6 de junio de 2019

El día que los animales hablaron: ‘Animosity’ de Marguerite Bennett y Rafael de Latorre


Bennett ha sabido tocar la fibra sensible con Animosity. El hablar de animales y de la relación de estos con los llamados “amos”, es decir, los humanos, es una de esas flechas que casi siempre dan en el blanco. Animosity es una historia que combina de forma ingeniosa la fábula —los protagonistas son en realidad los animales—, el género del apocalíptico y el mensaje ecologista. Esos tres elementos han sido tejidos en Animosity para dar al lector un nuevo enfoque sobre la relación de los humanos con sus mascotas, o más bien con los animales que en general pueblan el mundo: no solo aparecen animales domésticos como perros o gatos, sino que por el cómic desfilan criaturas del más variado pelaje, desde cocodrilos hasta tigres, zorros o tortugas con lanzamisiles.

La edición española de Animosity corre a cargo de Planeta Cómic e incluye entre sus tapas el material original de la edición del sello Aftershock: los números 1 a 4 de la serie regular Animosity y el número especial El Alzamiento.

A modo de resumen, Animosity: El Despertar trata de cuando los animales de pronto adquieren la capacidad de hablar en lo que posteriormente se conoce como el Despertar. No es ya tanto la facultad de hablar lo que se pone de manifiesto, sino la capacidad de pensar por sí mismos, de revelarse contra sus instigadores y verdugos, los humanos, adquiriendo conciencia como habitantes de la Tierra. Ni qué decir tiene que este acontecimiento provoca una serie de efectos colaterales que, literalmente, sacuden la civilización humana de una forma brutal. Entre todo este barullo se encuentra Jesse, una niña de once años, y su inseparable perro Sandor, quien ejerce de guardián en este mundo salvaje.

El mensaje de Animosity puede que sea claro, pero Marguerite Bennett (Bombshells, INSEXts) nos los presenta intencionadamente de forma poco delicada: hay violencia desmedida cuando tiene que haberla, y los flashbacks que se intercalan a lo largo de la narración consigue crearnos una imagen mental de ciertos personajes que ayudan al desarrollo psicológico de lo que quiere contarnos en su cómic. Sin embargo, y entroncando con la idea de fábula presentada desde el principio, el mayor pero que se le puede poner a Animosity es su constante sentido de la desfamiliarización —lo que los rusos llamaron ostranénie—, y que Jonathan Swift nos presentó en forma de sátira en su novela Los viajes de Gulliver hace casi tres siglos. Animosity ofrece una serie de situaciones extrañas que quizá resulten poco creíbles para el lector —sí, más allá de que los animales se pongan de pronto a hablar—, como si lo que desfila ante nuestros ojos no sea más que una excusa para mostrar lo crueles y sanguinarios que pueden ser tanto los animales como los humanos. Es como si el lema “respeto por los animales” se diluyera un poco por el camino.

Pero si el lector se conciencia de que está leyendo una fábula creada a propósito y que ese extrañamiento es igualmente provocado, no habrá problema en seguir el hilo de la trama e incluso esperar al siguiente volumen.


Lo que podría pasar en realidad por un relato o una novela de ciencia ficción de mediados de siglo pasado se convierte aquí en una fábula hecha y derecha. No solo los animales son el centro de atención absoluto de Animosity, sino que Bennett trata en realidad el cómic como si lo fuera, lo cual tiene su lado bueno y su lado malo. El lado bueno es que como narración breve que es, la fábula permite que lo que se cuenta vaya al grano y que el mensaje didáctico —del que Animosity no se libra— cale hondo en el lector. El lado malo consiste precisamente en una prolongación de sus cosas buenas, las cuales adquieren ahora un factor negativo: Animosity transcurre de forma precipitada, todo ocurre demasiado deprisa como para que haya una evolución completa de los personajes, y los acontecimientos que pasan en la Tierra tras el Despertar se vuelven demasiado distantes, en un tercer plano, ya que la narración se centra casi exclusivamente en Jesse y Sandor y en cómo se abren camino por este recién creado mundo que por el momento ya nunca volverá a ser igual.

Pero sin duda, la parte buena que tiene de fábula deja un poso muy profundo, y suscita no pocas preguntas: ¿esto es lo que pasaría si los animales adquirieran de pronto la capacidad de hablar y actuar por sí mismos? ¿Están los humanos condenados como única especie pensante del planeta? ¿Cómo reaccionarían los humanos al enterarse de que ya no es la especie dominante del mundo?


Animosity, vol. 1: El despertar

Animosity, Volume 1: The Wake, 2017. Margueritte Bennet y Rafael de Latorre. Traducción de Marina Borrás. Planeta Cómic, 2019, 152 págs. Tapa dura, 14,95 €.
En cuanto al apartado artístico, Rafael de Latorre aporta sus lápices en ocasiones de forma discreta, pero sobresaliendo en un puñado de viñetas, sobre todo aquellas en las que parece que el guion de Bennett incide más en el mensaje del cómic y aquellas en las que la variedad de animales es amplia. El color de Rob Schwager consigue aportar a Animosity ese color vistoso propio de los cuentos y el resultado es un apartado visual muy suave y agradable que contrasta con la violencia mostrada en ocasiones. Joe Doe se encarga de dibujar el número especial “El Alzamiento”, aunque su estilo choca directamente con el de Latorre: no deja de ser una historia complementaria de Animosity pero contada desde otro punto de vista y con un dibujo muy alternativo. Puede que Animosity no se lleve un premio al mejor trabajo artístico del año, pero Latorre, Schwager y Doe cumplen correctamente con su función. De todas formas, si una niña y su fiel perro guardián son capaces de sobrevivir y hacerse un hueco en el peligroso mundo que ha perfilado Bennett merecerán recibir atención por sus proezas.

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