a ello que en el principal escenario, Korelri, impere un culto monoteísta con tintes fanáticos que, junto a una cultura no muy lejana a la del medievo europeo, resulta demasiado familiar y muy alejada del exotismo propio de la saga. A nivel personal, son muchos los escenarios o personajes descritos en este libro que me han decepcionado, y es que los veo demasiado simples o apresurados: conceptos poco arriesgados. Es, repito, una impresión personal, pero cuando en libros anteriores se mencionaba la gran muralla de Korelri, el muro de las Tormentas, me lo imaginaba de un modo completamente distinto: algo quizás como una casa de Azath alargada, hogar forzoso de miles de defensores, algunos de ellos meros mortales, otros criaturas poderosas atadas al muro con la magia. Y el muro mismo ¿no os lo imaginabais quizás como algo obra de algún dios, una extensión rocosa, tosca, un afloramiento natural de roca reaprovechado como muralla? Así lo veía yo: la realidad que nos muestra Esslemont en este libro es tan prosaica que resulta muy decepcionante. Un muro. Con almenas y torres, y problemas en los cimientos. Vaya.

La falta de originalidad se extiende al mismo desarrollo de la trama: las mismas procesiones de refugiados, de campesinos y “gente normal” obligada a luchar bajo el liderazgo de héroes renuentes, las mismas discusiones teológicas, el mismo espíritu de revuelta del pueblo contra el dominio de alguna fuerza (extranjera o divina) que ya vimos en el apocalipsis de Sha'ik o, salvando las distancias, con la cadena de Perros.

Más problemas: las contradicciones. Se hacen ciertas afirmaciones desconcertantes –en un tono rotundo– sobre la naturaleza divina o no de personajes como Osserc o La Encantadora, por cuanto contradicen directamente todo lo dicho hasta ahora. Malaz ya es una serie complicada de por si sin necesidad de que un imitador de Erikson se líe con los datos y la complique aún más.

Esslemont, Empuñapiedras me ha decepcionado. Si había alguna duda, queda despejada: es un autor mucho menos capaz que Erikson. Sus diálogos son vulgares al lado del ágil ingenio de los de Erikson, sus tramas, torpemente llevadas, y una gestión de la épica que la convierte en algo difícil de tragar, están a años luz de la calidad a la que Erikson nos tiene acostumbrados. Lo que es peor es, sin embargo, que en algunos puntos parece contradecirse directamente respecto a informaciones que la saga principal nos había dado: en lo relativo a la divinidad de Osserc o T'riss, por ejemplo, la contradice directamente. Malaz ya es una saga lo bastante complicada como para que Esslemont la complique aún más metiendo la pata con errores de coherencia interna.

Pero que le vamos a hacer, en cualquier saga hay baches. En "Canción de hielo y fuego" la cuarta entrega no estaba seguramente a la altura de las demás. En los libros de Terramar es el tercero el que falla. Dado que no se pueden leer como libros sueltos ni –por lo menos en el caso de Empuñapiedras– se pueden saltar, no queda más que resignarse y quedarse con la esperanza de que lo que venga será mejor.


Información adicional
Editado por La Factoría de Ideas en mayo de 2014.
Rústica con solapas, 576 págs, 25,75 €. Disponible en ebook
Traducido por Marta García Martínez.
Tercera entrega de 'Malaz: El Imperio'.
Nuestra valoración: 

junio 29, 2014y

28 de febrero de 2014

Reseña: «Los cazahuesos», de Steven Erikson

La Factoría de Ideas prosigue imparable en su propósito de editar los diez volúmenes que componen la línea central del universo de “Malaz: El libro de los caídos”. En el mes de febrero ha llegado a librerías su sexta entrega, Los cazahuesos”. La historia arranca en Siete Ciudades, terreno familiar otra vez después de la breve excursión a Lether del tomo anterior (Mareas de medianoche); el ejército Imperial al mando de la consejera Tavore ha acabado con la rebelión de Sha'ik y ahora debe barrer sus restos. Leoman de los Mayales, mano derecha de la profetisa del Apocalipsis, huye a través del desierto en pos de... ¿qué? ?Qué pretende el que fuera considerado el mayor general de todo un continente? ¿Huye sin más, o sigue alguna clase de plan para asestar un nuevo golpe a las fuerzas malazanas? Estas preguntas se las plantean los soldados del ejército de Tavore mientras desconfían de su líder, que no parece tan competente como debiera. Al horizonte, Y'Gathan, la primera de las siete ciudades sagradas, parece ser el objetivo; allí se forjarán los Cazahuesos.

Mientras tanto, Ganoes Paran, señor de la baraja, sigue intentando mantener en equilibro el juego que libran los poderes inmortales que, como siempre, afecta a la humanidad sin consideración alguna. Pero recordemos que en Malaz la línea que separa lo divino de lo humano es muy tenue; los dioses pueden meterse con los mortales, pero no deberían sorprenderse si de vez en cuando, es un mortal quien les para los pies. Paralelamente a la persecución que lleva a cabo su hermana Tavore, Paran también recorre Siete Ciudades siguiendo su propia agenda, que pasa por frustrar los planes de los Sin Nombre y estudiar las intenciones de Poliel, diosa de la pestilencia, que siembra la devastación propagando la enfermedad por doquier.

“En Malaz la línea que separa lo divino de lo humano es muy tenue”
Entre ambos bloques argumentales queda algo de espacio para personajes más pequeños (pequeños en cuanto a su rol en la narración, no en cuanto a poder, en eso sobresalen), con intenciones más mundanas. Es el caso de Kalam Mekhar y Ben el Rápido o Apsalar, y el misterioso Icarium. Diría, de hecho, que Los cazahuesos es el libro donde mayor presencia ha tenido Icarium en lo que llevamos de saga, y ciertamente ya era hora. Aquí por fin empezamos a obtener algunas respuestas y parece que, por fin, empieza a tomar cierto rumbo claro, en su eterno vagar empieza a presentirse un final. Y por supuesto, está Karsa Orlong, el nuevo Conan, el enorme Toblakai que entre matanza y matanza filosofa con sorprendente sabiduría; para muchos, será el mejor personaje del libro.


Los cazahuesos, sin embargo, es quizás una novela menos estructurada que las precedentes: carece de un tronco central claro. Muchas tramas entrelazadas, y sus protagonistas –Ben el Rápido, Karsa Orlong, Kalam, Icarium, Apsalar, Tavore– se mueven, parece, a la deriva, siguiendo instintos puntuales, ideas peregrinas, empujados aquí y allá por la voluntad de algún ser superior. Multitud de pequeñas tramas se abren y se cierran, aparecen y desaparecen personajes que hacen o dicen cosas cuyo significado o importancia no comprendemos pero que seguramente serán revelados en posteriores entregas. Y el caso es que muchos de estos instintos o impulsos que guían a los personajes me parecen cuanto menos cuestionables Parece que a veces, ante un problema, su tendencia natural sea enfrentarlo del modo más grandilocuente posible, el más exagerado. En esto son un reflejo preciso del autor. Cuestiono la necesidad que tenía Paran de recurrir a los Deragoth para contrarrestar a lo que desencadenan los Sin Nombre, y cuestiono la decisión de los Sin Nombre de desencadenarlo. No acabo de ver claro que hubiera ninguna necesidad real detrás de sus decisiones más allá de la de Erikson de proveernos de escenas emocionantes y épicas. Aún así, esto forma parte de la gracia de "Malaz"; el histrionismo mostrado con el despliegue de un mundo tan colorido y plagado de poder bruto se contagia a las decisiones de sus personajes, que por lo menos en este libro, abandonan todo comedimiento y optan por matar moscas a cañonazos.

Otro tema que volvemos a encontrar es el del Apocalipsis de Sha'ik. Es ya un tema recurrente y no estoy seguro de si eso es intencionado, si Erikson quiere reflejar su naturaleza cíclica mencionándolo continuamente, continuamente volviendo a él, o es simplemente una obsesión suya como autor. Personalmente, aunque puede que en futuras novelas se revele una razón válida para insistir tanto en ello, es un punto que empieza a cansarme. Pero en resumen, Los cazahuesos es un libro a la deriva porque muchos de los personajes, muchos de los puntos de vista –más de los habituales– confluyen en un mismo punto, y lo hacen porque Erikson quiere dejarlos bien encaminados, cerrar algunas tramas de tomos anteriores y prepararlas para encarar lo que vendrá; y lo que viene es ya la recta final de la saga, que se intuye superará toda expectativa en cuanto a épica pura y dura. Y no podría estar más impaciente por disfrutarla, de manos de La Factoría de Ideas, cuanto antes mejor.

Información adicional

Fantasía épica Literatura Novela

Leer después de Mareas de medianoche

Los cazahuesos.
(The Bonehunters. A Tale of the Malazan Book of the Fallen).
Traducción de Marta García Martínez.
La Factoría de Ideas, enero de 2014.
864 páginas.
Disponible en ebook.
29,95 € (rústica con solapas), 12,99 € (electrónico).
Sexta entrega de "Malaz: El libro de los caídos".

Primeras páginas

febrero 28, 2014y

7 de febrero de 2014

Reseña: «Mareas de medianoche», de Steven Erikson

Título original: Midnight Tides. A Tale of the Malazan Book of the Fallen.
Edición: 800 págs. Debolsillo, febrero 2014.
Disponible en ebook: Sí.
Precio: 14,95 € (bolsillo) / 12,95 € (electrónico) / 27,95 € (rústica con solapas).
Traducción: Marta García Martínez.
Temática: Fantasía épica.
Correlación: Quinta entrega de "Malaz: El libro de los caídos".


El mundo de Malaz, gestado por Steven Erikson y Ian C. Esslemont durante los ochenta, sirvió como escenario para campañas de rol y evolucionó hasta una serie de novelas, la saga de “Malaz: el libro de los caídos”, que Erikson escribiría en solitario a partir de aquel material creado conjuntamente. Pronto sus libros se convirtieron en un gran éxito de ventas y crítica a nivel mundial, y en un referente en cuanto a literatura fantástica adulta de calidad. No sería, sin embargo, hasta 2009 que triunfarían también en España, de la mano de La Factoría de Ideas, quien entonces editó su primer volumen, Los jardines de la luna. La astucia de La Factoría al recuperarla tras la fallida edición anterior de Timun Mas y ofrecerla en un formato y una publicidad adecuados dicen mucho acerca del hecho de que una obra que no vende bien depende en mayor medida, además de su calidad, del enfoque que le dé su editorial. Desde 2009, La Factoría ha publicado puntualmente los siguientes volúmenes, intercalando recientemente los pertenecientes a la saga “Malaz: el Imperio” de Esslemont, de cuyas dos primeras entregas, El regreso de la Guardia Carmesí y La noche de los cuchillos, ya hablamos. 

Malaz es exceso, en positivo. Más historia que casi ningún otro libro del género”
Mareas de medianoche es un volumen clave y a la vez inusual dentro de la saga. Siguiendo con su grandilocuencia habitual, Erikson lo usa para introducir no un puñado de nuevos héroes y localizaciones, sino un continente entero, el de Lether, y lo hace narrando unos hechos que tienen lugar antes de lo sucedido en la primera entrega, Los jardines de la luna. Uno de sus protagonistas, Trull Sengar, el Tiste Edur, lo encontrábamos a la orilla del mar Creciente rechazado por su tribu, al principio del volumen cuarto. ¿Cómo llegó allí? Parte de las respuestas están en Mareas de medianoche. Un poco retorcido, pero es su estilo; una excentricidad cronológica exactamente de la clase de las que abundan en Malaz y que sus fieles seguidores hemos aprendido a amar, quizás con un toque masoquista. Uno adora los miles de momentos en que, leyendo, se encuentra pensando “no me entero de nada”. Forma parte de su encanto, este modo de contar una historia a partir de pequeñas piezas dispersas que tienes que montar mentalmente para ver cómo encajan. Algo así como un método narrativo arqueológico.


La trama es quizás algo más simple –en cuanto a menor cantidad de subtramas– que la de los volúmenes anteriores. Resumiendo, en el continente de Lether hay dos grandes culturas enfrentadas; por un lado los nativos Tiste Edur (emparentados con los Tiste Andii), una raza ancestral no humana; por el otro, los humanos del reino de Lether. Los primeros, que en su día fueron conquistadores, llevan milenios viviendo en estas tierras; son un pueblo primitivo, cerrado, aferrado a sus tradiciones y en franca decadencia. Los segundos, industriosos, sofisticados e imperialistas, les han ido usurpando sus tierras poco a poco, por medio del engaño, la traición y la fuerza. Ni más ni menos que el típico escenario de un choque entre culturas, como el que protagonizaron los colonos americanos y los nativos. La cultura más “débil” (la más resistente al cambio, aquella cuya tecnología y capacidades militares y económicas no pueden compararse a las de la fuerte) se ve invadida y despersonalizada, lentamente corrompida. De este modo, los Tiste Edur ven como sus tribus periféricas, las colindantes al imperio humano, van perdiendo su personalidad, asimilándose a aquel, tomando sus costumbres. Parece un proceso imparable hasta que surge de entre los Edur un gran líder que intentará invertir la tendencia; el Rey Hechicero, que ha unido a las tribus y planea llevarlas a la guerra. Antes de emprender su campaña definitiva, el Rey envía a los hermanos Sengar a recuperar una espada perdida cuyo poder contribuirá a la victoria. Mientras tanto, entre los Letherii, Tehol Beddict, famoso por haber ganado una fortuna mediante la especulación y haberla perdido acto seguido, aparenta ser un vago inútil que vive en el tejado de su casa y pasa el día discutiendo con su criado; secretamente gesta un plan para poner fin a lo que percibe como una sociedad injusta. Sus hermanos, explorador proscrito uno, y jefe de la guardia real el otro, se encontrarán luchando en bandos opuestos en la guerra que se avecina.

Toda la novela gira por tanto entre estas dos famílias: los Sengar, de los Tiste Edur, y los Beddict, de los humanos. Ambas verán cuestionadas sus lealtades; por los demás y por sí mismos. Un hermano contra otro; la locura de Rhulad Sengar, de la mano de su siniestro patrón, en contraste con la sensatez de su hermano Trull, o la fidelidad a prueba de bomba de Brys Beddict y la duplicidad de Tehol. Como es muy propio de Erikson, el libro está plagado de personajes memorables (los dos grupos de hermanos, el Ceda, los soldados de la Guardia Carmesí); ciertos roles se repiten a lo largo de la saga (personaje hiperpoderoso oculto bajo una apariencia inofensiva, dioses ancestrales codeándose con los mortales, magos y guerreros sobrehumanos), y como en todos y cada uno de sus libros, uno puede disfrutar enormemente los diálogos cargados de ingenio y las escenas de desbordante fantasía. Quizás se haga un poco raro que todos, desde el mendigo más zarrapastroso hasta el sabio más encumbrado, hablen con una misma agilidad, o uno se puede encontrar preguntándose como, ante tanto poder desatado, ha logrado este mundo sobrevivir al paso de las eras. Es fantasía, es ficción, y algunas preguntas sobran. En resumen, "Malaz" es exceso, en positivo. Más magia, más épica, más humor, más poder, más sangre, más personajes, más criaturas, más historia que casi ningún otro libro del género. Hay que leer "Malaz" o morir en el intento.

febrero 07, 2014y

13 de noviembre de 2013

Reseña: 'Kraken', de China Miéville

China Miéville irrumpió en el año 2000 de la mejor forma posible, con Perdido Street Station (“La estación de calle Perdido”, La Factoría de Ideas en castellano en 2001); era fantasía del nuevo milenio, rompedora, inclasificable, caótica, y arrasó con todo ganando el Arthur C. Clarke Award y el British Fantasy Award de 2001, quedando nominada al Hugo, al Nebula, al World Fantasy, al Locus y al British Science Fiction Award. En ella presentaba la ciudad de Nueva Crobuzón en el mundo de Bas-Lag (de inspiración steampunk), el mismo donde seguiría con sus dos siguientes novelas, The Scar y The Iron Council, ambas multipremiadas y nominadas a tantos otros premios (y también editadas por La Factoría de Ideas como “La cicatriz” y “El Consejo de Hierro”).

Quizás interesado en experimentar fuera de Bas-Lag, sus siguientes novelas, Un Lun Dun (2007), The city & the city (“La ciudad y la ciudad”, La Factoría de ideas), Kraken (2010), Embassytown (Fantascy, 2013) y Railsea (2012), las establecería en otras localizaciones, a menudo nuestro propio mundo apuntándose a lo que hoy se conoce como fantasía urbana. Muchas de ellas fueron premiadas o nominadas también, y es que Miéville parece despertar pasiones haga lo que haga.

Aparte de sus novelas, China Miéville ha guionizado cómic para DC ("Hellblazer" y la actual serie de "Dial H for Hero") y escenarios de campaña de "Pathfinder", a parte de militar en la International Socialist Organization y la International Socialist Network, y ser candidato para el Socialist Workers Party en UK en las elecciones de 2001. Habiendo estudiado antropología social, doctorándose en Relaciones Internacionales por la London School of Economics (2001), en la actualidad enseña escritura creativa en la universidad de Warwick. Con un currículum tan impresionante, es de extrañar que pueda mantener un buen ritmo de publicaciones (académicas, además de obras de ficción), y sin embargo lo logra, manteniendo un nivel de calidad altísimo. Y es que China Miéville es un genio; y como tal, siguiendo el tópico, un excéntrico. Así lo atestiguan sus novelas, que suelen mezclar las ideas más extravagantes con una soltura casi "vanceana" para crear mundos surrealistas, desbordantes de imaginación, y a la vez, coherentes y creíbles.


“Las soluciones que propone a los dilemas que va planteando desde el inicio de la narración son, a veces, brillantes”
Kraken, la última de sus obras publicada en España de la mano de La Factoría de Ideas (premiada en 2011 con el premio Locus a la mejor novela de fantasía), es un perfecto ejemplo de ello, la quintaesencia de Miéville y la demostración de que se pueden plantear los conceptos más retorcidos y desarrollarlos sin caer en el absurdo que un autor menos hábil no podría esquivar. Y es que Kraken parece, bajo un primer escrutinio, una locura, puro delirio: el Kraken, pieza estrella de la exposición, ha desaparecido, literalmente, del museo; ¿cómo puede alguien robar ocho metros de calamar gigante ("Architeuthis Dux") flotando en un tanque en formol sin que nadie, ni los guardias, ni los visitantes, ni ningún encargado se percate? Billy, uno de los conservadores tampoco se lo explica, y por más que insista en su desconocimiento, extraños personajes empiezan a aparecer en su vida empeñados en que está vinculado de algún modo con todo el asunto. Una brigada especial de la policía dedicada a documentar y contrarrestar (cuando suponen un peligro) los cultos y sectas que brotan como setas en el cuerpo del Londres oculto quiere reclutarlo para la investigación al mismo tiempo que la secreta iglesia del Kraken lo reclama como profeta. El Tatuaje, el bidimensional señor de los bajos fondos, manda a capturarle a dos esbirros, Goss y Subby, cuyo mero nombre evoca las escenas más desagradables de los últimos cientos años de historia londinense. Y por sobre de todos ellos flota una sensación de malestar de origen incierto, de inminencia, un miasma psíquico de miedo y expectación que sugiere que esta vez si, esta vez el final de todo está realmente cerca. La solución de Billy ante este embrollo es una huida hacia adelante; un intento de escapar a esta situación donde se ha metido sin saber cómo ni porqué, a base de intentar resolverla.

La desaparición del Kraken puede ser solo un "mcguffin" para introducirnos en el complicado submundo de Londres, una ciudad que vive a la sombra de la que todos conocemos, por donde se mueven magos, cultistas, entidades sobrenaturales sindicadas, bandas de maleantes místicos y reyes del crimen enfrentados; o puede tratarse realmente del desencadenante del fin del mundo, por el que tantos suspiran, deseosos de un final –y una otra vida feliz y definitiva– tras este mundo convulso y cada vez más agotador. En esta comedia oscura entran y salen excelentes personajes e inolvidables secundarios, tales como Leon (que parece un alter ego del própio Miéville), Billy, Wati (el líder sindical de los familiares mágicos), Goss y Subby, el Tatuaje, Dean Purcell, los Londromantes, el camaleón proletario, Colingswood, y muchos, muchos más; moldeados con este humor oculto bajo una capa de total seriedad que los hace a todos entrañables. Y el mayor personaje de todos es quizás (a parte del Kraken) la propia ciudad de Londres; Miéville parece estar obsesionado con las ciudades, ya que en todas aquellas de sus novelas que he leído las trata casi como entes vivos e independientes, formados por millones de células humanas, cemento e historia acumulada en sedimentos. La propia ciudad (Londres, Nueva Crobuzón, las ciudades hermanas de La ciudad y la ciudad) toma parte de los acontecimientos, ya sea personalmente o a través de sus agentes; pero no es nada raro en un contexto donde el mar mismo tiene una embajada en la ciudad, como la tienen tantas otras fuerzas sobrenaturales.


Este concepto de las ciudades parece heredero del planteado por Fritz Leiber en su Nuestra señora de las tinieblas, novela de terror donde creaba la práctica mágica de la “Megapolisománcia”, técnica mediante la cual se podía usar y canalizar el poder inherente de las urbes para fines personales; más tarde, Warren Ellis usaría la misma idea para crear a Jack Hawksmoor, dios de las ciudades, uno de los miembros originales del cómic “The Authority”; pero en ninguno de estos otros ejemplos el autor logra crear una sensación de personalidad propia tan marcada para su ciudad como Miéville.

“Una novela completa y bien tramada, ágil, entretenida y compleja”
Kraken es, definitivamente, fantasía urbana, pero está a las antípodas de otros ejemplos (los libros de “Harry Dresden”, por ejemplo) de este subgénero en alza; al lado de la fantasía punk de Miéville, la mayoría de las demás parecen inocentes y desprovistas de color. Olvidémonos, cuando leemos a Miéville, de los arquetipos del género; sus magos no siguen el estereotipo Merliniano: aquí son arúspices de Londres que con una sierra mecánica abren la piel de asfalto de la ciudad para leer las tripas de la urbe y agentes de policía desaliñadas con más instinto que entrenamiento formal. Aquí, entre las páginas de Kraken, “villanos” y “héroes” son conceptos abstractos y completamente desdibujados; solo hay intereses, e intereses opuestos.

Y hablando de intereses, el interés de Miéville por temas sociales se nota en varios puntos, siempre de forma discreta; sus ideas políticas se deslizan de forma casi subliminal y toman una gran fuerza bajo el aspecto de metáforas como la huelga de familiares mágicos y el modo como termina, o la relación del poder establecido con el Tatuaje, rey de los bajos fondos. Este tipo de relaciones también se podían establecer en su trilogía de Bas-Lag, especialmente en El Consejo de Hierro, donde se respira un agradable espíritu antisistema.

Desde un punto de vista más “técnico”, Kraken me parece casi irreprochable. Como viene siendo frecuente desde los tiempos del Drácula de BramStoker, la narración corre a cargo de más de un protagonista, con lo que obtenemos una mejor visión de conjunto. Esta técnica contribuye, además, a agilizar las cosas y a poder cambiar de escenario fácilmente saltando de un narrador a otro sin pasar por entre medios aburridos entre acción y acción. Miéville usa el lenguaje sin pudor, adaptando o inventando términos según le conviene, dando con ello sensación de mayor realismo. La trama principal se resuelve, creo, de forma correcta y limpia, sin demasiados cabos sueltos; y en más de un momento uno tiene que reconocer que las soluciones que propone a los dilemas que va planteando desde el inicio de la narración son, a veces, brillantes. Quizás, si es que hay que encontrarle algún defecto, diría que uno o dos de los personajes evolucionan hasta finales que parecían poco dignos de su peso dramático, pero tal vez esto se puede achacar o a un intento de reforzar el realismo (en la vida real, el peso dramático que uno tenga no influye para nada en lo que tenga que pasar) o a otra muestra del humor negro del autor.


En resumen, la saga de Bas-Lag (La cicatriz, La estación de la calle Perdido, El Consejo de Hierro) es la trilogía por la que conocí a Miéville, y me gustó tanto que cada vez que anunciaba otra obra no perteneciente al ciclo de Bas Lag, solía predisponerme negativamente a ella. Citando a Neil Gaiman (en el documental The people vs. George Lucas), “Los fans saben exactamente lo que quieren; los fans quieren más de lo último que han leído y les ha gustado. Eso es lo que los fans quieren. Les ha gustado esto que hiciste, quieren otro igual [...]”. No innovar, no arriesgarse; me identifico con esto. Como fan de muchas obras de ficción, es difícil aceptar que el autor quiera diversificar, tomar otros caminos, experimentar; cuando amamos unos personajes, un mundo inventado, queremos que sus creadores lo sigan alimentando; nos apropiamos de su creación. Si Tolkien siguiera vivo, no se le pediría que emprendiera un nuevo proyecto; se le exigiría más acerca de El señor de los anillos. Una segunda parte. Un spin off con alguno de sus personajes. Reconozco que es una actitud inconsciente normalmente, e infantil; pero aún así, completamente normal cuando nos movemos en estos campos de la fantasía, donde el autor nos lleva a evocar otra realidad y, si lo hace con maestría, consigue que la añoremos cuando termina el libro,

Esta era exactamente la sensación que tenía con Miéville. Disfruté tanto sus novelas de Bas-Lag que tenía cierta predisposición negativa a cada obra que sacaba fuera de aquel universo. Deseaba leer más acerca de Nueva Crobuzón, no asistir a tramas de novela negra en ciudades bipolares o a conflictos diplomáticos en embajadas de planetas extraños; quería más de lo mismo. Cuando leí La ciudad y la ciudad me gustó, pero no me acabó de conquistar, aún reconociendo que es una excelente novela muy merecedora de los premios que ganó. Ni lo hizo El rey rata, ni Embassytown. Ha tenido que ser Kraken la primera novela desde El Consejo de Hierro que me devuelva la sensación que sentía al leer La estación de la calle Perdido. No porque Kraken esté a su altura, no lo está, sino por presentarme un escenario que conserva su espíritu de fantasía urbana y steampunk, y que, además, es una novela completa y bien tramada, ágil, entretenida y compleja. Con Kraken me he reencontrado con Miéville, pero es un viaje que se puede hacer a la inversa. Si no habéis leído aún nada suyo, empezad con Kraken, querréis seguir con todo lo demás, y al final, Nueva Crobuzón os estará esperando.

La Factoría de Ideas. Rústica con solapas, 448 páginas en color, 20,95 €.

noviembre 13, 2013y

22 de julio de 2013

Reseña: «Malaz, el Imperio. El regreso de la Guardia Carmesí», de Ian C. Esslemont

Título original: Return of the Crimson Guard: A Novel of the Malazan Empire.
Edición: 672 págs. La Factoría de Ideas, junio 2013.
Disponible en ebook: Sí.
Precio: 29,95 € (rústica con solapas) / 15,19 € (electrónico).
Traducción: Marta García Martínez.
Temática: Fantasía épica.
Correlación: Segundo libro de la serie "Malaz: El Imperio".


El regreso de la Guardia Carmesí es el segundo libro de Ian C. Esslemont en su saga “Malaz: El Imperio”, que corre paralela a la saga central “Malaz: El libro de los caídos”, de Steven Erikson. En la primera novela de Esslemont (La noche de los cuchillos) asistíamos a ciertos hechos previos a Los jardines de la luna (primer volumen de “Malaz: El libro de los caídos”) que podían considerarse complementarios e interesantes para quienes disfruten del universo de Malaz, pero que no era imprescindible leer para seguir el hilo general de la saga madre. Constituían más un añadido, una historia atractiva pero que en esencia no suponía demasiada novedad. El regreso de la Guardia Carmesí es todo lo contrario, aquí ambas sagas se entrelazan. Hay que leerlo, y hay que hacerlo con atención, porque revela toda clase de puntos importantes que afectan, y mucho, a la saga madre.

En El regreso de la Guardia Carmesí, Esslemont da un paso adelante más arriesgado y comprometido, tomando para sí la responsabilidad de relatarnos el regreso de este grupo mercenario del que poco habíamos visto en la saga madre. La Guardia Carmesí vuelve de su exilio para reclamar sus antiguas tierras y enfrentarse al Imperio, al que pretenden derrocar y así cumplir el juramento que décadas atrás los apartó del común de los mortales. Parece ser, sin duda, el momento adecuado para atacar; el Imperio se desmorona cuando por doquier se alzan los pueblos que subyugó, dirigidos a menudo por miembros de la vieja guardia, ahora enfrentada entre sí, la misma generación legendaria a la que pertenecen Kellanved o Danzante. Aquel era un grupo no tan diferente a los que podemos encontrar en la fantasía clásica, desde la Comunidad del Anillo a los Compañeros de la Dragonlance; una serie de talentos, hábiles en la magia o en el combate, que emprenden una gran misión que cambia sus vidas. Malaz le da un giro a este arquetipo; aquí el objetivo no era tanto ayudar al prójimo como satisfacer unas ambiciones personales. Si uno es un mago poderoso, un Gandalf o un Kellanved, si uno maneja la espada como nadie, ¿por qué limitarse al heroísmo? Es la clase de planteamiento al que se ha empezado a someter al género recientemente, una visión menos ingenua de las cosas; en el cómic, fue en el Authority de Warren Ellis, donde los superhéroes se preguntaron por qué arreglar el mundo luchando contra villanos grandes y pequeños cuando es el orden mundial el que hay que combatir, y tomaron el poder para sí; en Malaz, este grupo que salió de la ciudad homónima usó sus habilidades para fundar un imperio y luego lo dirigió con mano de hierro.


"Este segundo libro de Esslemont es en resumen muy, muy distinto del primero; más extenso, mucho más complejo, mucho más complicado"
El conflicto, pues, tiene múltiples frentes, y a diferencia de libros anteriores, aquí transmite una sensación de agotamiento, de desgaste; hay menos magos (muchos han muerto en tantas décadas de guerra), menos destrucción a gran escala y más soldados cansados, más recursos agotados, más sueños rotos. El Imperio de Malaz aquí ya no es el agresor, el conquistador, sino un poder acorralado, que empieza a parecer vacío. Tampoco es un poder unificado. En su seno, hay espacio para todo tipo de mentalidades, desde el infinitamente ambicioso Korbolo Dom, que se propone exterminar la guardia carmesí para augmentar su prestigio al teniente Rillish, que decide seguir su conciencia y ponerse de parte de los débiles cuando las luchas intestinas, que mantienen la atención del trono en otra parte, dejan aparentemente desemparados a los Wickanos, aún diezmados tras la trágica cadena de perros (acontecimiento que podíamos seguir en el segundo tomo de la saga de Erikson, Las puertas de la casa de la muerte).

Entre ambos extremos, muchos otros personajes, como el capitán Storo, que se encuentra en una posición nada envidiable cuando tiene que elegir entre antiguas lealtades y su actual posición como oficial Malazano destacado a la sitiada ciudad de Li Heng: él y sus hombres tomarán decisiones que les perseguirán el resto de la vida. O Kyle, soldado reclutado por la Guardia Carmesí para luchar en un conflicto que no es el suyo, y que se ve implicado con poderes demasiado enormes para comprenderlos siquiera, y mucho menos qué papel se le ha asignado en sus juegos. Y, en un segundo plano, no nos olvidemos de Mallik Rel, quienes los lectores de la saga central recordarán bien, y sus maniobras y traiciones para aposentarse en el núcleo mismo del poder imperial, ni de este clásico de los libros de Malaz, el arquetipo de la pareja de viajeros que resultan ser mucho más de lo que aparentan; en esta ocasión, encarnados por Ereko y Viajero. Y aún podría hablar de la serenidad de Laseen, o del mago supremo Tayschrenn, tan taciturno en este libro, o de Despellejador y Trémula, o de K'azz, líder de la guardia (que personalmente me ha parecido algo soso), pero no acabaríamos nunca; en cada libro de esta saga hay decenas de personajes y todos tienen importancia.


En El regreso de la Guardia Carmesí nos podemos preguntar acerca de cuales pueden ser los objetivos imperiales (o en cualquier caso, los de la Emperatriz Laseen; los de su predecesor ya los conocemos), si busca perpetuarse a través de la guerra y la expansión continuadas, encontrando así una salida a la tensión interna, o si persigue un objetivo concreto. Si Laseen quiere ser un Alejandro o un Octavio Augusto; un conquistador o un constructor. Para mi, es en este libro, más que en los otros de la saga, donde mejor se plantea esta pregunta; donde mejor se ven las complicaciones y turbulencias de la política Imperial, y es que aquí vemos el Imperio como un ente más humano y menos omnipotente, y eso nos permite juzgarlo mejor. Encontraremos también multitud de escenas, situaciones y personajes memorables; algunas de ellas épicas. Personalmente, me ha gustado mucho la idea del juramento de la Guardia Carmesí, y el modo como puede llegar a ser una carga; me ha recordado el caso de la Escolta de Sangre de la saga “Thomas de Covenant, el incrédulo” de S. R. Donaldson, que sufría de un problema similar. Los magos en la mina de Otataralita me parecen otro acierto, así como el desembarco de Kyle, Viajero y Ereko a la costa de Jackuruku y el recibimiento que les da esa extraña cultura de magos y sus siniestros guerreros silenciosos, y los misteriosos Dolmans de Tien. En escenarios exóticos e inspiradores Malaz nunca se queda corta. Ni en su punto fuerte, la épica, que brilla con intensidad en el asalto a Li Heng, en la idea de la muralla de Korelri contra los jinetes de Tormentas o en el duelo que libra Tayschrenn cuando al fin decide hacer acto de presencia.

Este segundo libro de Esslemont es en resumen muy, muy distinto del primero; más extenso, mucho más complejo, mucho más complicado. Adopta directamente el estilo de Erikson; lo imita al detalle, desde los toques de humor absurdo que a veces se aprecian y a veces parecen fuera de lugar a los saltos de escenario súbitos con una miríada de personajes. En parte, la finalidad de este método es facilitar la exposición de distintos puntos de vista; Malaz no es nada maniquea. Es difícil establecer qué bandos son los “buenos” y cuales los “malos”, por lo menos entre los que forman los mortales. Los inmortales son otro tema, pero incluso entre ellos, incluso entre los más deleznables, se puede encontrar una chispa de justificación que ayuda a comprender sus motivos. 

Hay algunas cosas que no me terminan de convencer, como algunos viajes o decisiones divinas que parecen estériles, o el hecho de que tanto Erikson como Esslemont parecen usar el Dios Tullido como deus ex machina; o simplemente el hecho de que por más que imite, Esslemont no llega al nivel de su compañero. Es un poco difícil entrar en la historia, pasa bastante antes no te acostumbras, pero este ya es un problema común de toda la saga. 

Otro punto que hay que aclarar es que es aconsejable leer este libro después del sexto de la saga madre, “Bonehunters” (Los cazahuesos, aún inédito en español; está previsto para otoño), ya que cronológicamente narra unos hechos posteriores; también es cierto que Malaz usa tan a menudo saltos cronológicos y formas narrativas poco convencionales que no supone un gran problema leerlo ahora, no es algo a lo que un lector de Malaz no esté acostumbrado.

Para ir acabando, decir que El regreso de la Guardia Carmesí me ha parecido apasionante, aunque casi había olvidado esa sensación de fatiga que a veces te embarga cuando abres un libro de Malaz y te encuentras con tal avalancha de personajes, datos históricos, hechos aparentemente disconexos y cambios bruscos de escenario. Cuando logras sobreponerte a ella, empieza un disfrute que pocas series pueden igualar.

julio 22, 2013y

17 de junio de 2013

Reseña: «Malaz: El Imperio. La noche de los cuchillos», de Ian C. Esslemont

Título original: Night of Knives: A Novel of the Malazan Empire.
Edición: 311 págs. La Factoría de Ideas, junio 2013.
Disponible en ebook: Sí.
Precio: 20,95 € (rústica con solapas) / 11,99 € (electrónico).
Traducción: Marta García Martínez.
Temática: Fantasía épica.
Correlación: Primer libro de la serie "Malaz: El Imperio".


Nuestro mundo nació del verbo, según la mitología cristiana... para crear Malaz fue necesario un diálogo entero. O por lo menos aseguran que fue dialogando que Steven Erikson e Ian C. Esslemont lo idearon hacia 1982, como trasfondo para un juego de rol; después decidieron convertirlo en el guión de una película que se titularía “Gardens of the moon”, pero no encontraron apoyos para el proyecto. Acordaron finalmente, por suerte para nosotros, convertirlo en una serie de novelas, que escribirían conjuntamente; la intención, crear algo nuevo que escapara de la larga sombra de Tolkien. Erikson empezó a escribir la primera en torno a 1990, terminando Los Jardines de la Luna, como inicio de la saga “Malaz: El Libro de los Caídos”, en 1999. En 2011, nueve tomos después, cerraría la saga con The Crippled God. Por temas laborales y complicaciones varias, Esslemont tuvo que esperar a 2004 para añadir al proyecto su primera obra, La Noche de los Cuchillos, primera parte de Malaz: El Imperio. Como se había acordado, ambas sagas son complementarias e igualmente canónicas, aunque la de Eriskon podría considerarse la principal, a la que la de Esslemont corre paralela.

En los últimos años, la fantasía épica ha cambiado; allí donde Tolkien solía ser el gran referente, ahora lo es Martin y su “fantasía realista”. Como en "Canción de Hielo y Fuego", ahora se busca recrear un mundo que resulte verosímil, con toda la oscuridad implícita; violencia, tortura, personajes de moralidad ambigua que rehuyen del maniqueísmo y en resumen un rechazo al medievo bucólico. Pese a la innovación que supone esta nueva fantasía como "Canción de Hielo y Fuego" o "La Primera Ley" (que son, para mi, sus mejores ejemplos), se siguen recreando mundos de inspiración europea medieval (el conflicto entre las casas Lannister y Stark de Hielo y Fuego se basa en la guerra de las dos rosas de la Inglaterra del siglo XV), usando arquetipos de personaje que nos son muy familiares y se mantienen, en resumen, unos moldes cómodos y familiares. Malaz rompe estos moldes. Puede gustar o no gustar, pero es algo distinto.


En Malaz encontramos un universo que se rige por conceptos y reglas nuevas, donde pulula una enorme diversidad de culturas, paisajes y criaturas; allí donde los demás tienden a disimular la magia, a ponerla en retroceso (o en un lento, muy lento regreso), o a moderarla, o a presentarla como algo necesitado de discreción, en Malaz es desbordante, omnipresente. Malaz es más de todo; más magos, más dioses, más monstruos, más sectas, cultos, asociaciones y exóticas ciudades de las que podríamos listar. Es más épica; muestra unas batallas con una pirotecnia arcana pasmosa donde personajes capaces de destruir continentes se codean con guerreros invencibles e invocaciones demoníacas; Malaz es la fantasía sin recato. Muchas otras obras parecen necesitar excusarse, como si tuvieran en el fondo un complejo por el que pensaran que lo sobrenatural es infantil, y por tanto, necesitaran introducirlo lentamente y con cuidado, no fuera nadie a juzgarlas a la ligera como intrascendentes. Una excepción es, sin embargo, la fantasía de franquicia, como la de "Reinos Olvidados"; puede caracterizarse por ser, en conjunto, de baja calidad y sujeta a ciertas limitaciones por tratarse del trasfondo para un juego de rol; pero lo compensa de algún modo con la enorme variedad que supone la pura acumulación de personajes, localizaciones, historia y criaturas fantásticas a medida que una gran plantilla de autores van añadiendo nuevas novelas. Malaz consigue una variedad similar con solo dos autores. Erikson y Esslemont usan un método narrativo con muchos saltos cronológicos y el punto de vista de muchos personajes, con lo que se busca la sensación de estar ante algo muy grande, nuevo y por descubrir; se potencia la sensación de maravilla. Desde mi punto de vista, Malaz es el regreso (o la reivindicación) de la fantasía pulp (que siempre hizo más concesiones al entretenimiento que a la seriedad argumental) contrapuesta a la alta fantasía; reúne las características positivas del pulp con la ambición de un argumento complejo de largo alcance (y tan largo, ni más ni menos que diez volúmenes solo en la saga central). El problema puede ser que el extremismo de Malaz puede provocar una reacción igualmente extrema en sus lectores; o se la ama o se la odia, pero raramente deja indiferente.

Pero volviendo al libro que nos ocupa, la historia de La Noche de los Cuchillos es cronológicamente anterior a los hechos del primer libro de la saga central, Los Jardines de la Luna; relata (esclarece) asuntos importantes sobre los que la otra saga decía muy poco. En este libro descubriremos más detalles sobre Tronosombrío y Cotillion, así como sobre el grupo original de compañeros que acabaron fundando el Imperio; sobre Dassem Ultor, Primera Espada; sobre la purga de magos en Ciudad Malaz y sobre la senda de Sombra. Todo en el marco de una sola noche, la de la “Luna Sombría”, en la que las sendas se abren y la trayectoria de conspiraciones largamente preparadas confluyen en la ciudad, sumiéndola en una atmósfera terrorífica. La gente inteligente se encierra en sus casas a esperar el alba, pero Kiska, una joven aspirante a agente imperial, se empeña en meterse donde no pinta nada y acaba mezclada en asuntos que la sobrepasan enormemente; me parece posiblemente el personaje más irritante y cansino de todos los que han salido en los seis libros de Malaz que he leído hasta la fecha. Es, simplemente, la típica niñata que quiere ver mundo y se mete en situaciones de las que acaba siendo, sino pieza clave, por lo menos contribuyente importante sin que esté demasiado justificado. Temple, en cambio, veterano con un pasado complicado, ofrece como coprotagonista un punto de vista más interesante y creíble; se encuentra, como Kiska, en medio de todo, pero más por mala suerte que por elección. Se debate entre antiguas lealtades y el deseo de pasar desapercibido, desilusionado por los cambios que ha experimentado el mundo; como no, oculta un potencial y unas capacidades que su aspecto avejentado y andrajoso poco hacen sospechar... Y mientras vuelan los cuchillos entre partidarios de uno y otro bando, unas criaturas oceánicas de pesadilla asedian la isla sin que nadie parezca ser consciente de la amenaza que representan. Todo un embrollo típicamente Malazano, con los aullidos de ciertos mastines como banda sonora de fondo.

Relatando hechos previos a Los Jardines de la Luna, ¿es recomendable leerlo antes? Yo creo que sí, y por varios motivos. La saga central no es una lectura fácil, Malaz es un mundo tremendamente complejo. Tanto Erikson como Esslemont son arqueólogos, y la forma como construyeron Malaz parece reflejarlo; libro a libro, tenemos que explorar los sustratos para ir descubriendo detalles que después tendremos que componer para tener una visión de conjunto. Y el estilo de Erikson en concreto lo hace aún más rebuscado; es hiperbólico en sus diálogos, en sus personajes, en su modo de narrar a veces casi críptico, en la infinidad de puntos de vista que ofrece. Esslemont es más asequible; más simple, más doméstico, familiar. Sus personajes tienen motivaciones más comprensibles (incluso tópicas en el caso de Kiska), y cuando quiere exponer algún tema, da explicaciones directas y en general, comprensibles allí donde Erikson es deliberadamente confuso. Donde el tono de la saga central es sobre todo épico, escenario de grandes batallas y personajes todopoderosos, el de “La noche de los cuchillos” es mucho más intimista, similar al de una novela de terror. Los diálogos no tienen el ingenio y el nivel (un poco artificial a veces) de los de Erikson. Esslemont intenta ser Erikson, intenta cumplir con esa función de coautor en pie de igualdad que acordaron, y si bien no lo consigue, sí logra un resultado con valor propio; este primer libro es entretenido, se lee rápido y plantea situaciones y escenas interesantes. En resumen, imprescindible para cualquier amante de Malaz (quien querrá las piezas que ofrece sobre temas muy importantes de la saga central) y muy recomendable para los que aún tienen que descubrirla: una buena elección para adentrarse en este mundo, como quien aprende a nadar en una piscina casera antes de lanzarse al mar. Si os gusta este, “Malaz: El Libro de los Caídos” os va a encantar.

junio 17, 2013y

7 de septiembre de 2012

El Aliento de las Tinieblas – Karen Chance

Título original: Touch the Dark.
Edición:
288 págs. La Factoría de Ideas/DeBolsillo, septiembre 2012.
Precio:
9,95 €.
Disponible en ebook:
Sí.
Traducción:
Roberto Gelado Marcos.
Temática:
Paranormal, fantasía, romántica.
Correlación:
Primera entrega de las aventuras de Cassandra Palmer.


Muchos son los títulos de fantasía urbana y/o romántica paranormal que pueblan en la actualidad las estanterías de las librerías, pese a que el género lleve ya en alza unos cuantos años. Una buena muestra de ello son los libros de la estadounidense Karen Chance, más concretamente los protagonizados por la vidente Cassandra Palmer, que resultan ser todo un éxito de ventas fuera de nuestras fronteras. Combina ciertas alusiones o referencias a la fantasía tradicional como elfos, hadas o magos, pero en un ambiente poblado por vampiros, fantasmas y otros seres sobrenaturales o fantásticos. Habiendo sido el primer libro de esta temática (romántica paranormal) que ha podido caer en mis manos, pero no el único al haber probado fortuna con su continuación, La Llamada de las Sombras, debo dejar claro que dicha opinión no ha tenido influencia ninguna en cuanto a los referentes utilizados o la temática, dejando de lado cualquier tipo de prejuicio a la hora de afrontar una obra lo más objetivamente posible.

septiembre 07, 2012y

27 de enero de 2012

"Cordero", de Christopher Moore

Título original: Lamb.

Edición: 416 págs. 9,95€. La Factoría de Ideas-Debolsillo, col. "Best Seller", enero 2012.

Traducción: Juanjo Estrella.

Temática: Historia, Biblia, humor.

Correlación: Independiente.


Esta fue mi primera lectura de Christopher Moore, todo un autor bestseller que alcanzó la fama con El Ángel Más Tonto del Mundo y ¡Chúpate Esa!. Aunque mis escarceos en la literatura humorística no pasan de Terry Pratchett y Douglas Adams, además de alguna novela suelta que ahora no consigo recordar, he conseguido sacar unas cuantas carcajadas con esta parodia bíblica llamada Cordero. Comparado con autores de la talla de Mark Haddon, el mencionado Terry Pratchett, Kurt Vonnegut o Jonathan Swift, precisamente por su sentido del humor políticamente incorrecto, las novelas de Moore alcanzan los puestos más altos en las listas de los más vendidos. Una de sus últimas novelas publicadas en España, El Bufón (clic para una reseña), me pareció una de las mejores novelas que leí durante el año pasado. El Rey Lear, de Shakespeare, en clave de Moore, ahí es nada.

enero 27, 2012y

6 de enero de 2012

"Highlander: El Pergamino Oculto", de Donna Grant

Título original: Forbidden Highlander.

Edición: 252 págs. 17,95€. La Factoría de Ideas, col. "Pandora", septiembre 2011.

Traducción: María Vall Personat.

Temática: Romántica histórica paranormal.

Correlación: Libro segundo de la saga Highlander: La Espada Negra.


La Factoría de Ideas, en su colección "Pandora", nos ha traído la saga romántica histórica paranormal más aclamada de Donna Grant, una escritora norteamericana que tiene bastantes novelas a sus espaldas y que está cosechando un éxito importante con esta saga familiar sobre guerreros escoceses que contienen a dioses celtas atrapados en su interior desde tiempos inmemoriales, cuando los romanos campaban por Britania.

enero 06, 2012y

24 de agosto de 2011

"La Espada Leal", de George R. R. Martin

Novela corta escrita por George R. R. Martin (The Sworn Sword) que continúa las aventuras de Dunk y Egg por el mundo de Poniente tras El Caballero Errante.

Las aventuras del caballero errante Dunk y su escudero Egg continúan en La Espada Leal, una novela corta (una novella) que relata las aventuras de esta pareja por el mundo de Poniente, unos cien años antes de la saga de "Canción de Hielo y Fuego". No es por tanto una precuela en el sentido estricto del término, pues los acontecimientos de estos relatos no están ligados con la trama global de la citada saga, aunque para el lector que sí haya degustado los libros encontrará multitud de referencias a la misma dentro de estas interesantes novelas cortas. Siguiendo la pista a la pareja, vemos que sus andanzas tras el torneo de Vado Ceniza en El Caballero Errante (clic para una reseña del cómic) han proseguido en numerosas aventuras (por ejemplo, estuvieron de visita en Dorne), aunque ciñéndonos al momento que nos ocupa, la estación escogida para el relato es el verano, en una sequía que asola dos territorios, cada uno gobernado por una Casa enfrentada, y divididos por un riachuelo cuyas aguas se encuentran totalmente secas debido al calor, sin posibilidad de alimentar a los numerosos cultivos y bosques diseminados por la zona. Le va a corresponder a Ser Dunk y a su joven escudero investigar la desaparición de las aguas, lo que le situará en medio de un conflicto que se remonta a tiempos anteriores a su llegada.

agosto 24, 2011y

8 de agosto de 2011

"Ysabel", de Guy Gavriel Kay

Reseña de Loren

Una novela sobre el misterioso pasado celta del sur de la Provenza, por el autor de 'El Tapiz de Fionavar' y 'Tigana'.

Guy Gavriel Kay siempre ha sido uno de esos autores clásicos de la fantasía épica por obras como Tigana (comentada por estas líneas), la trilogía de "El Tapiz de Fionavar", o más recientemente, Los Leones de Al-Rassan. El autor siempre introduce un componente histórico que es una de las bases de la novela junto al habitual recurso fantástico, por eso creo que el autor tiene el éxito del que goza actualmente, aparte de haber colaborado con el hijo del profesor Tolkien para la compilación de El Silmarillion (eso da fama, sin duda). O también introduce elementos históricos en un entorno de fantasía cuyo mundo recuerda mucho al nuestro en trasfondo, pero en cualquier caso, sus novelas suelen ser autoconclusivas, salvo excepciones como la mencionada trilogía "El Tapiz de Fionavar" o la duología "Los Mosaicos de Sarantium". En el caso de Ysabel, que es la novela que ahora nos ocupa, el autor se dedica a explorar las raíces de las costumbres celtas del sur de la Provenza para establecer una trama que entrelaza la actualidad con el pasado (o la realidad con la magia), protagonizada por un chico canadiense de instituto, Ned Marriner, que de pronto se ve involucrado en un conflicto que lleva gestándose durante miles de años. Su padre es fotógrafo, recopilando imágenes para su nuevo libro, su madre, que es médica, está en misión humanitaria en Oriente Medio, y Ned conoce a una joven de su edad, Kate Wenger, que le ayudará a descubrir el misterio que encierra la aparición de un hombre calvo portando un cuchillo, una chupa de cuero, y que de pronto sale de la cripta de una iglesia francesa.

agosto 08, 2011y

24 de junio de 2011

Reseña: «Tigana», de Guy Gavriel Kay

Reseña de la novela de Guy Gavriel Kay, reeditada por La Factoría de Ideas en 2010.

Guy Gavriel Kay ha sido para mi uno de esos autores que a medida que empiezas a leer fantasía te marcan de una forma especial. No es ese típico autor al que lees y puedes dejar de lado para coger inmediatamente otro libro, o por lo menos a mi no me lo pareció cuando leí "El Tapiz de Fionavar". Reconozco que hay personas cercanas a mí a las cuales les he preguntado su opinión al respecto de esta serie y todas ellas me han dado distintas opiniones. Hay quien me ha dicho que es una trilogía con un ritmo narrativo especialmente lento, otras me comentaron que la historia es triste en exceso y hay quienes me han asegurado que es una de las mejores obras de fantasía de todos los tiempos, que debe de aparecer en las listas de los mejores libros dentro del género. En este caso reconozco que todas las afirmaciones tienen algo de cierto y también algo con lo que no estoy de acuerdo. Para mí, Guy Gavriel Kay siempre ha puesto ese contrapunto distinto a la forma de escribir que tenían otros autores con los que he tenido el placer de disfrutar. Para aquellos que crean debido a mi participación en algunos foros, que sólo leo franquicias, he de decirles que nada más lejos de la verdad. Creo que de todo mi entorno soy la que menos marcha le da a ese tipo de literatura y no precisamente porque la considere de inferior calidad, sino porque directamente me gusta leer algo concreto, conciso y de un mundo en cierto modo finito.

junio 24, 2011y


 

© 2009-2016 La Espada en la Tinta. Todos los textos y arte son propiedad de sus respectivos autores.
La web

La Espada en la Tinta lleva desde 2009 acercando la literatura fantástica a
los lectores de habla hispana apasiona-
dos por el género.
Síguenos

No dejes de visitarnos en nuestras
redes sociales.

Nosotros


Editor/Redactor
jefe
Loren Sparrow

Más


Qué es
La redacción
Contacto
Política de
comentarios

En breve
activamos
esta sección
Gracias por aceptar las cookies. Cierra este mensaje o lee más sobre el tema. Más información · Las cookies


Top

Contáctanos

Menú

Lee más:

‘La canción de Cazarrabo’ en Grim Oak Press

Literatura

Cómics

Contacto

Grimorio

Libros & literatura

Cómics

Cine & TV

Juegos

Lecturas

Noticias

Arte

SW

Literatura

Cómics

CineTV

Juegos

Lecturas

Noticias

Arte

Contáctanos

Libros Cómics CineTV Juegos